Las cabañuelas (llamadas también en el norte de España témporas) son un conjunto de métodos tradicionales que pretenden predecir el tiempo atmosférico a largo plazo.
Según parece, la palabra "cabañuelas" proviene de la festividad judía de los Tabernáculos. En un documento de 1450 de Toledo se menciona que los judíos colgaban cuarenta cabañuelas en su barrio en memoria de los años que pasó el pueblo judío vagando por el desierto del Sinaí. Como en esta festividad judía se realizan ritos referentes a la predicción meteorológica, el término de cabañuelas adoptó en castellano ese significado.
Por otro lado, la palabra "témporas" tiene la misma raíz latina que "tiempo". También es un término de temporada y predicciones de los 12 meses del año.
Desde muy antiguo, la humanidad ha tenido la necesidad de predecir el tiempo. La observación del cielo siempre ha sido un punto de inicio para muchas predicciones, mitos y temores. En el caso de las cabañuelas, la experiencia y tradición juegan un papel fundamental.
Las primeras referencias a estas predicciones son muy antiguas; así, en la antigua Babilonia se celebraba la "Fiesta de las Suertes" o Zamuk, en el ceremonial de Akitu del Año Nuevo Babilónico, en la que se predecía el tiempo para cada uno de los doce meses del año.
El primer tratado científico occidental sobre el tiempo lo escribe Aristóteles, que describe como válidos varios métodos de predicción a largo plazo.
A partir de la aparición de la meteorología científica y de la elaboración de predicciones a partir de ella, las cabañuelas han ido perdiendo popularidad.
Actualmente la meteorología considera que, aunque la predicción a corto plazo mediante el saber popular y la experiencia es perfectamente factible, no sucede así con la predicción a largo plazo, motivo por el cual es considerada una pseudociencia.
No en todos los puntos de la Tierra se utilizan los mismos días para realizar el pronóstico (p.e. en Suramérica el vaticinio se hace en el mes de enero, los hindúes lo hacen a mitad de invierno, etcétera), tampoco se ha hecho de la misma manera con el transcurrir de los tiempos y cada cultura tiene su método. Así mismo, el ámbito de aplicación de un determinado método es pequeño, no extendiéndose más allá de unos 80 kilómetros, dándose métodos y predicciones diferentes según las regiones.
Para predecir el fenómeno atmosférico el experto se basa en indicadores como la formas de las nubes, la dirección del viento, las características del Sol, la Luna, las estrellas, la niebla, el rocío de la mañana, el arco iris o el granizo.
El comportamiento de los animales también es utilizado como pronóstico de lluvia; así tenemos la aparición de hormigas aladas, el orejeo de las mulas, que los palomos se bañen, el gato lavándose la cara, el gallo que cante de día (posible cambio de tiempo), gatos que corren y saltan (señal de viento).
Aunque pareciera inviable, las personas también tenían que ver con el pronóstico, si tuviera picor o le doliera una antigua cicatriz, sería posible cambio de tiempo.
Signos de lluvia podrían ser los crujidos y sonidos de muebles, el hollín que cae de la chimenea, olor de los desagües, siembra “retorcida”, humedad en las baldosas de las habitaciones, el sarmiento que “llora” estando seco, etcétera.
Desde el punto de vista científico, las cabañuelas carecen por completo de sentido a la hora de obtener predicciones sobre el tiempo meteorológico, por los siguientes motivos:
No se puede realizar una predicción correcta observando solamente el tiempo de un lugar concreto, ya que el tiempo no evoluciona de forma independiente en unos sitios de otros, sino que, por ejemplo, una borrasca que se formó a miles de kilómetros puede llegar hasta nosotros y cambiar un día soleado por una tormenta de granizo en muy poco tiempo. Hay que tener en cuenta que la atmósfera es un sistema caótico, por lo que cambios pequeños en lugares remotos pueden acabar teniendo efectos muy grandes en la meteorología local.
Los días prefijados para las mediciones son totalmente arbitrarios. La creencia frecuente de que la Luna (y, por tanto, el calendario litúrgico) está relacionada con la meteorología no tiene base alguna, ya que la influencia de la luna sobre la atmósfera es insignificante. Por mucho que la Luna afecte a las mareas marinas, las mareas atmosféricas son mínimas.
Tampoco se corresponde con la realidad, ya que los datos reales no muestran relación alguna entre los ciclos lunares y el tiempo, a diferencia de otros ciclos, como las estaciones del año.
A la tradición y otros motivos culturales, como la necesidad que han tenido todas las culturas de predecir el tiempo, que ha llevado a tradiciones como el Día de la marmota y almanaques como el Calendario Zaragozano.
A la falta de precisión en las predicciones, que incluyen términos tan difusos como "calor sano". Así, las predicciones obtenidas de las cabañuelas permiten margen de error tan amplio que, independientemente del tiempo que finalmente haga, es difícil que pueda considerarse que "han fallado".
A que las predicciones son generalmente a un plazo lo bastante largo como para que el público en general las haya olvidado para cuando realmente ha pasado el periodo de la predicción.
Así, los centros meteorológicos oficiales no utilizan ni las cabañuelas ni las témporas como apoyo a sus predicciones. Eso pasa en el resto del mundo, pero en Hermosillo los meteorólogos de los canales locales de televisión todavía se basan en las cabañuelas para hacer sus predicciones, y en imágenes de satélite pirateadas de páginas gringas, mientras los conductores de los programas matutinos los escuchan con la baba del tamaño del moco de un guajolote: así de silvestres somos todavía en esta ciudad que se da ínfulas de metrópoli ranchera.
Y según estos meteorólogos de libro vaquero, este año va a hacer un bonchi de friyo, al menos durante los primeros seis meses del 2011, pues ha habido tanta gelidez en el ambiente que la ciudadanía antes de salir a la calle por las mañanas, en lugar de beberse el acostumbrado café negro de talega, se toma un largo trago de antifreezer...
Así pinta el año...
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