La profesora Elba Esther Gordillo Morales, dirigente del SNTE, dijo que “porque se lo merecen por el esfuerzo que han hecho, el 15 de mayo será inhábil para los maestros”. Y párele de contar.
Después de más de una semana sin dar clases, atendiendo las recomendaciones ante la contingencia médica que se decretara por el brote de gripe humana en nuestro país, los maestros, aún aquellos que reprueban el liderazgo de la Gordillo, se quedarán hoy en casa a disfrutar el día, porque como dijera Elba Esther: “El quince de mayo es el quince de mayo”. Más filosofía no se puede. No, señor.
Lo que sí podemos hacer es un recuento histórico de la vida del maestro Justiniano en plena gesta revolucionaria de inicios del siglo pasado:
Tiempos de la Revolución,
sombrerazos y cañones,
cuando comenzaron los maestros
a sentir el infortunio y las traiciones
Mil novecientos diez.
Ya la cosa está que arde:
la Revolución se inaugura
como las tres de la tarde.
Don Porfirio y la Carmela
duermen mal en sus alcobas:
afuera anda el pueblo hambriento
peleándose con escobas.
Morena de Guadalupe,
tú que guiaste al Cura Hidalgo,
no nos dejes ir a solas,
ilumínanos con algo,
y no protejas "pelones",
que lo valgas yo valgo.
El maestro Justiniano
ya se sumó al movimiento,
dejó su aula y sus niños
y se montó en su jumento.
Con el rifle entre las manos
y libros en los sobacos,
el maistro pelea y piensa
en educar sus chamacos.
¡Jíjuela! cuánto escuincle
sin tener educación;
"la bola" ya no se detiene:
¡Viva la Revolución!
Ya comenzaron los truenos
y con ellos la traición.
Madero "marchó" con Huerta
(¿con razón o sin razón?),
lo mataron por la espalda:
¡Viva la Revolución!
Justiniano mira y se asombra
de tanto buitre uniformado:
Obregón se echó al plato a Villa
y luego murió balaceado.
¡Ay, virgencita morena!
ya no nos ayudes tanto,
de tanta pena sudada
nos queda poquito espanto:
los rateros se hacen héroes,
y los criminales, santos.
El tiempo vino y se fue
entre tierra ensangrentada,
ya el Gobierno se volvió
pura gata revolcada.
La educación es un trasto
perdido entre tanto brillo,
y la dirigen fantasmas:
bultos con cara de pillo.
Se acabó la balacera
para bien o para mal,
Justiniano se murió
sin mejora salarial:
¡Viva la Revolución!...
las cosas siguen igual.
Un salario de miseria
y trabajo de a montón...
los maestros mueren de hambre:
¡Viva la Revolución!
Mejor arriesgarse en el norte,
trabajando con los güeros:
lavar platos en el día,
y por la noche, meseros.
Cuánto narco anda en la calle,
cuánto ratero priísta,
que engordan panza
y cartera sólo pasando revista,
y de maestros con hambre
cada día crece la lista.
Palomita, palomita,
a todos diles que sí...
¡que muera Jongitud Barrios
y que muera todo el PRI!
Palomita, Palomita,
a todos diles que no...
la CNTE aprieta las tuercas,
el SNTE ya se oxidó.
Al fin se fue el "vitalicio"
a pudrirse en el infierno,
¡Chihuahua! la Revolución
ya degeneró en Gobierno
y en Palacio Nacional
nos gobierna el más enfermo.
"Maestro, recapacita,
ya no hagas paro ni actos:
te doy veinticinco por ciento
para no romper el Pacto".
Un veinticinco por ciento
es sólo un cuarto de vida,
y la crisis que cargamos
la llevamos de subida.
Señores, ya no se burlen
de esta pobre petición:
queremos un cien por ciento,
no migajas ni porción...
¡Canijo! ya se nos hizo
Gobierno la Revolución
¡Viva el maistro Justiniano!
¡Muera el Gobierno ladrón!
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(Gral. Armando Zamora, 15 de mayo de 1989)