En 1970, el director alemán Werner Herzog presentó al mundo su película “Auch zwerge haben klein angefangen” (También los enanos empezaron pequeños), Singular reflexión acerca de la condición humana, de potente imaginería en blanco y negro, y extremo fluir bizarro.
El filme narra, con tintes tragicómicos, la rebelión de un grupo de enanos contra la autoridad en una institución.
Uno de los personajes representa el conjunto de los siete pecados capitales.
Y de ese modo alegórico, no exento de humor negro, se señala cómo una revuelta contra la tiranía, por muy justificada que esté, puede traer consigo, paradójicamente, actos de crueldad y degradación que rebajan el valor de la lucha.
Estamos hablando del genial Werner Herzog, quien a juicio de muchos podía permitirse la imaginería fantástica de elevar a los enanos a alturas enormes, porque finalmente no es la condición física lo que delimitaba el tamaño y el destino, sino sus actos, su visión y su proyecto vital.
Para los que no queremos y amamos el futbol mexicano, por el contrario, no podemos decir lo mismo de las palabras que expresara José Manuel de la Torre, el nuevo y refulgente, pero igualmente mamón y llorón, técnico del conjunto de futbol llamado Tri (conocido en el bajo mundo de la intelectualidad como “Secreción Nacional”… y a mucha honra).
En su presentación oficial, el también calificado con el remoquete de “Chepo” de la Torre, entendemos que precisamente por su escasa elevación, dijo literalmente, al referirse a la presunta altura futbolística de su equipo técnico: “Tengo una frase que dice que si te juntas con enanos, del circo no saldrás...”
Pero al Chepo de marras se le ha olvidado una cosa importante: no todos los enanos se encuentran en el circo, pues ante las posibles ventajas que los de estatura normal poseen, los enanos desarrollan diferentes estrategias de sobrevivencia, facultades y destrezas impresionantes, a tal grado que en la historia hay enanos cantantes, cineastas, circenses, guerreros, bufones, padres de familia, profesionales, personas comunes y corrientes, y también los hay perversos y cómplices de la delincuencia… es decir, todo lo que puede ser un seleccionado nacional mexicano de estatura media…
Se sabe que una persona enana resulta una atracción pasiva o activa, tanto para niños como para adultos. Su singularidad no se limita a su tamaño, sino a que puede parecer un niño o una muñeca y, aunque sea adulto, desde nuestra óptica lo vemos de menor edad.
Pero una cosa es cómo el Chepo ve a los enanos y otra cómo ellos observan al De la Torre mencionado, porque su manera de percibir al mundo no es la misma.
Y es que un enano pronto, y de manera natural, toma conciencia de su cuerpo, recursos, ventajas y desventajas; por tanto, se integra en un tipo de “subcultura” familiar y social. Su salud y comportamientos son ordinarios, a no ser por complicaciones endócrinas manifiestas o por implicaciones emocionales que muchas veces son alimentadas por el entorno, más que por su misma experiencia de vida.
Su mundo es pequeño: espacios, ropa, alimentos, velocidad; pero sus aspiraciones son adecuadas a su condición, igual o superiores al común denominador de las otras personas. El problema mayor es la integración social, laboral y de pareja, pues así como hay limitaciones en la talla, también las hay en la compatibilidad con las personas y medios.
Y ya, de entrada, sabemos que los enanos no jugarán en la refulgente selección del imbécil del Chepo de la Torre; es decir, ni el Hobbit Bermúdez ni el César Villaluz ni el Gutty Estrada ni los enanos europeos tendrán cabida en el nuevo Tri, porque el puñado de divas que se convoque corre el peligro de hacer del futbol panbolero, representante de 120 millones de mexicanos, un verdadero circo: ya tienen a las trapecistas y al lanzador de puñales… y con los enanos, pues… ¿qué les diré…?
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