No me consta, porque yo no tengo Facebook, pero esto me han dicho: las personas que cuentan con una complicada o enorme lista de amigos en la red social Facebook tienen también amígdalas cerebrales más grandes.
Mi primo el Chato Peralta, quien ahora es chico Facebook —como el veterano cronista deportivo Jesús Alberto Rubio—, me dijo el 31 de diciembre, en calidad de bulto él y yo también (aunque yo más bien parecía tamal de carne de cerdo, ajá, por lo encobijado), balbuceando como trapecista, que lo de las amígdalas y la red social de marras lo había leído en una página de internet “de cuyo nombre no quiero acordarme”, subrayó con orgullo como si él hubiera sido el primero en decir el enunciado.
Yo nomás me quedé callado, haciendo un cigarro de hoja, y no lo saqué de la duda.
El caso es que después yo me puse a investigar, y sí: resulta que un tal Kevin C. Bickart, del Departamente de Anatomía y Neurobiología de la Universidad de Boston, lideró el estudio ‘Tamaño de las amígdalas y la vida social en humanos", en el que se comparó el tamaño de diferentes regiones del cerebro con las redes sociales de los individuos.
Y al final descubrió que tras examinar las relaciones de estas zonas con el uso de las redes sociales, como Facebook, se determinó que había mayor diferencia entre las amígdalas cerebrales de los individuos dependiendo de su actividad social en internet.
"El volumen de la amígdala cerebral está relacionada con el tamaño y complejidad de las redes sociales en los adultos", señala el reporte, nomás que en inglés.
El trabajo fue publicado en la revista científica Nature Neuroscience y retomado por la BBC, y para llevarlo a cabo se estudió a 58 personas, quienes fueron interrogadas sobre sus listas de contactos en las redes sociales.
"Esto comprueba que la amígdala del cerebro, comúnmente ligada a las emociones, tiene un lugar importante en el comportamiento social", agrega el tal Bickart.
Los científicos creen que esta parte del cerebro puede haberse desarrollado de tal manera que ayuda a los humanos a lidiar con las vidas sociales cada vez más complejas debido al surgimiento de nuevas tecnologías.
Pero yo, que ni soy científico ni lo quiero ser, no me queda claro para qué demonios sirve saber que las amígdalas cerebrales son más grandes si te la llevas compartiendo pendejadas con tus cientos de contactos a través de las redes sociales, en lugar de poner los pies en la tierra y hacer de este mundo un mejor lugar, aunque sólo tengas un par de contactos, pero de carne y hueso… y siempre a la mano…
Es como la conclusión a la que llegó Manolito, el de Mafalda, cuando sentenció: “¿Para qué demonios sirve saber que el Everest es navegable…?”
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