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viernes, 21 de enero de 2011

Beatificación de fast track…

Todavía no enterraban a Juan Pablo II, cuando el ultraconservador cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos lo proclamó santo.

El cardenal, entonces funcionario del Vaticano, dijo que no faltan milagros del pontífice polaco, pues los hizo ya en vida y por eso la beatificación debía hacerse inmediatamente.

Esa exigencia fue atendida sin dilación por el nuevo pontífice, Benedicto XVI, quien dispensó esperar los cinco años prescritos por el derecho canónico para iniciar una causa de beatificación.

Contra esa determinación alzó su voz un grupo de teólogos, historiadores e intelectuales de Europa. En un documento, afirmaron que la iniciativa citada fue inducida por sectores ultraconservadores de la Iglesia y respaldada acríticamente por muchos medios.

Si la santidad cristiana tiene como medida el seguimiento de Jesús, pensamos que el Pontificado de Juan Pablo II ofrece, en aspectos importantes, abusos y contradicciones impropias del seguimiento de Jesús. No fueron escuchados.

Comenzó entonces la recolección de documentos en los que se detallaban los milagros realizados por la intercesión del Papa difunto, tarea encomendada al cardenal polaco Slawomir Oder.

Son más de 30, según el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva.

En la ceremonia para conmemorar el segundo aniversario de la muerte de Juan Pablo II, aparecieron pancartas con la inscripción Santo súbito, para reclamar la máxima rapidez en la beatificación, pues estaba presente y era visible el milagro que se necesitaba en la persona de sor Marie Simon Pierre, monja francesa, de 45 años, que sufría la enfermedad de Parkinson.

Sor Marie trabajaba en una maternidad de Aix-en-Provence y después de la muerte del Papa polaco su congregación comenzó a dirigirle oraciones para que la curara.

En vez de mejorar con las oraciones, sor Marie se agravó a tal grado que comunicó a la congregación su decisión de no seguir trabajando.

La superiora de la orden le pidió que escribiera en un papel Juan Pablo II, pero la monja no pudo hacerlo por su grave estado de salud. Mas en la noche, sola en su cuarto, lo intentó de nuevo y escribió finalmente el nombre. A la mañana siguiente no tenía ya ningún síntoma del Parkinson.

Los médicos la consideraron curada de forma inexplicable para la ciencia.

Fue la piedra sobre la cual Benedicto XVI cimentó la beatificación de su antecesor en el mando de la Iglesia católica, multitudinaria y mediática ceremonia programada para el próximo primero de mayo.

Quedan otros milagros que, no lo descarte lector incrédulo, pueden servir para el paso siguiente: la santidad del Papa polaco.

Mientras Juan Diego, con todo y su imagen de la Morena del Tepeyac, siendo el vocero oficial y el vehículo que dio vida al catolicismo indígena no sólo en México sino en toda Latinoamérica, debió esperar no sólo media eternidad, sino la anuencia de los jerarcas del Vaticano, tiempos mejores y luces políticas favorables para empezar a subir los peldaños de una santidad menos cuestionada que la de Juan Pablo II…

O sea: hasta en los procesos de santificación hay niveles…

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Tomado de La Jornatta (para estar a tono con El Vaticano, je)

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