Ahora hablamos de transparencia como antes se habló de renovación moral, una transparencia que a pocos les sirve: a los intelectuales metodológicos y a los medios; fuera de ellos, a muy pocos ciudadanos les sirve o interesa tener a su disposición la información administrativa generada por las diferentes dependencias gubernamentales.
Lo malo de que la información esté a disposición de los medios es que la enorme mayoría de los medios o son incondicionales del gobierno en turno o son fieros opositores, lo que provoca un dudoso manejo de la información, convirtiéndola en simple chantaje mediático. No hay que olvidar que la mayoría de los medios son empresas y que de alguna manera deben ganar la sobrevivencia.
Ningún gobierno se puede considerar planamente democrático si los asuntos públicos no se manejan a la luz del día este requisito de decencia democrática debiera pesar en los cálculos de los visionarios electorales, pero sabemos que no es así.
Desgraciadamente transitar de la cultura del secreto al paradigma de la transparencia exige mas que artículos enunciativos dispersos en diferentes ordenamientos, los alcances que pudieran llagar a tener una ley y una reglamentación decididamente liberales y detalladas en sus procedimientos son enormes, estamos hablando de una reforma que atraviesa a todo el aparato gubernamental y estamos hablando de poner al gobierno a la luz del día sin ningún tipo de cortapisa, estamos hablando de una reforma sistémica, de la posibilidad de transformar el funcionamiento del gobierno y el comportamiento particular de los servidores públicos y de hacer verdaderamente pública la vida pública.
La función del cuarto poder es, sin duda, controlar y criticar a los otros tres poderes tradicionales, y puede hacerlo porque su crítica no tiene funciones represivas: los medios de masa sólo pueden influir en la vida política creando opinión... y eso es garantía de salud para un país democrático que la prensa pueda cuestionarse a sí misma.
Pero cabría cuestionarnos lo siguiente:
¿Los periódicos son instrumentos de poder controlados por partidos o grupos económicos, que usan un lenguaje deliberadamente críptico, en cuanto su verdadera función no es dar noticias a los ciudadanos, sino enviar mensajes cifrados a otro grupo de poder pasando por encima de las cabezas de los lectores...?
¿Los periódicos están obligados a inventar la noticia, a transformar en noticia lo que no lo es...?
Con tanta información inútil como nos venden cada día, se enturbian las aguas de la opinión pública, que paradójicamente es de natural escéptica. Si hay políticos en medio de la noticia, que generalmente los hay, se envenena el campo político...
La noticia se ha vuelto un producto bajo en calorías, que no engorda, y se ha convertido en un instrumento para un estrato social joven y falto de energías para cuestionarse los embrollos de la vida, no para el ama de casa católica, no para el marginado al que se dirige la extrema izquierda, no para el jubilado al que apela el centro izquierda, no para la señora burguesa que va a las manifestaciones de la derecha vestida de blanco.
Así, los medios pudieran darle todo el poder de la información tijereteada a esos jóvenes que buscan con ahínco tender un puente privilegiado con los yuppies de Nueva York, y en busca constante de la metrosexualidad que el cielo nos tiene prometida en los malls de Tucson y Phoenix, como ya en 1997 avizoraba el oráculo del grupo Molotov en Give me the power.
La prensa que se adquiere voluntariamente en el quiosco o en las esquinas tiene una función fundamental, y no sólo para el crecimiento cívico de un país, sino también para nuestra satisfacción y el placer de estar acostumbrados desde hace decenas de años a considerar la lectura de los diarios como la oración matutina del hombre moderno.
Pero la prensa tiene también la obligación social de vendernos una mejor calidad de vida, buscar y entregarnos la noticia que beneficiará nuestro libre albedrío, escudriñando todo el mundo, no sólo la breve arena de box que con frecuencia son el Congreso y el Senado, y que con certeza a millones de mexicanos no nos interesa, sino el esfuerzo de los conciudadanos que están construyendo ahora mismo algo para todos, y de los que la prensa debería hablar más porque de su crecimiento y crisis depende el futuro de nuestra sociedad, no del paso fugaz de un puñado de personajes salidos de los guiones de la demagogia y que se cubren unos a otros con la mil veces remendada cobija de la práctica servil de la política...
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