Según lo que señala la página oficial del Partido del Trabajo: Ante la necesidad de crear una nueva alternativa política que respondiera a los intereses de la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, se inicia la construcción del Partido del Trabajo, ello a partir de la coordinación de varias organizaciones sociales como: Comités de Defensa Popular de Chihuahua y Durango; Frente Popular de Lucha de Zacatecas; Frente Popular "Tierra y Libertad" de Monterrey, así como personas procedentes de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas (UNTA); la Coordinadora Nacional "Plan de Ayala" y del movimiento magisterial independiente.
Así el 8 de diciembre de 1990, en el Auditorio del "Plan Sexenal" de la ciudad de México, se funda el Partido del Trabajo, y de inmediato participa en las elecciones de 1991, en donde obtuvo 270 mil votos, cantidad que no representaba el 1.5 por ciento que fija la ley para conservar el registro.
Ante ello, de inmediato se inició una campaña para realizar una serie de asambleas en por lo menos 20 Estados, con el objetivo de recuperar el registro, y esto se logro el 13 de enero de 1992, cuando por resolución del Instituto Federal Electoral otorgó el registro definitivo. Ello permitió que el Partido del Trabajo participara en las elecciones presidenciales realizadas en agosto de 1994, postulando como candidata a Cecilia Soto, donde obtuvo una votación de casi un millón de sufragios emitidos en todo el país...
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Sin embargo, los viejos habitantes de Durango —quienes realmente conocen la historia del PT— recuerdan que este partido nació en la región lagunera de México, auspiciado por los millones de pesos que le inyectara Raúl Salinas de Gortari, hermano del entonces presidente de la República, con el fin de tener fuerzas de choque con un vago aire de populistas para que desvirtuaran los movimientos sociales del norte del país. La empresa tuvo éxito como grupo manipulador de las realidades sociales del estrato social históricamente más jodido en la región, pero no se reflejó el impacto en las urnas en las elecciones locales de 1991, por lo que transitoriamente el PT perdió el registro.
Ante esto, los hermanos Salinas de Gortari, con el apoyo del aparato priísta en el gobierno, y antes de concluir el sexenio, apresuradamente apretaron algunas tuercas del sistema de partidos y lograron que el PT recuperara su registro y, con el fin de plantarlo en todo México, se lo encargaron a nivel estatal a líderes sociales que han fungido como propietarios del partido de marras desde entonces.
El PT le debe la vida al PRI de los Salinas de Gortari, y ha hipotecado su presente (su futuro no, porque es incierto) al PRI, en algunos estados, y al PRD, en otros. Por ello no resulta raro observar que sus candidatos a puestos de elección popular no tengan una tradición petista (porque, además, no existe), sino que sean tránsfugas de otros partidos (como Cecilia Soto, su primera candidata a la Presidencia de la República, quien ha navegado por infinidad de partidos; Rosario Ibarra, que actualmente es senadora, y quien antes fuera candidata a la Presidencia de la República por el PRT; Ricardo Monreal, quien fuera gobernador de Zacatecas por el PRD, y así hasta el infinito), y que tras bambalinas apoyen la política de quien se encuentre en el poder estatal.
Y siguiendo esa lógica, no por nada dicen que el PT en Sonora juega el triste papel de ser palero del poder al exigirle (como si tuviera la calidad moral para hacerlo) al candidato panista que aclare las irregularidades que señalan los petistas; sin embargo, dejan pasar, en esa doble moral que caracteriza a los dueños del PT, no sólo las irregularidades de los candidatos de otros partidos, sino todas las corruptelas que se han dejado ver a raíz de la tragedia del 5 de junio en nuestra ciudad, y el tráfico de influencias y el cómo han evadido su responsabilidad las diversas instancias del gobierno. Todas las instancias.
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