Trova y algo más...

jueves, 16 de julio de 2009

Los mariachis callaron...

El hecho fue memorable porque en la historia de la televisión mexicana no había quedado registrado en video un espectáculo tan deprimente en el que el ala trasnochada de los paparazzi mexicanos fuera tan mal tratada y peor encañonada por un gorila que cobraba como guarura de la señora de Mijares en aquella celebración de la obra Regina, que a duras penas llegó al centenar de representaciones en una ciudad de más de veinte millones de chilangos y como mil doscientos habitantes, según cuentan las crónicas.
Y en serio que cuando recuerdo la escena, se me ponen los pelos de punta. (Antes de que me chamaqueen, déjeme decirle que esto último, estimable lector, es sólo un recurso literario porque yo nada más tengo pelo en ciertas regiones de la parte baja de la memoria).
Pero ¿quién no recuerda con desagrado al tipo aquel tirando golpes con la cacha de una pistola de uso reglamentario del Ejército, y enseguida apuntándole al puñado de florecitas con micrófono que iban detrás de una declaración de Lucero. ¡Ainch: Bruto, bruto, brutote!
No hay necesidad de consignarlo, pero el hecho estuvo impregnado de gran drama, con decirle que por el susto que les metió el gorilón empistolado, algunos de aquellos reporteros se convirtieron en verdaderos machitos, dejaron para siempre los programas de espectáculos, con todo lo cool que son, y ahora son delegados federales en algunos estados de la República. Además, es una chamba menos riesgosa que la reporteada. ¿Verdá, tú?
Después de la escena de gorilismo cultural, se vinieron los reproches de los chicos de la prensa, ante lo cual Lucero hubo de salir a dar la cara con pésima suerte, pues en lugar de aceptar el error de su empleado, lo defendió como sólo se defiende a un hijo y al padrote. El momento cumbre de aquel enfrentamiento que empezó como rueda de prensa llegó cuando los reporteros reclamaron las varias intromisiones de la santa madre de la señora de Mijares, a lo cual la ex estrella infantil, se arrellanó en la silla, abrió las piernas en posición cachonda, puso los brazos en jarras y exclamó: "¿Y?"
Dicen los heraldos de la farándula que después de aquel pronunciamiento luceritesco, los mariachis callaron y que de las manos sin fuerzas fueron cayendo los micrófonos sin darse cuenta los presentes, porque ante aquella respuesta llena de destos bien puestos nadie se atrevió a replicar.
Ni siquiera horas y días después, cuando los ventaneros y los orejeros le hicieron la autopsia a la grabación de aquel encuentro desafortunado de Lucero con la prensa. "Cosas de la televisión, por eso yo prefiero no verla", dicen que dijo alguna vez José Feliciano. Y los que conocen a Feliciano aseguran que ha mantenido su palabra: Esos son los hombres de a de veras, no la mediocridad que rodea a Calderón (Beltrones dixit).
Y al parecer se juntaron los empistolados tipo guarura de Lucero con los mediocres de Calderón (hasta parecen conjunto norteño, eh) para bañar de sangre al país.
¿Qué pasó?, se pregunta la mayoría de los ciudadanos, sobre todo cuando se gastó tanto dinero en huecas campañas de seguridad. Nadie lo sabe. O, mejor dicho, todos lo sabemos: Cuando no hay un trabajo previo, profundo y sensible, como deben de ser todos los trabajos que buscan el bienestar de la sociedad, no el simple hecho de tratar de posicionar imágenes vacías, cualquier propuesta está condenada al fracaso.
Los responsables de la seguridad nacional (estatl o municipal, que a todos les toca) dicen que no, pero los miembros del "Club de Bongoseros, Violinistas y Rondalleros, Similares y Conexos, A.C." (Marcosoto y el Colas son bongoseros; la hermana de la Marthasilvia es violinista; el Pollo es rondallero, y yo nomás soy similar y algo conexo) creemos que sí, que nos están fallando los héroes vestidos de agentes (encubiertos y/o no) y que no pueden ponerle freno a los ímpetus perversos de mucha gente mayor de edad que cuando se toma unas copas se cree grande. Y ante eso, verdá de dios que no hay quien pueda enderezar chuecuras y desfacer entuertos.
Cuando las campañas publicitarias sobre seguridad pública están sustentadas en pura y ejidataria demagogia, lo único que podemos esperar es un resultado más rojo que la ola bursista. Y eso es justamente lo que ha sucedido durante el frágil calderonato que padecemos.
Hay que reconocerlo: la naturaleza humana es mucho más complicada que cualquier ecuación política, y no debe creerse que con el simple hecho de publicar desplegados con artistas posando como policías y ya está todo resuelto: Ni que nuestra obsesión de héroes de película de matones fuera un simple resfriado.
Y también hay que reconocer que eso pasa por andar habilitando, y publicitando como si fuera la octava maravilla con lentes rayban, una burda copia de un proyecto de vigilancia que tiene más de medio siglo vigente, con sus altas y sus bajas (sin alusión a nadie, eh), que empezó en España con Alfonso VIII, con el nombre de Hermandad Vieja; siguió con los Reyes Católicos, bajo el nombre de Hermandad Nueva; cruzó toda la época colonial con el nombre de Santa Hermandad, y llegó al siglo XXI, con la campaña de querer a México es como ponerse la verde o absurdos similares.
Ni que las cuerno de chivo no existieran, ¿no?