Al Presidente le disgusta que llamen “guerra” a su enfrentamiento al crimen porque “yo he usado permanentemente el término lucha”. Pero acaba de comparar su “lucha” nada menos que con la II Guerra Mundial y compararse, él mismo, con uno de sus ganadores, Winston Churchill.
“Yo no he usado y sí le puedo invitar a que, incluso, revise todas mis expresiones públicas y privadas. Usted dice: Usted ya eligió el concepto de GUERRA. No. Yo no lo elegí. Yo he usado permanentemente el término lucha contra el crimen organizado y lucha por la seguridad pública y lo seguiré usando y haciendo”.
Así respondió Felipe Calderón el 12 de enero a Miguel Treviño, director del Consejo Cívico e Institucional de Nuevo León, quien durante los Diálogos por la Seguridad le comentó: “señor Presidente, si ya eligió usted el concepto de guerra para definir lo que estamos viviendo…”
Como sea, está probado con hechos, fechas y datos que el mandatario sí usó el concepto “guerra” al menos 56 veces desde el 4 de diciembre de 2006 hasta el 1 de diciembre de 2010: consúltese http://www.razon.com.mx/spip.php?ar... .
Aun así se comparó este fin de semana con el primer ministro de Gran Bretaña cuando ésta fue atacada en la gran conflagración y dijo que, como Churchill, ahora que México enfrenta el embate del crimen, él también se alzará con la victoria.
Quizá, al recordarnos la Guerra Mundial, disgustándole la palabra “guerra”, le traicionase el subconsciente y le sucediera lo que Freud consideraba un fenómeno en que “las emociones enterradas en la superficie subconsciente suben a la superficie consciente”.
De todos modos la metáfora es exagerada: Churchill confesó sin pudor sus limitaciones admitiendo que a corto plazo no ganaría la guerra. Sin rubor, dijo a sus compatriotas que lo único que podía ofrecerles era que se sacrificaran. Calderón no ha hecho eso.
“Sangre, sudor y lágrimas”, exigió Churchill, algo que en el México actual los mexicanos no aceptarían, porque el engendro del narco, como corporación del crimen, no equivale a una agresión extranjera: surgió, en parte, por ineficacia de sus propios gobiernos.
Calderón recordó que Churchill insistió en su estrategia contra una tiranía monstruosa y su objetivo era el triunfo, sin menoscabo del terror, cuan largo y duro pueda ser el camino, porque sin victoria no había futuro para Inglaterra.
“Puedo decirles”, prometió Calderón, “que igualmente buscamos, en una sola palabra: la victoria”. Y, en este punto, la metáfora usada por el Presidente es, también, fallida porque olvida una analogía histórica que no le ayuda: todavía ganando la guerra, Churchill perdió las elecciones.
En esos casos hay una regla en política que fijó Napoleón Bonaparte:
“La mejor manera de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás”.
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ruben.cortes@razon.com.mx
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