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jueves, 13 de enero de 2011

Beber cerveza es una ciencia...

Un amigo a quien no conozco (se llama Sergio Parra, je) pero que ya quiero como si fuera mi hermano, escribió en su blog Genciencia. La ciencia en forma sencilla (http://www.genciencia.com) la entrada (I y II) titulada “¿Podríamos vivir solamente de cerveza? El mito de la barriga cervecera y el experimento de los marineros borrachos”, y que por razones que superan lo obvio tomo y comparto, faltaría más…

Como tomar cerveza es toda una ciencia, y como una ciencia que se precie como tal también conlleva sus riesgos a la hora de establecer metodologías para practicarla (¡Niños, no lo intenten en casa, por favor; mejor pídanle ayuda al borracho de su padre!), estamos obligados a consultar amplia bibliografía sobre el tema, por lo cual va la entrega sobre este asunto, toral en nuestra sociedad (beisbol de la Mexicana del Pacífico, Expogan, FAOT, Verbena de la catedral… eventos todos donde se consume la cheve como si se fuera a acabar justo al caer la tarde)…

Dice mi amigo que a más de uno, sobre todo si tiene ascendencia irlandesa, le gustaría saber si podría basar su dieta exclusivamente en la cerveza. ¿Una persona podría sobrevivir sin alimentarse de nada más?

Bien, realizar un experimento empírico al respecto es un poco complicado: aunque voluntarios no faltarían, seguramente estaríamos contraviniendo las elementales reglas de la ética si nos dedicáramos a alimentar con cerveza a un grupo de personas para esperar qué pasa. Así que podríamos echar un vistazo a alguna clase de experimento natural o del pasado

Pero antes examinemos la composición de la cerveza y sus cualidades nutritivas.

Al hacerse de cebada malteada, la cerveza es rica en vitaminas. Una pinta puede proporcionar más del 5 % de la ingestión diaria recomendada de varias vitaminas, como B9, B6 y B2. Pero carece de otras como la A, C y D. La cerveza es una bebida fermentada que recibe las propiedades alimenticias de los cereales con que se produce, igual que el vino las de la uva, o la sidra las de la manzana.

Aporta una cantidad de ácido fólico, vitaminas, hierro y calcio mayor que otras y provocan un efecto “protector” sobre el sistema cardiovascular. Los bebedores de cantidades moderadas de cerveza presentan una menor incidencia de diabetes mellitus e hipertensión.

Así que no es de extrañar que, desde la antigüedad, la cerveza haya constituido un elemento básico de la dieta, llamándose a menudo “pan líquido”.

En el antiguo Egipto los trabajadores recibían cerveza como parte de su salario, así como las damas de honor de la reina Isabel I de Inglaterra. En 1492, era la ración oficial de los marineros de la armada de Enrique VII.

Es probable que una persona pudiera vivir determinado tiempo sólo consumiendo pan líquido, pero no tardaría en desarrollar cirrosis hepática y sufriría evidentes deficiencias vitamínicas.

Sin embargo, ¿hay ejemplos reales de personas que hayan mantenido una dieta casi exclusiva de cerveza durante un tiempo prolongado? Gracias a John Clephane, sí. Lo veremos en la próxima entrega de este artículo.

Y de paso repasaremos el mito de la barriga cervecera.

Clephane era un médico de la flota inglesa que realizó una prueba clínica en plena Guerra de los Siete Años, de 1756-1763. Tres barcos fueron partieron de Inglaterra a América:

A uno de ellos (el Grampus) se le suministró cerveza en abundancia, mientras que a las dos naves de control (el Daedalus y el Tortoise) se les asignó la cuantía habitual de bebidas alcohólicas. Después de una travesía insólitamente larga debido al mal tiempo, Clephane informó que en el Daedalus y en el Tortoise habían necesitado hospitalización 112 y 62 hombres respectivamente. Sin embargo en el Grampus sólo habían sido 13, un resultado bastante claro.

Al parecer, los marineros tenían asignadas 8 pintas de cerveza diarias. Es decir, más de 4,5 litros.

Uno podría pensar, no obstante, que ingerir tanta cerveza se traducirá en la famosa barriga cervecera. Bien, hasta cierto punto es así: si se consume a espuertas y, además, acompañada de comidas de alto contenido calórico, y manteniendo una vida sedentaria.

Pero no ocurre así entre las personas que consumen cerveza moderadamente y tienen una dieta mediterránea. A pesar del mito de que el consumo de cerveza produce distensión abdominal, las conclusiones de diversos estudios indican que un consumo moderado de esta bebida fermentada de baja graduación alcohólica no provoca aumento de peso, ni modificaciones en la composición corporal, como el Asociación entre el consumo moderado de cerveza tradicional y sin alcohol y la composición corporal, llevado a cabo por la investigadora en el Instituto del Frío-ICTAN del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Ana María Veses Alcobendas.

El estudio se hizo incorporando dos latas de 330 mililitros para los varones y una lata para las mujeres en la dieta.

Los resultados de otro estudio publicado hoy parecen confirmar que tampoco hay atisbo de barriga cervecera en un consumidor habitual. El trabajo se ha realizado sobre una muestra de 1,249 participantes, hombres y mujeres mayores de 57 años que, por edad, tienen mayor riesgo cardiovascular.

La dosis recomendada por los médicos es de dos vasos diarias para las mujeres y de tres para los hombres, siempre con comidas equilibradas, y siempre que las personas realicen una vida normal.

Y ahora, brindar por este artículo: a coser y a bailar, que el mundo se va a acabar...

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