Cuando no es una tontería es otra, pero de verdad que los medios no nos dejan descansar.
Ahora andan con la pendejada esa de que Schwarzenegger le puso los cuernos a la María y le brotó un hijo fuera del matrimonio. ¿Y?
Con todo y todo, me parece que como que no nos importa mucho que él o quien sea tenga hijos fuera de su casa. Si hasta Marcial Maciel los tuvo.
No, no quiero decir que eso está bien, a lo que voy es que a nosotros qué tzingados nos importa eso.
Ahorita mismo los mexicanos tenemos problemas sociales y económicos mucho mayores que los que puede imaginarse el Arnold de marras, hijo incluido.
Acaso habrá por ahí quien se desgarre las vestiduras ante esa debilidad moral del Terminator, y algunos aplaudirán el desliz, pero muchísimos más se pasarán al austriaco por el arco del triunfo y a seguir bailando la tonada esa que dice: “¡A comer y a bailar, que el mundo se va a acabar!”
Bueno, ni modo, no hay que olvidar que el “Día Mundial de la Infidelidad” fue instituido por la UNESCO en 1987 para preservar la memoria de todas aquellas personas que, de acuerdo al acta de petición para declarar esta fecha como celebración mundial, “han gozado de los requiebros de la infidelidad y han destrozado hogares e, incluso, han perdido la vida”.
A casi un cuarto de siglo de su declaración, el “Día Mundial de la Infidelidad” no goza de demasiada fama como otras celebraciones; de hecho, pocos países lo festejan: apenas un puñado en Latinoamérica, una docena de naciones del Medio Oriente, y un número similar de países escandinavos y otros que antiguamente formaban parte del bloque socialista.
Y es que no resulta muy grato celebrar un hecho que ha provocado tantas rupturas en las relaciones personales (y que, en consecuencia, se supone que ha generado otras tantas) y que ha causado una enorme cantidad de muertes.
De acuerdo al estudio “Social relations, social support and survival among infidelity in whole World” (Journal of Infidelity Research, 14:44-48), coordinado por la UNESCO en 2001, cerca de cuatro millones de personas han fallecido en hechos relacionados directa o indirectamente con la infidelidad, y casi 12 millones de matrimonios se han disuelto por la misma causa en los últimos 25 años.
La infidelidad, según los estudios de la UNESCO, se define como “la incidencia de una de las partes en hechos que tienen que ver con terceras personas fuera de la relación de pareja/ Carencia de fidelidad/ deslealtad”.
Así, según este organismo, puede haber infidelidad sexual, que es la más frecuente, e infidelidad en el campo de las ideas, doctrinas y fines políticos, que también han provocado una gran cantidad de muertes, sobre todo en nuestro país.
Sin embargo, el estudio de marras no muestra estadísticas sobre los grupos de alto riesgo en cuanto a la infidelidad ni qué cantidad corresponde a cada uno; es decir, no muestra qué porcentaje le toca a los hechos sexuales fuera de la relación de pareja, y cuál a los renegados de las ideas, doctrinas, religiones, escuelas, corrientes y partidos políticos.
Sin llegar a tocar los bordes del drama, hemos visto que la infidelidad a los partidos políticos (esas raras agrupaciones que buscan el bienestar sólo para algunos de sus agremiados) ha alcanzado un elevado índice de crecimiento: según la revista “Magazine de hechos insólitos (¡Lo que Usted quería saber!)” correspondiente al mes de mayo de 2002, en el artículo “La infidelidad, ¿un asunto de hombres o de partidos?”, firmado por J. J. Sabines, se menciona que al nivel mundial la infidelidad a las ideas políticas entre 1990 y 2001 ha crecido un alarmante 73% proporcional respecto de la infidelidad de pareja, que se ha mantenido en un 18%; es decir, “esto se traduce como una búsqueda de posicionamiento de conveniencias personales más que de búsqueda y defensa de ideales”, como subraya Sabines.
Sólo basta echar una ojeada al panorama nacional para percatarnos de lo anterior: en los últimos cinco años, los candidatos a diferentes puestos de elección popular se han convertido en verdaderos saltimbanquis, mercenarios que venden su nombre con el fin de recoger votos o alcanzar puestos, independientemente del partido que les brinde protección.
Como se ve, aunque no todavía no sea el “Día Mundial de la Infidelidad”, que se celebra el 27 de noviembre, hoy habrá muchos y muchas ciudadanos y ciudadanas (el mero lenguaje cursilón de los políticos, eh) que tienen un jirón de felicidad que celebrar en lo oscuro, pero hay muchísimos más que pueden celebrar a la luz del día las candidaturas por partidos políticos diferentes a los que los vieron nacer, crecer, desarrollarse y volar a otra agrupación.
Y dondequiera se cuecen habas: si usted, estimado lector, desea rascarle un poquito a la tierrita de encima del territorio nacional, encontrará infieles políticos por dondequiera.
En la Edad Media los infieles terminaban en la hoguera; hoy, en los informativos, noticieros y programas tipo ventaneando: cómo ha cambiado el curso de la historia, ¿no?
Por lo pronto, ¡que-pase-el-desssssgraaaaaciaaaaaadoooooooo...!
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