Unos se creen verdaderamente la última coca en el desierto, otros se escudan detrás de los mayores, los menos saben que son falibles y actúan con prudencia, la mayoría sufre un ataque de amnesia en cuanto llegan a su meta transitoria… así son nuestros políticos: como acabados de lavar de cuerpo pero no de alma, seres que se sienten iluminados por el dedo del dirigente del partido o simplemente por un arrebato de charro que se ha impuesto haiga sido como haiga sido…
Pero llega el momento de rendir cuentas, de tirar la raya y bajar el cero para saber cuál es el déficit que nos van a dejar, cuál es la suma de todas nuestras miserias para dividirlas entre la esperanza nacional y, al final, rescatar entre las rüinas de la patria mía lo poco que nos van dejando útil para seguir en la sobrevivencia cotidiana.
Y en ese momento, justo cuando el reclamo popular se dirige hacia el político, a éste se le ocurre, amparado en el contubernio institucionalizado en que se han convertido los partidos, solicitar licencia para aspirar a un nuevo cargo de elección popular… y así hasta el infinito…
Y claro que nadie responde por la deuda, nadie se hace responsable del costo social de los puentotes y los relojes bastardos y las obras de oropel que a la vuelta de un año se cuartean como cartón mojado. Y así, con todo respeto, mejor que nos gobiernen las putas…