Comprometido desde hace más de treinta años con la Universidad de Sonora, Manuel Balcázar Meza es un hombre que a lo largo de su vida ha sido honesto con sus propias aspiraciones. Con convencimiento y perseverancia, desde pequeño ha sido un vencedor de pequeños y grandes obstáculos, lo que ha dado lugar a una vida en la que prevalece la armonía interior. Esa integridad vital que ha logrado la proyecta tanto en su entorno familiar como en esa otra gran familia que es para él la Universidad.
De tradición gambusina, la familia de su padre emigró de Félix Gómez, una población situada cerca de El Oasis y conocida también como El Dipo, a La Ciénega, un pequeño poblado localizado a setenta y cinco kilómetros al sureste de Pitiquito, en donde el joven Ernesto Balcázar Díaz conoció a la que sería su esposa, Antonia Meza García. El primer hijo del matrimonio, Manuel, nació el 21 de enero de 1944. Los habitantes de esa aldea de veinte o veinticinco casas se dedicaban a la extracción de oro a flor de tierra, de manera que sus primeros años transcurrieron en un ambiente minero. Lamentablemente, debido a problemas cardíacos, su mamá falleció inmediatamente después de su segundo parto, en el que dio a luz a una niña: María Antonia. Entonces él tenía apenas un año y medio de edad. Sus abuelos maternos y una tía materna se hicieron cargo de su crianza y educación, aunque siempre recibió las atenciones y cuidados de su padre.
Un atractivo muy especial de ese lugar desértico en donde vivió sus primeros años era la presencia de dos lagunas, una artificial y otra natural. Cuando llovía mucho, la segunda de ellas, ubicada al oriente de la población, se llenaba totalmente de agua y se derramaba, provocando la formación de una laguna artificial en la orilla del pueblo, la cual mantenían siempre cercada porque estaba muy honda y ancha. En tiempos de sequía bajaban a la laguna artificial pequeñas manadas de animales sin dueño como caballos, becerros y burros, a quienes los vaqueros intentaban herrar, muchas veces sin éxito. Los niños se divertían correteándolos, sabiendo que era prácticamente imposible llegar a alcanzarlos. Por las tardes llegaba a la laguna una gran cantidad de palomas y patos y a él le gustaba sentarse a contemplar el espectáculo.
De aquella época proviene el amor que le tiene a los animales. Además de perros y gatos, en su casa tenían un cochito jabalí que su abuelo encontró en una de tantas correrías en busca de tortugas -con las que, por cierto, elaboraban platillos muy apetitosos. El animalito, que era bravo con la gente extraña pero nunca con ellos, permaneció con la familia hasta que murió de viejo.
Cuando Manuel tenía cinco años la familia se trasladó a Pitiquito. El contraste entre el pequeño poblado en que vivía y esa nueva comunidad que tenía todas las características de un pueblo, fue muy impactante para él. Mientras que en La Ciénega la gente caminaba entre casas y corrales, ahí lo hacía en banquetas y calles, que a él le parecían inmensas. Después de ocho meses se fueron a radicar a Caborca, en donde haría sus estudios de primaria y secundaria.
En la secundaria tuvo algunos maestros que habían trabajado en la zona rural. Uno de ellos, Alberto Pérez Mazón, quien se había destacado por sus dotes de buen orador (había ganado un concurso nacional de oratoria), inculcaba en sus alumnos los principios del socialismo y los motivaba a que estuvieran enterados de lo que ocurría en la vida económica, social y política del país. De ahí que a sus 14 años Manuel fuera asiduo lector de las revistas Siempre, Hoy, Mañana, Política y el Jueves de Excélsior. Él y algunos de sus compañeros se sentían identificados con los ideales de justicia social que les inculcaba su maestro. Como parte de esas inquietudes formaron un grupo que se llamó Bloque Estudiantil Revolucionario. Él ahora se sorprende de que en aquel tiempo, en un pueblo enclavado en el desierto, con poca comunicación, esas ideas se estuvieran divulgando y discutiendo y que los estudiantes hubieran leído ya Del Socialismo Utópico al Socialismo Cientifico de Federico Engels y algunos textos de Carlos Marx.
Los miembros del Bloque iban a platicar con campesinos y obreros y trataban de compartir con ellos algunos de los principios básicos de las doctrinas de esos pensadores. Todo eso le ayudó a forjarse una mentalidad crítica, pero pacifista. En una ocasión, en plena campaña por la presidencia de la república en la que contendía Ramón Danzós Palomino por el Partido Comunista Mexicano (PCM), fueron a acompañar a este último a Magdalena, una población muy tradicional y conservadora en ese tiempo. La gente, no acostumbrada ni mucho menos partidaria de las ideas socialistas, se indignó con la presencia de los jóvenes: "Estábamos en el kiosko de la plaza y nos tiraron con naranjas, tomates, piedras, palos, con todo lo que hallaron. Había pocos policías pero eran muchas las personas que no nos querían ahí, de modo que nos trasladamos rápidamente al hotel donde nos habíamos hospedado, el dueño nos sacó por la puerta trasera y nos regresamos a Caborca en un carro con una plataforma grande en donde nos acomodamos todos. Esas experiencias fueron muy importantes porque conviví con personas de naturaleza ideológica tanto similar como muy diferente a la mía. Nosotros tratábamos de convencer a la gente de que nuestras ideas eran las más viables para interpretar lo que ocurría en la realidad y lograr un cambio político democrático en México. Fue una etapa muy bonita en la que teníamos toda la fuerza, todo el ímpetu".
Su interés por la ingeniería se lo debe a otro de sus maestros, el profesor Heriberto Hinojosa, quien le impartía la clase de matemáticas en la secundaria y le explicó, con mucha paciencia e interés, lo que era la ingeniería. A lo largo de esas conversaciones fue naciendo y creciendo en él el amor por esa disciplina. Se imaginaba construyendo puentes, carros, casas y edificios. Entonces no conocía bien en qué consistía cada una de las ramas de la ingeniería, pero su maestro le explicó que en la década de los ochenta del siglo XIX nació una rama muy importante, la ingeniería química, como una necesidad complementaria de la ingeniería mecánica. Esta última no estaba posibilitada para interpretar los fenómenos químicos que ocurrían en la producción de jabones, pinturas, gasolinas, medicinas y otros productos, por lo que se requería de químicos que tuvieran esa capacidad, y así es como nació la ingeniería química. Otro de sus asombros e interrogantes tenían que ver con un principio físico-químico básico: la transformación de la materia y de la energía. "Creo que ésa fue la fuerza impulsora que me movió a salir del pueblo para seguir estudiando. Quería la explicación de muchas cosas que me parecían confusas. Además sentía muy fuerte en mí el deseo de aprender y superarme desde el punto de vista de la competencia. Me preguntaba por qué la mayoría de los doctores, abogados e ingenieros en Caborca venían de otros lugares... ¿acaso nosotros no podíamos lograr esa preparación?" Al llegar al tercer año de secundaria estaba decidido a seguir estudiando, sin embargo se le presentó un pequeño obstáculo que gracias a la claridad de lo que quería hacer supo salvar muy bien.
Desde niño trabajó en unos abarrotes propiedad de su tía Joaquina, la que junto con sus abuelos se había hecho cargo de su crianza. En ese establecimiento aprendió a usar la balanza, la regla de tres simple, la regla de tres compuesta y principios generales de matemáticas aun antes de que le enseñaran esos temas en la escuela. Su tía, preocupada por su futuro, le decía: "Cuando termines la secundaria vas a trabajar en un banco. Yo te voy a conseguir ese trabajo". Y efectivamente, cuando finalizó la secundaria cumplió su promesa. "Ya está -le dijo-, en unas semanas vas a comenzar". Durante los días posteriores a esa noticia estuvo muy pensativo, reflexionando en el camino que se le estaba presentando y en lo que él verdaderamente quería, y finalmente se decidió a hablar con su abuela. Le dijo que él no quería quedarse en Caborca, sino irse a Hermosillo a estudiar la preparatoria y después, si todo salía bien, continuar con alguna carrera de ingeniería. Él ya estaba bien enterado de que sólo en la capital del estado era posible realizar esos estudios, de modo que tenía que emprender el viaje en unas semanas más para inscribirse. En ese tiempo la Universidad de Sonora enviaba personal a los principales municipios del estado para que platicara a los estudiantes sobre las ofertas educativas de la institución. Él acudió a esas reuniones y se entusiasmó más. Finalmente su tía comprendió los intereses de su sobrino, y entonces él y su abuela emprendieron el viaje a Hermosillo.
Al día siguiente de su llegada se dirigió a la Universidad para inscribirse, pero le informaron que para hacer el trámite era necesario que se presentara con un tutor. Pero, ¿quién, si no conocía a nadie en Hermosillo? Desconcertado, fue a sentarse en una banca para analizar qué hacer. En ese momento iba pasando un maestro que, al verlo tan pensativo, le preguntó qué le pasaba. Era el profesor José "Paché" Lizárraga, de Pitiquito, que además tenía el cargo de prefecto en la preparatoria. Después de platicar un rato con él y al ver su preocupación y su interés en inscribirse, le ofreció firmar como su tutor. Siempre le agradecería ese generoso gesto. Su abuela y él regresaron a Caborca y semanas después, al aproximarse el inicio de clases, viajó a Hermosillo, en donde se quedaría a radicar toda su vida.
Durante la preparatoria y la carrera trabajó para mantenerse y financiar sus estudios. "Siempre fui autosuficiente", dice. "Mis dos funciones en la vida, el estudio y el trabajo, iban siempre paralelas". Su primer empleo fue como despachador y velador en una famosa y tradicional refresquería de Hermosillo ubicada en el Parque Madero. La dueña le dio alojamiento y comida. Trabajó y vivió ahí aproximadamente cuatro meses para después mudarse a una casa de estudiantes y entrar a trabajar en una frutería. Después vendió suscripciones de una revista internacional, y seguidamente trabajó en unos abarrotes y en un molino harinero. Antes de ingresar a la carrera (1967) trabajó un año entero sin estudiar, con el fin de reunir el dinero suficiente para afrontar los gastos que se avecinaban. En las vacaciones iba a Caborca a visitar a su familia y aprovechaba para ayudarle a su tía en la tienda, que se llamaba Abarrotes El Cerrito. En una época en la que en este tipo de establecimientos se acostumbraba despachar a través de un mostrador, él y su tía introdujeron el concepto de autoservicio, que atrajo una mayor cantidad de clientela. En las vacaciones posteriores al término de su carrera, en 1971, se incorporó a la Unidad Experimental que tenía la Unison en Puerto Peñasco, en donde comenzó a trabajar en desalación de agua de mar dentro de una planta, que realizó el equipo adscrito a esa unidad. Esos proyectos, y otros relacionados con la desalación, los continúa hasta la fecha.
La primera década que vivió en Hermosillo recibió la ayuda y el apoyo invaluable de don Olegario Ibarra Dórame y Herlinda M. de Ibarra, a quienes está enormemente agradecido. A ellos los considera los ingenieros de su vida.
Su carrera como profesor inició cuando todavía era estudiante de Ingeniería Química, al entrar a dar clases en una secundaria. Después, en 1972, impartió las materias de Física y Cosmografía (disciplina que siempre le ha apasionado) en el Colegio Regis. Ese mismo año se incorporó a la Universidad como asistente de prácticas en algunas materias de Alimentos que impartía el maestro titular (Manuel Sánchez Lucero), y al siguiente semestre comenzó como profesor de horas sueltas impartiendo prácticas de Física I y Física II. En 1973 obtuvo el nombramiento de profesor de medio tiempo y después de tiempo completo, de tal manera que en octubre de 2013 cumplirá cuarenta años como maestro.
En 1972 se casó con Josefina Guzmán Flores, originaria de Zacatecas, que en ese entonces cursaba estudios de laboratorista en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Procrearon tres hijos: Erick Osvaldo, Ernesto Alonso y Claudia.
Desde que conoció y entendió el béisbol es un ferviente aficionado a ese deporte: "Yo, desde que soy Manuel Balcázar y le entendí al béisbol, me dediqué a jugarlo y a verlo, aunque ahora más a verlo que a jugarlo". Considera que la práctica del deporte, además de los beneficios físicos que proporciona, es un alimento mental y una actividad a través de la cual se fomenta la convivencia entre la gente.
Su llegada a la rectoría fue, asegura, casual. En 1982, después de una larga huelga de tres meses, el Consejo Universitario entró al proceso de renovación de rector. Por varias circunstancias la dinámica de la elección se empantanó; los diferentes grupos estaban muy polarizados y no se lograba obtener la cantidad de votos requerida para que se diera un nombramiento. Surgió entonces la necesidad de nombrar a una persona que asumiera provisionalmente la rectoría en papel de conciliador, con lo que surgió la propuesta del ingeniero Manuel Rivera Zamudio, que entonces era jefe de la carrera de Ingeniería Química en la escuela de Ciencias Químicas. Casi inmediatamente después de ser nombrado rector, Rivera Zamudio lo invitó a que se incorporara a su equipo con el cargo de Secretario General de la Universidad. Él era secretario académico de la escuela de Ciencias Químicas, por lo que le pidió que lo esperara unos meses para no interrumpir abruptamente sus funciones. Además, necesitaba un entrenamiento previo, un período durante el cual, sin ningún nombramiento, pudiera participar de cerca con el rector en calidad de observador de las principales problemáticas de los académicos, los estudiantes y los sindicatos. Una vez familiarizado con esa dinámica y que Rivera Zamudio fue nombrado rector para un periodo completo después de un año de interinato, fue designado Secretario General, puesto que desempeñó por cinco años (1982-1987). Cuando finalizó el período del ingeniero Rivera fue propuesto como candidato a rector, cargo que desempeñó por dos períodos de un año cada uno (1987-1988; 1988-1989).
El tiempo en que le tocó ser Secretario General y Rector fue, dice, un período de transición muy difícil. “A nosotros nos tocó estar en esa transición, en esa interfase; eran años de luchas estudiantiles, de inconformidad de los maestros, de los sindicatos, de problemas financieros muy graves, todo ello en el ambiente de una sociedad universitaria muy resquebrajada. Toda la década de los ochenta fue muy difícil. Yo no critico al Lic. Castellanos Idiáquez porque a él le tocó desempeñar su propia función, pero existía la necesidad de abrir las puertas, de abrir la discusión de la problemática universitaria, y creo que lo más sobresaliente de esa etapa fue precisamente haber logrado que se abriera la discusión, que se pudieran analizar y discutir las cosas abiertamente.
"Yo me acuerdo que el ingeniero Rivera y yo en una ocasión duramos cuatro días discutiendo ininterrumpidamente con el sindicato enfrente, hasta que por fin pudimos llegar a ciertos acuerdos. Uno de los problemas más difíciles que tuvimos que enfrentar fue una huelga en 1984, promovida por el SEMUS (Sindicato de Empleados y Maestros de la Universidad de Sonora). Como rector desearía haber hecho muchísimas cosas más pero no fue posible. Había muchas limitaciones".
Considera que en los últimos años la Universidad ha evolucionado: se cuenta con una normatividad para el trabajo universitario que en la década de los ochenta no existía, y se ha crecido en excelencia académica, lo que en buena medida se refleja en el incremento del número de posgrados y de profesores con grado de doctor, aspectos que se deben seguir impulsando.
Para él la educación no termina cuando el profesor sale del aula o del laboratorio o se traspasa el umbral del edificio. A fines de los setenta leyó los Cuadernos de la Cárcel, de Antonio Gramsci, y esa lectura lo influyó enormemente en su carrera como docente. Aprendió que el proceso enseñanza-aprendizaje no es un proceso coercitivo, sino de acercamiento, de conversación, de allanamiento de los obstáculos, de inteligencia. Además de lo estrictamente académico, el maestro debe ser un orientador que transmita sus experiencias en todas las áreas de la vida "sin caer en el paternalismo excesivo. Si se va a enseñar la segunda ley de Newton hay que aderezar la transmisión de ese conocimiento al interior del salón con otra serie de aspectos para que haya mayor entendimiento y amenidad. Además, si uno está en esta misión de la docencia y la investigación los alumnos son nuestros alumnos en la calle, en su casa, en el camión y en el cine. La relación no debe perderse. La Universidad es todo".
Tal vez por esa visión de la educación sus estudiantes lo buscan, lo visitan y varias veces lo han nombrado padrino de generación. Sin embargo no es ésa precisamente la mayor satisfacción que ha recibido como profesor, sino el hecho de que lo seleccionen como maestro de ceremonias en las graduaciones. Durante los últimos diez años se le ha solicitado para participar con los estudiantes con esa función en esos actos tan significativos, y lo curioso es que no sólo lo invitan quienes han sido directamente sus alumnos, sino egresados de otras carreras como la de Derecho. "Tal vez -dice- lo que les gusta es que intento quitarle la frialdad a la ceremonia y volverla más familiar. En actos como ése tiene que haber calidez. Es un acontecimiento personal muy importante y emotivo para los estudiantes, por lo que intento romper la distancia entre los que están en el presidium, que son las autoridades, y los estudiantes y sus familiares".
Hay tres valores que él pondera en un ser humano: la sinceridad, la honestidad y la amistad. En la docencia debe prevalecer como principal valor la sinceridad, ya que la función de los maestros es apegarse estrictamente a la verdad. Para ello se requiere también honestidad. Le gusta la gente extrovertida y platicadora, así como la broma. "Me gusta estar siempre en una dinámica alegre, cuando uno está alegre externa mejor lo que piensa, no se detiene mucho en decirlo. Eso se cultiva a través de la amistad. Cuando uno está ensimismado no es comunicativo y eso no es bueno".
Confiesa que su visión general de la vida no ha cambiado desde la secundaria, cuando se le formó una cierta mentalidad a raíz de las lecturas de los textos socialistas: "El socialismo no fracasó por sí mismo, la excesiva burocracia y la corrupción lo hicieron fracasar. La burocracia absorbió al gobierno y a la sociedad y propició la corrupción. Los principios me siguen pareciendo magníficos: que todos debamos trabajar para todos y que si hay cierta forma de competencia sea una forma de competencia sana; que el más apto viva mejor pero que no por eso descuide a sus semejantes; que se reduzca el número de pobres y a ellos darles facilidades para que se desarrollen. Por eso no me he metido a ningún partido político: uno tiene la chaqueta, puede cambiar de número pero no de chaqueta. Yo creo que la tendencia del liberalismo debe ser hacia un liberalismo social. Se van a dar cuenta los poderosos de que se enriquecieron muy pocos a costa de la pobreza de muchos, y que si tiene hambre el mundo no va a haber la fuerza de trabajo suficiente. Estoy de acuerdo con la libre empresa, que se abran fronteras, pero que no se concentre demasiado la riqueza y se den oportunidades a los pobres".
--
Principales avances de la Universidad de Sonora durante el rectorado de Manuel Balcázar Meza
• Se creó la licenciatura en Historia.
• Se aprobaron los programas de doctorado en Ciencias en Polímeros y Materiales, de la especialidad en Biotecnología y del diplomado en Comercio Exterior y Aduanas.
• Se concluyeron los proyectos de especialidad en Derecho Internacional y Fiscal, así como los de las maestrías en Horticultura y Psicología, y de la licenciatura en Informática.
• Se aprobó el proyecto de la editorial UNISON.
• Se construyeron y comenzaron a operar varios edificios, entre ellos el de Ciencias e Ingeniería, Centro de Investigaciones en Física, Departamento de Psicología y Ciencias de la Comunicación, y Comedor y Centro de Cómputo y Copiado Universitario.
• Se inició la construcción del edificio de la Maestría en Administración, en la Unidad Centro.
--
Fuente:
• Guadalupe Beatriz Aldaco. Nuestro rectores. Edición conmemorativa del 61 aniversario de la Universidad de Sonora.
--
--