Hombre de un gran carisma, alegre, amigable, estudioso, amante del cine, aficionado a la música, Manuel Rivera Zamudio es recordado por su serenidad, su prudencia y su optimismo, virtudes que supo practicar tanto en los momentos favorables como en los más difíciles de su vida.
Nació en una pequeña población cercana a Bacobampo, Sonora, el 23 de febrero de 1949. Su padre, Manuel Rivera Salazar, es de Durango, y su madre, Antonia Patrocinia Salazar, quien falleció el 18 de julio de 2002, era de Sinaloa. De posición humilde, don Manuel se dedicaba al comercio y a la pequeña agricultura. Manuel Rivera Zamudio fue el tercero de seis hermanos: Arturo, Ernesto, Manuel, Rutilo, Blanca y Luis.
Cuando tenía entre cuatro y cinco años de edad y descubrió que la escuela estaba cerca de su casa, comenzó a irse solo al edificio. Llegaba, se introducía en los salones y se ponía a escuchar las clases, de tal forma que poco a poco comenzó a aprender a leer y escribir. Cuando sus padres lo llevaron a inscribir en la escuela primaria Abelardo L. Rodríguez de Bacobampo, los directivos del plantel se dieron cuenta de los adelantos del niño por lo que lo matricularon en segundo grado. Para los hijos de esa familia numerosa y unida, el regalo más preciado de la niñez era ir a la escuela.
Desde muy pequeño le gustaron los libros, sin que dejara de practicar los juegos propios de la época y de su edad. En los veranos, junto con sus hermanos, vecinos y amigos, se pasaba largas horas disfrutando de las aguas del río Mayo, del que extraían camarones y otras especies.
Sobre esa hermosa etapa de su vida, muchos años después expresó: "Me veo niño, corriendo por las calles polvorientas del pueblo, mi pueblo, pequeño y triste, como todos los pueblos. Seco, árido, sólo con el consuelo de ver correr enfrente el río Mayo. Veo los llanos anchos y calurosos donde íbamos a pie, cuando caía la tarde. Recuerdo la casa familiar, de regular tamaño, con su portal interno".
Cursó la secundaria en la escuela Profesor Gregario Ahumada de su pueblo natal, a la que ingresó en 1961. De adolescente le gustaba mucho el cine. Era gran admirador de Pedro Infante y Jorge Negrete y aficionado a sus películas. Ya mayor, siguiendo con su vocación cinéfila, se convirtió en un dedicado coleccionista de películas mexicanas y del cine internacional en general. Su familia conserva la amplia colección de cintas que logró reunir. De joven era también un buen lector y un gran amante de la música. Aficionado al baile, unas primas le enseñaron a dar los primeros pasos en el arte del movimiento. Muchos años después seguramente practicaría esas enseñanzas en los famosos bailes "del Átomo", que organizaba la Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad de Sonora.
Cuando terminó la secundaria se inscribió en la preparatoria de la Unidad Regional Sur (Navojoa) de la Universidad de Sonora. Al querer ilustrar la situación que provocaba en la familia el hecho de que todos los hermanos tuvieran que salir del pueblo para continuar con sus estudios, un día recordó: "Cuando terminábamos los estudios de secundaria tenía lugar el arrancón doloroso para mi madre; un hijo más que le quitaban. Era fuerte, pero no hubo ocasión en que no quedara llorando. La recuerdo como la dulzura misma, como si fuera toda la ternura que pueda caber en un alma de mujer. Madre de seis hijos, lo era también de la inmensa parentela y de todo el que tuviera un sufrimiento en el pueblo. Cuando pienso en la santidad tengo que pensar en ella."
De la imagen de su padre él reconocía y admiraba virtudes como la fortaleza, la energía y una rectitud de conciencia insobornable. La palabra empeñada era sagrada para ese hombre, y la lealtad como una religión. Manuel Rivera Zamudio describía a su padre como un hombre que sin tener cultura libresca hacía gala de "fina cortesía, ágil ingenio y amena conversación, todo encuadrado en la dignidad de un gran señor". Desde pequeño, don Manuel Rivera Salazar le dio muchas lecciones que hablan de su reciedumbre, a pesar de su escasez de recursos.
"De esa familia vengo -se enorgullecía-; de ella recibí lo que más vale, lo que es definitivo en la vida, la herencia de las actitudes y las reacciones del alma, eso que llevamos en la sangre y que llamamos virtudes fundamentales." En la época del bachillerato pasó por el deslumbramiento de leer y discutir sobre muy diversas temáticas. Devoraba libros de historia, novelas y poesía. Tuvo entonces su primera crisis espiritual, cuando se volvió rebelde y al mismo tiempo romántico. Solía apartarse del mundo, refugiarse en los libros y en sus sueños, enamorado de sus ideales y convencido de que la vida podía ser como la soñaba. La timidez era su gran atadura. Lo limitó por varios años y nunca estuvo seguro de liberarse de ella.
Apenas graduado de preparatoria buscó la forma de irse a estudiar la carrera de Ingeniería Química a la Universidad de Sonora, en Hermosillo. Su gusto por la ciencia lo motivó a elegir esa profesión. Era el año de 1965. Intentó conseguir una beca pero no tuvo éxito, a pesar de haber tocado las puertas de todas las instituciones oficiales y clubes que ofrecían ese tipo de apoyo. La primera clase que llevó en la institución la tomó en un auditorio recién inaugurado. Nunca imaginó entonces que 30 años después, en un merecido homenaje, a ese mismo auditorio, el de Ciencias Químicas, se le adjudicaría su nombre: "Auditorio Manuel Rivera Zamudio".
Cuando llegó a radicar a la capital del estado no pasó mucho tiempo para que conociera a la que sería su esposa. Durante las tardes, cuando salía a tomar el aire después de terminar de estudiar en la habitación que ocupaba en una casa de asistencia de la calle Nuevo León, veía a su vecina, Elva Molina Valenzuela, regando los árboles o barriendo la banqueta de su casa, que quedaba enfrente. Ahora ella confiesa que sus salidas eran intencionales, pues le atraía ese joven estudiante al que le gustaba jugar béisbol en la calle con sus amigos, en cuanto se ponía el sol.
Sus estudios quedaron montados -expresó alguna vez- en el filo que separa las dos grandes épocas de los tiempos contemporáneos: iniciados en plena década de los sesenta terminaron en medio del estruendo de los movimientos de 1967 en Sonora y de 1968 y 1971 en México. La primera le dejó el hábito del estudio metódico, ordenado, silencioso, mientras que el "grito bronco" de las luchas estudiantiles despertó en él "la conciencia de los males seculares y de las grandes injusticias que debían desaparecer con los profundos cambios que urgía realizar."
Se consideraba un hombre idealista, sobre todo en esa etapa de su vida. Cada vez que había oportunidad, como en el caso de las asambleas estudiantiles, hacía un llamado a sus compañeros para que vivieran con nobleza la vida universitaria. En ocasiones recibía rechazo e indiferencia, pero también cosechó largos y calurosos aplausos. Se consideraba a sí mismo como un hombre de espíritu contemplativo y de temperamento romántico. Pasó tiempo para que bajara del "mirador de las contemplaciones" y aprendiera a caminar por la vida y a hermanar el pensamiento con la acción. Con los años pudo hallar un equilibrio, una armonía entre ese espíritu soñador y la lucha que se exigía en el terreno de las acciones, de los hechos, en donde se pudo desempeñar muy bien.
Cuando terminó su carrera, después de cinco años de intenso estudio, se fue a la Ciudad de México a estudiar la maestría en Ciencias con especialidad en Ingeniería Química en el Instituto Politécnico Nacional, gracias a una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. En esa época inició con su actividad docente como asistente de profesor en esa institución. Cuando regresó a Hermosillo se le presentaron dos posibilidades: irse a España con una beca de CONACYT para seguir estudiando o aceptar una plaza de tiempo completo en la Escuela de Ciencias Químicas de la Universidad de Sonora. Optó por lo segundo.
Sobre todas esas etapas de su vida, vistas desde la perspectiva del hombre maduro, escribió: "El personaje que todos llevamos dentro sigue en mí cambiando. Primero el niño pueblerino que emigra a la ciudad y se educa mansamente; luego el adolescente que sufre su primera crisis de rebeldía al descubrir un mundo de ideas y de contradicciones; después el joven provinciano que emigra a la capital y conoce lo que es la lucha de sus ímpetus contra sus limitaciones; y al fin la carrera que termina y lo lanza a estudiar maestría en Ingeniería Química en el Instituto Politécnico Nacional".
El 28 de diciembre de 1974 contrajo matrimonio con Elva Malina Valenzuela. A la ceremonia, que fue un acto sencillo y muy emotivo, asistieron sus amigos más cercanos y compañeros de la Universidad.
Durante sus primeros años como maestro de la Universidad de Sonora desempeñó algunas actividades importantes. Entre ellas, fue jefe de la carrera de Ingeniería Química (1976-1982); director académico del Instituto Mexicano de Ingenieros Químicos, A. C., Sección Sonora (1977-1980); miembro del comité editorial de la Revista Universitaria de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Sonora (1980-1982), y consejero universitario maestro por la Escuela de Ciencias Químicas (1981-1982).
"Él no pensaba en realidad que fuera a convertirse en rector de la Universidad. Aun cuando tenía toda la capacidad para llegar a serlo, era humilde en sus pretensiones", dice su esposa. Cuando asume esa gran responsabilidad muchas cosas cambian en su vida, ya que se dedica de tiempo completo a la institución.
Manuel Rivera Zamudio entregando el reconocimiento
del Doctorado Honoris Causa al escritor Edmundo Valadés
En junio de 1982, después de que llegó a su término el período del Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez en la rectoría, fue elegido provisionalmente rector. Posteriormente, el Consejo Universitario acordó una reestructuración administrativa y el nuevo rector formó comisiones especiales para elaborar un proyecto de estatuto general y un nuevo modelo de organización académica de la Universidad.
Manuel Rivera Zamudio fue electo rector para el ciclo 1983-1987. En diciembre de 1984 se dio a conocer el Plan de Desarrollo Institucional 1985-1987, en el que se expusieron los objetivos y metas de su política universitaria. En julio de 1985 se aprobó el Estatuto del Personal Académico (EPA), con lo que se implementaron nuevas formas de selección de recursos humanos en la Universidad, de acuerdo a procedimientos de evaluación curricular y concursos de oposición.
Fue ésta una etapa muy difícil de la institución. Al nuevo rector y a su equipo les tocó reorganizar muchos aspectos de la vida universitaria. Muchas áreas tenían problemas, no estaban lo debidamente organizadas ni tenían las reglamentaciones necesarias para su buen funcionamiento. Había violencia, existían grupos en franca pugna y prevalecía la inconformidad en ciertos sectores de la Universidad. Sus compañeros de trabajo de entonces recuerdan las largas jornadas de análisis y discusión sobre las diversas problemáticas de la institución, que a veces se prolongaban hasta la madrugada. Fue, pues, una época de transición para la Universidad de Sonora.
Un día le declararon una enfermedad incurable. Desdelos primeros meses en que supo que estaba enfermo, incluso durante un período en el que no podía caminar ni ver bien, afrontó la precariedad de su salud con una gran fortaleza y un optimismo que asombraba a quienes estaban a su lado. Nada fue capaz de abatir su alegría y amor por la vida. Nunca le gustó estar en cama, lo cual, además de revelar el gusto y el compromiso que tenía con la actividad y el trabajo, era una forma de expresar su negativa a dejarse vencer. "El mensaje que él dejó -dice su esposa- es que siempre hay que saber estar de pie".
En medio de su enfermedad nunca dejó de sentir el impulso vital, una fuerza que lo arraigaba profundamente a las bondades de la vida: "Yo no estoy cansado por la lucha diaria -dijo. Aun pienso que si la cinta de mi historia se repitiera empezaría gustosamente de nuevo la tarea... Si vejez es desgano, pérdida de interés por lo que la vida ofrece, yo todavía me asomo a ella con interés apasionado. Aún aliento propósitos y aún me sacude a veces la indignación."
El 30 de noviembre de 1995 la Universidad de Sonora le rindió un homenaje al anteponerle su nombre al auditorio ubicado en el Departamento de Ingeniería Química. En su discurso de agradecimiento expuso parte de su filosofía de la vida. Agradeció el estar rodeado de profundos afectos familiares, principalmente de su esposa, sus tres hijas y su nieto. Recordó el legado invaluable de sus padres y expresó que una de las mayores gracias que la vida le había otorgado era el apoyo generoso de los demás, pues en todas las tareas que emprendió encontró siempre manos amigas en las cuales apoyarse: "Yo solo, sin los amigos y discípulos que me rodearon con devoción en la tarea conjunta, nada hubiera logrado. El mérito de las realizaciones no fue, pues, de un hombre, sino de un grupo entusiasta y solidario."
Su fe en el ser humano se mantuvo hasta el final de su vida: "Yo puedo dar fe de que hay más almas nobles y más espíritus desinteresados de lo que creen en general los hombres." Si a veces éstos fallan es por la acción del medio "que corrompe a los débiles, o por la dura crisis del tiempo, que puede aplastar hasta a los más fuertes."
Los valores más preciados para él eran la autenticidad, el servicio a los demás, la honestidad, la congruencia entre lo que se piensa y lo que se hace, el practicar lo que se enseña y el respetar las propias convicciones en cualesquier circunstancias.
Manuel Rivera Zamudio falleció el 1 de noviembre de 2000.
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Principales avances de la Universidad de Sonora
durante el rectorado de Manuel Rivera Zamudio
Se crea el Bufete Tecnológico Universitario (BTU) (1983).
Se aprueba el Estatuto de Personal Académico (1985) mediante el cual se establecen la evaluación curricular y los concursos de oposición como procedimientos para la selección de recursos humanos.
Inician los cursos de la Maestría en Ciencias de Polímeros y Materiales y de la Maestría en Física.
La Escuela de Altos Estudios se divide en tres unidades académicas: Matemáticas, Física y Humanidades. El departamento Económico-Administrativo se convierte en responsable de las licenciaturas de Contabilidad y Administración de Empresas.
Se aprueba el Plan de Desarrollo Institucional 1985-1987.
Durante este período recibe gran impulso la investigación como un área prioritaria de la institución, al igual que la formación de recursos humanos.
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Fuente:
Guadalupe Beatriz Aldaco. Nuestros rectores. Edición conmemorativa del 61 Aniversario de la Universidad de Sonora.
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