Yo conozco nomás a una persona (me incluyo) que le fascinará esta nota, porque sé que la cerveza es como la parte complementaria de los nutrientes que corren por su torrente sanguíneo (aunque yo creo más bien que es cerveza la que le corre por la tubería orgánica, salpicada de algo de líquido hemático y unas cuantas burbujitas de oxígeno).
Y es que hoy, justo al mediodía, hora local de Alemania (4:00 de la mañana en Punta Chueca, Sonora, y en el Bar Pluma Blanca), arrancó la Oktoberfest de Múnich, la más popular y tradicional fiesta cervecera del mundo, al ritual grito de “¡O’zapft, kollektivität betrunken!” (“¡Está abierto, bola de borrachales!”, adaptación libre de la lengua mayo al alemán) con que el alcalde, Christian Ude, encajó a mazazos el grifo en el primer barril y empezó el fluir cervecero… y la fiesta del glu glu glu…
Algo así como las Fiestas del Pitic y la Expo Ganadera juntas y revueltas, pero en versión de primer mundo, con un programa de actividades culturales que supera por mucho las exposiciones del MUSAS, según me dijo el otro día un alemán que fue visitante asiduo a la Oktoberfest y que hoy deambula por las calles de por ahí: creo que se apellida Alzheimer…
Además del desmadre propio de festejos de este tipo, entre la Oktoberfest y las Fiestas del Pitic-Expo Ganadera hay otra coincidencia, nomás que ésta en reversa: mientras que allá la gente habla en germánico natural, aquí los visitantes a nuestras fiestas regionales (las fiestas del pueblo, le dicen acá: mjú…) entras hablando náhuatl, yaqui, conca’ak o simple castellano ranchero, y después de una buena dotación de cheves y pingüinos marinela sales hablando las peores palabras en alemán, que son por supuesto las que no se entienden ni madre pas, como dicen los franchutes.
Eny, wey: Desde este sábado y hasta el próximo día 7 de octubre se espera que pasen hasta siete millones de visitantes de todo el mundo por el recinto de la “Wiesn”, como se apoda a la Theresienwiese o Prado de Santa Teresa, donde tiene lugar la fiesta.
Esta fue la cifra récord del año pasado y, aunque no hay una cifra oficial de cuál es el “objetivo” para este año, en Múnich se espera lograr, por lo menos, la de seis millones y medio de asistentes: o sea que ni qué Juegos Olímpicos de Londres ni que nada…
Se espera, asimismo, un consumo “mínimo” de 6,5 millones de litros de cerveza, pese a que este año el precio de la “Mass” o jarra de un litro de cerveza se situará entre los 9,20 y los 9,50 euros, algo más que el año anterior. Imagínense nomás el miadero: igualito que aquí, pues...
Además del millonario consumo cervecero que da nombre y señal de identidad a la fiesta, se espera que los visitantes den cuenta de 30.000 kilos de pescado, 330.000 salchichas y 80.000 litros de vino, de acuerdo al cómputo de años anteriores.
Las carpas de la “Wiesn” se llenarán para su 179 edición de turistas de todo el mundo bebiendo y cantando con bávaros y alemanes del resto del país, entre camareras de escote pronunciado, de acuerdo al traje típico local, y transportando sin inmutarse hasta una decena de enormes jarras a un tiempo.
No hay apenas variaciones a ese programa, más allá de algunas innovaciones para el público infantil, además de las norias y demás atracciones de todos los años, como es una nueva cueva de los horrores, al parecer más terrorífica que sus predecesoras, según los organizadores.
Se reedita así una fiesta nacida en 1810 con motivo del matrimonio entre el Príncipe Luis I de Baviera y Teresa de Sajonia y Hildburghausen, que culminó con una carrera de caballos.
La fiesta tuvo tal éxito en su estreno que siguió celebrándose año tras año y creciendo, hasta coronarse como la más multitudinaria en su género, en el corazón de la asimismo capital por antonomasia de la cerveza.
En toda su historia, la multitudinaria fiesta sólo fue cancelada en tiempos de guerra.
Las medidas de seguridad se reforzaron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 y ante los temores a un ataque del terrorismo islámico contra la multitud que se concentra día a día en la “Wiesn”.
Hasta ahora, el más trágico atentado ocurrió en 1980, en el que un neonazi acabó con la vida de trece personas e hirió a otras 200.
La enorme popularidad de la Oktoberfest esconde, en lo que al ciudadano alemán se refiere, una estadística que evidencia el alto nivel de rechazo que la fiesta despierta en el país.
Un 42 % de los alemanes afirma “imaginarse” participando de la fiesta, frente a un 43 % que asegura jamás pisará la “Wiesn”, según una encuesta del instituto demoscópico Ipsos.
El principal motivo de rechazo no es la cerveza sino los excesos e imágenes de borracheras descomunales que, asimismo, forman parte del paisaje tradicional de la “Theresienwiese” en esos días. O sea: se vuelve una vulgar Fiestas del Pitic o, peor: una triste ExpoGan.
Se espera que el momento de máxima concentración de personas en la presente edición sea el 3 de octubre, Día de la Unidad Alemana y fiesta nacional, cuyo acto central se celebra de forma rotativa en los 16 “Länder” y que este año corresponde acoger a Múnich.
¡Uta, madre!: sé de alguien que nomás con ver las fotos se puso a salivar como perro pavloviano... slurrrpppp...
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EFE
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