Trova y algo más...

lunes, 2 de mayo de 2011

La humildad, un refugio para una vida más digna...

La mañana del sábado 30 de abril falleció a causa de una neumonía en un sector de la provincia de Buenos Aires, a escasos días de cumplir 100 años, el doctor en Física y escritor Ernesto Sábato, autor de Informe sobre ciegos y El túnel, obras fundamentales de las letras de América Latina del siglo XX, y premio Cervantes de Literatura 1984.

En Hermosillo, la tierra donde habito, sé que desde el sábado al menos mi querida Karla está de luto. Y lo estará para siempre, porque Ernesto Sábato fue el faro que ha guiado su arte poética desde que era chiquita.

Las crónicas del sábado día señalan que en un día gris de otoño sudamericano, durante la madrugada, falleció a los 99 años el escritor Ernesto Sábato, reconocido como uno de los máximos referentes de la literatura argentina y latinoamericana y como hombre que vivió soñando con un mundo mejor, más justo y sin guerras, “aunque siempre estamos dando vueltas en ese camino, sin poder llegar”, como decía.

La noticia se conoció desde temprano y se vivió especialmente en el ámbito de la 37 Feria del Libro –la más grande que se recuerde–, donde este domingo le iban a hacer un homenaje al que estaba previsto asistirían miles de admiradores, y donde iba a estar representado por su hijo el cineasta Mario Sábato. Las autoridades de la feria decidieron mantener el homenaje, que se realizará después del entierro en un cementerio privado de la localidad bonaerense de Pilar.

Murió en su casa sencilla en Santos Lugares, localidad del sector popular de la provincia de Buenos Aires, al oeste de la capital argentina, donde vivía desde hace 60 años, y como él había pedido, sus restos fueron velados esta tarde, en un club de su barrio (Defensores de Santos Lugares), rodeado por vecinos, que desde la mañana comenzaron a dejar ramos de flores en las rejas y mensajes colgados en los árboles de su casa.

Hacía años que su salud estaba quebrantada, y desde 2008 había empeorado. Sólo recibía a familiares y amigos muy cercanos. Aunque aparecía como un hombre hosco, tenía un humor muy especial y rescataba la humildad “como un refugio para la vida más digna”.

También había pedido expresamente austeridad en su velatorio y que no enviaran arreglos florales o que, en todo caso, se reuniera ese dinero para una fundación que ayuda al hospital público para niños más importante de esta capital.

Sábato nació el 24 de junio de 1911 en Rojas, Provincia de Buenos Aires; luego vivió en La Plata, capital provincial, donde estudió física. Allí conoció a Matilde Kusminsky Richter, con quien se casó en 1936, y por la iglesia en 1990.

La muerte de su esposa en 1998 fue un golpe que no superó, como tampoco la de su hijo mayor Jorge Sábato, quien falleció en 1995 en un accidente automovilístico. En sus últimos años vivió con Elvira González Fraga, quien fue su asistente, y quien lo cuidó con dedicación en todo este tiempo. “Sábato tuvo una vida muy buena, amó a su esposa Matilde y a sus hijos y siempre fue muy querido”, dijo Elvira, quien confirmó que el escritor falleció a causa de una neumonía y que en los últimos tiempos su salud era muy delicada, pero todavía pasaba “buenos momentos” escuchando música.

En 1938, Sábato obtuvo el doctorado en física en la Universidad Nacional de La Plata, y fue becado para ir a Francia, donde trabajó en el Laboratorio Curie, en París. En ese mismo año nació allí su primer hijo, y fue en la capital francesa donde se acercó al movimiento surrealista y a la obra de Óscar Domínguez, Benjamín Péret, Roberto Matta Echaurren y Esteban Francés, entre otros.

Sábato reconocía además la gran influencia sobre su vida y su obra que tuvo el dominicano Pedro Henríquez Ureña. En un fragmento de la primera parte de su libro Antes del fin, publicado en 1999, al hablar sobre su época universitaria, dice: “Se me cierra la garganta al recordar la mañana en que vi entrar a ese hombre silencioso, aristócrata en cada uno de sus gestos, que con palabra mesurada imponía una secreta autoridad: Pedro Henríquez Ureña. Aquel ser superior tratado con mezquindad y reticencia por sus colegas, con el típico resentimiento de los mediocres, al punto que jamás llegó a ser titular de ninguna de las facultades de letras”.

A Henríquez Ureña “le debo mi primer acercamiento a los grandes autores, y recuerdo su sabia admonición: ‘donde termina la gramática empieza el gran arte’, porque no era partidario de la concepción purista del lenguaje, por el contrario, estaba cerca de Vossler y Humboldt, quienes consideraban el idioma como fuerza viva en permanente transformación”.

En 2004, cuando fue homenajeado en la ciudad de Rosario durante el tercer Congreso de la Lengua, dijo a La Jornada que había que recuperar aquellos resplandores, como los que “hubo en tiempos en los que Argentina y México eran los lugares de encuentro de todos los hombres de las palabras y la gran literatura”.

-o-

Contra la discriminación y el olvido

El 8 de septiembre de 2002, Ernesto Sábato, quien falleció este sábado, signó junto con José Saramago una carta dirigida al diario La Jornada, en la que ambos expresaron su desazón y desacuerdo ante la resolución dictada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que declaró improcedentes 322 controversias presentadas contra la reforma constitucional en materia de derechos y cultura indígenas.

En esa misiva, los escritores externaron su irritación por lo que consideraron “una bofetada más de desprecio” a los indios de México, y “una página negra” en la historia nacional.

Además, apuntó en aquella ocasión el editorial de La Jornada, ambos reprocharon abiertamente al Estado mexicano y al presidente Vicente Fox su ominosa postura contra los pueblos originarios de la nación, a los que han negado –en todas las instancias ejecutivas, legislativas y judiciales de la federación– sus legítimos reclamos históricos.

En la carta, ambos autores –ahora fallecidos–, afirmaron que el gobierno de Fox aprovecharía el fallo judicial –parte de una estrategia sistemática de discriminación y olvido que, desde numerosas instituciones y estamentos políticos, se practica contra los pueblos indios– para mantener la exclusión de las comunidades indígenas.

El breve texto subraya: “Los indios de México que, como todos sus iguales de América, vienen sufriendo a lo largo de la Historia las peores afrentas y las peores humillaciones, acaban de recibir una bofetada más de desprecio. Se la han dado precisamente quienes tienen el deber de defenderlos y velar por sus intereses y necesidades: el Estado de México, el gobierno de México, los tribunales de México. Es una página negra la que acaba de ser escrita”.

“La historia –puntualizan– no se olvidará de registrar que el presidente Fox y su gobierno fueron mandantes de un tremendo error judicial. Ahora tienen la palabra los indios de México”.

Ese es sólo de unos ejemplos que dimensionan el perfil humanista y político del autor de El túnel, quien se declaró de izquierda, que siempre defendió la justicia social, y como tal sostenía que el principal reto de la humanidad actual es el de la solidaridad: “He luchado siempre por la gente común, para que las pobres gentes sean consideradas seres humanos”, dijo en una conferencia de prensa en 1998, durante la que destacó asimismo que a la democracia “hay que cuidarla para que se fortalezca, porque es el mejor régimen”.

Durante una entrevista en 1989, en Madrid, Sábato sostuvo que “la libertad no se instaura de golpe y para siempre con una simple elección: es un bien que hay que conquistar día a día, sobre todo en este mundo en que vivimos”.

En esa conversación, el escritor calificó como “crímenes de lesa humanidad” los cometidos por las dictaduras argentina y uruguaya.

“Se podría perdonar, como hace la Iglesia, cuando el culpable reconoce su culpa. Pero no sólo no ha habido de parte de ellos reconocimiento de culpa sino que, por el contrario, se han enorgullecido una y otra vez de lo que hicieron, con el argumento de que así terminaron con la subversión terrorista. Pero terminaron remplazando un terrorismo por otro peor”, dijo el autor.

Otro de los discursos que sobresalen en la trayectoria de Ernesto Sábato es el que dio cuando recibió el premio Planeta Argentina, el cual, en multitudinaria ceremonia, dedicó “a los desposeídos”.

En ese acto se pronunció “en favor de la justicia social y de la condición humana”, y agradeció a quienes le brindaron el reconocimiento definiéndolos como “mucho más generosos que los seres con grandes fortunas”.

-o-

Contra la dictadura

El escritor participó, como presidente, en la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), encargada de investigar y redactar un informe acerca de los crímenes cometidos por la dictadura militar que gobernó Argentina entre 1976 y 1983. Un resumen del documento final de la comisión se publicó con el título Nunca más.

En 1998, durante un encuentro en Asunción con su amigo el escritor Augusto Roa Bastos, publicado a manera de entrevista por un diario local, Sábato se refierió a ese informe: “Objeté mucho el indulto, porque, después de ese gran trabajo que hicimos con la comisión, era como quedar en la nada”.

Los militares, agregó, estaban condenados ya, y que se haya encarcelado a Jorge Rafael Videla y la posibilidad del encarcelamiento de otros “me hizo sentir que la justicia no está tan perdida como se cree. Las dictaduras simulan que son regímenes para limpiar un país. Pero con esa clase de limpieza, donde los que limpian tienen, además, los bolsillos llenos... ¡Dios mío!”

Parte fundamental del pensamiento de Ernesto Sábato está consignado en su libro de memorias Antes del fin, al que consideró su testamento literario, y que se negaba a escribir por su desencanto con la sociedad y el futuro en un mundo donde la globalización hace de lado al ser humano.

En ese volumen escribió: “Todo hace pensar que la Tierra va en camino de transformarse en un desierto superpoblado (…) Este paisaje fúnebre y desafortunado es obra de esa clase de gente que se habrá reído de los pobres diablos que desde hace tantos años lo veníamos advirtiendo, aduciendo que eran fábulas típicas de escritores, de poetas fantasiosos”.

-o-

Desde aquí va un minuto de lectura para otro grande que se va, para Ernesto Sábato, quien ya encontró la ruta de su túnel hacia la inmortalidad... y un abrazo solidario y doloroso para Karla: todavía nos queda su obra para cobijarnos las tardes de lluvia...

--

--