Aunque no parece, los haitianos y los mexicanos tenemos mucho en común en estos meses; mejor dicho, desde que el PAN arribó al poder.
Y es que no pasa un día sin que los priistas estén chingando con que con ellos México vivía mejor, que ellos sí saben gobernar, que el PRI es el único partido que tiene la estructura suficiente para llevar adelanta a un país que, aunque finjan demencia, fueron los mismos priistas quienes lo metieron a la barranca y crearon y permitieron la mayoría de la mugre que los ciudadanos padecemos hoy.
Y ese reclamo se ha envilecido con la elección del imbécil de Moreira como presidente nacional del PRI, y sus pequeños hijos putativos de los estados, para no quedarse atrás, tratan de imitar al gran gañán coahuilense, que no puede ocultar los hilos de Salinas y demás elite priista.
Los haitianos tienen su propio PRI en la persona de los tiranos que gobernaron ese país entre 1957 y 1986: François Papá Doc Duvalier y Jean-Claude Baby Doc Duvalier, padre e hijo, que masacraron a los haitianos para poder seguir en el poder, con el visto bueno de Washington.
Los gobiernos que siguieron no han podido enderezar a un país que nació chueco, igual que México. Y hoy la población de aquel país caribeño, que ha sido azotada por desgracias naturales y políticas durante los últimos 25 años, añora la vuelta de los asesinos.
Y a eso le apuesta el PRI de Paredes, de Moreira, de Salinas, de Beltrones, de Peña Nieto, de las televisoras y de las familias más ricas de México: a que la ciudadanía, confundida por todo y por todos, reclame la vuelta de quienes generaron no sólo la confusión original, sino el hambre, la miseria y el desempleo, por una parte, y por la otra, las fortunas más obscenas que este país ha registrado.
Para nosotros, los mexicanos que no añoramos la vuelta del PRI a Los Pinos, Haití es un buen termómetro y un ejemplo que no debemos perder de vista.
Cuando el dictador Jean-Claude Duvalier cayó derrocado por un golpe militar en febrero de 1986, muchos de los jóvenes haitianos que el domingo por la noche celebraban su regreso a Puerto Príncipe, tras 25 años de ausencia, ni siquiera habían nacido. Su Gobierno, junto al de su padre, François Duvalier, llevó a la muerte a más de 60,000 personas.
La voz de Daniel Dimanche estaba a unos dos decibelios por encima de la emoción: "Yo tenía sólo un año cuando Duvalier se fue de Haití. Pero he escuchado tanto de él que he querido venir a verlo cara a cara. La gente dice que cuando él era presidente había más seguridad, más respeto hacia las personas, que la gente vivía mejor y que desde que se fue el país marcha muy mal".
Daniel tiene ahora 26 años: los cumplió el pasado 12 de enero, cuando también se conmemoró un año del terremoto que destrozó su ciudad. Vive en un campamento de refugiados de la avenida Juvenat, donde antes estaba su casa. Es fontanero, pero no tiene empleo. Y ya no puede decir más, porque corre a abrirse paso entre decenas de jóvenes que, como él, se aferran a las rejas del hotel Caribe para ver al ex dictador pasearse por el lujoso lugar en el que se ha hospedado.
Jean-Claude Duvalier, Baby Doc, tiene ahora 59 años. 40 más de los que tenía en 1971, cuando heredó el Gobierno dictatorial de su padre, François Duvalier, Papá Doc. Pero el Duvalier que se asomó el domingo por los balcones del hotel Caribe impecablemente vestido de azul aparenta tener más de 70 años. En su tiempo era conocido como el gobernante más joven de la historia haitiana.
¿Acaso Jean-Claude Duvalier no mató a demasiadas personas? ¿No robó demasiado dinero?
"Tal vez sí", responde Dorlice Josué, de 45 años, que luego habla en su favor: "Pero [Jean-Bertrand] Aristide y [René] Préval y la Misión de Naciones Unidas han hecho lo mismo, y de ellos no se dice nada".
Las organizaciones defensoras de los derechos humanos están escandalizadas. No entienden cómo Duvalier no ha sido detenido tan pronto aterrizó el vuelo de Air France que el domingo por la noche lo llevó a Haití.
Amnistía Internacional emitió un comunicado que decía: "Las sistemáticas y generalizadas violaciones de los derechos humanos cometidas en Haití durante el régimen de Duvalier representan crímenes contra la humanidad. Haití tiene la obligación de procesarle. (...). Las autoridades haitianas tienen que romper el ciclo de impunidad que prevaleció durante décadas en Haití".
A Esilia Pierre, de 80 años y ahora habitante del campamento de la plaza de Saint Pierre de Petionville, le importa bastante poco que se haga justicia a los muertos de las dictaduras de Papá Doc y de Baby Doc, que gobernaron entre 1957 y 1964, el primero; y 1971 y 1986, el segundo. "A mí lo que me está matando es el hambre. Y si Baby Doc va a hacer algo por mí, pues que vuelva a Haití", alega.
El mandato del actual presidente, René Préval, expira el 7 de febrero. Pero los haitianos aún no saben quién va a sucederle en el poder. Ni siquiera saben con certeza cuándo se realizarán las votaciones y quiénes se enfrentarán en la segunda vuelta electoral, que, según lo previsto el año pasado, debía haberse realizado el 16 de enero, el mismo día que escogió para regresar Duvalier, quien según fuentes diplomáticas francesas cuenta con un billete de vuelta a París para el día 20.
La Organización de Estados Americanos (OEA) ha desautorizado los resultados de la primera vuelta anunciados por el Consejo Electoral Provisional, y ha pedido que el candidato oficialista y yerno de Préval, Jude Celestin, sea excluido de la siguiente elección.
José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, ha venido a decírselo personalmente a Préval.
Y aquí, bajo las miles de horas de información estúpida sobre futbol, Kalimba, Diego y demás tonterías, ¿cuándo revisarán los expedientes criminales que la impunidad ha enterrado para seguir viviendo una democracia de cartón?
Que conteste Baby Doc, tan proclive a los juegos priistas…
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