Trova y algo más...

miércoles, 8 de julio de 2009

¿En qué libro del olvido quedaremos...

Echado sobre el catre, en lo profundo del patio de la casa paterna en Navojoa, bajo la fronda de los árboles tristes ennegrecidos por los pájaros de la inocencia, una noche de hace más de cuarenta años, el niño que fui deslizó suave, lentamente la sábana y se descubrió el rostro, miró las tímidas luces de los astros que en los linderos de la página celeste parpadeaban en silencio, y sin saberlo, empezó a deshebrar la fantasía.
Algo tenían mis noches de la infancia en aquel pueblo simple que abandoné a destiempo: ¿acaso los fantasmas que entonces habitaban mi alma y que ahora son recuerdos que busco y que no encuentro?
No lo sé: a más de cuatro décadas de aquella noche oscura me pregunto asombrado ¿y el tiempo... dónde va? ¿dónde vamos todos al final de nuestras vidas? ¿en qué libro del olvido quedarán escritos nuestros nombres?
Tocado por el sino infausto de los soñadores, cierro los ojos cada noche, y en el croquis amarillo de mi mente veo huellas incontables que cruzaron cada pliegue de los días: hombres y mujeres sin rostro que en la suma invisible de las generaciones vinieron a darnos el nombre que tenemos y el color que ostentamos y el elemento aglutinante que se supone sea el hecho de ser un ciudadano más en el mundo, en este territorio de la transitoriedad que es la vida…
Yo imagino a los seres de hace quinientos años vagando por la inmensa lejanía de arbustos que ahora mismo es esta ciudad; los veo ahí, frente a mí, recogiendo el alimento para sí o para los suyos, esquivando los zarpazos de las fieras y el frío atenazante o el calor mortal.
Y veo, sin quererlo, en las nubes resquebrajadas de mis sueños, a un niño que en algún pueblo perdido del amplio territorio que habitamos, ahora mismo desliza con cierta alegría la sábana de su rostro y observa en la noche estrellada los mapas antiguos que alguna vez cruzaron los pies rugosos de los hombres y mujeres de hace quinientos años, e imagina que algún día, en otra ciudad, ya viejo, soñará con un niño que mirará el cielo de la noche apiñonado de luces que se repetirán una y otra vez hasta el fin de los tiempos…
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