Nosotros, los que llegamos cansados de un trabajo que nos da lo insuficiente para permanecer conformes y conformistas ante la noticia de una violación tumultuaria...
Nosotros, los que a penas podemos deletrear nuestros nombres en la noche de la intolerancia y nos resignamos ante el aumento criminal del costo de los sueños...
Nosotros, los que creemos en un dios manipulado por los hilos de oro de hombres insaciables y no perdemos la esperanza de que un día dios se vuelva más dios...
Nosotros, los que envejecemos miserablemente por la angustia inacabable ante las ventanillas de un laberinto fantasioso llamado burocracia...
Nosotros, los que peregrinamos por las calles infinitas del desamparo rogando, implorando, deseando, pidiéndole al cielo un jirón de esperanza...
Nosotros, los que asistimos cada noche a la guerra negra de empresarios fabulosamente millonarios que no quieren dejar de serlo...
Nosotros, los que jamás de los jamases amasaremos más fortuna que nuestro cuerpo maltrecho bajo las estrellas profundas de la melancolía...
Nosotros, los que soportamos estoicamente las carcajadas lejanas de un duendecillo que alguna vez habitó las galerías subterráneas de una casita muy limpia y muy blanca del este de Irlanda...
Nosotros, los que contamos los días de miseria crónica que nos va desgarrando la felicidad con su ácida constancia en nuestras entrañas vacías...
Nosotros, los que creímos amar un sueño de luz azul que se extinguió bajo la flama enceguecedora de dos disparos a quemarropa...
Nosotros, los que hemos hecho de la impunidad cotidiana de la delincuencia un rosario de temor pero más de agonía...
Nosotros, los que cada semana disimuladamente adquirimos un cachito de aliento para hacernos las ilusiones de que podemos salir de la incertidumbre...
Nosotros, los que después de tantos años de discurso virtual aún seguimos con la esperanza del bienestar para nuestras famélicas familias...
Nosotros, los que vamos por la vida como ir ensayando los pasos de un vals gris que cada día se nos va ensuciando con el cansancio de la muerte...
Nosotros, los que quisiéramos que nuestros hijos llevaran para siempre ese gesto tranquilo que los bendice cuando duermen lenta, profundamente...
Nosotros, los que hemos muerto tantas veces al cruzar el desierto candente de la miseria hasta alcanzar la inmortalidad...
Nosotros, los que desayunamos cada día esa bilis inacabable que nos fastidia a dentelladas grotescas el futuro...
Nosotros, los que todo creemos sin tacha ni duda, sin chistar, sin una nube de reproche en nuestras almas desgarradas por un algo parecido a la muerte...
Nosotros, los que nos congregamos en torno a esa nueva unidad nacional llamada recesión...
Nosotros, los que idolatramos a un puñado de palomas mensajeras de lo necio que la televisión se ha encargado de multiplicar al infinito...
Nosotros, los que cada noche nos acostamos con la esperanza de un México mejor prendida en el alma... ¿en verdad existimos...?