Trova y algo más...

viernes, 12 de junio de 2009

Francisco Manuel para gobernador…

Alineados. Así les llaman y usted los conoce, amigo lector. Los ha visto, los ha escuchado, los ha leído.
Alineados. Así les dicen a los medios y periodistas que reproducen fielmente los boletines que les envían desde el gobierno del Estado. Y mire que se han enriquecido con eso. Así que la práctica de “ese periodismo” es un buen negocio para los alineados.
Pues bien, los alineados durante la presente semana estuvieron desgarrándose las vestiduras con lo que ellos llaman un acto rapaz de algunos militantes y candidatos de la oposición que, de acuerdo a su perspectiva alineada, tomaron ventaja de la desgracia y de la muerte de ya 45 pequeños.
Despotricaron contra lo que calificaron “aprovecharse de la tragedia”: la politizaron, dijeron todos en coro, siguiendo el guión sugerido y facturado.
Hasta aquí todo está bien.
Pero muchos politizamos la tragedia: unos por una razón; otros, por razones electorales. De hecho, el desgarramiento de vestiduras de los alineados es, per se, un acto de politización de la tragedia. Pero siempre el de enfrente es el que está mal. Es regla divina.
Y como politizar algo tiene mucho que ver con lo subjetivo, pues todos caemos en un terreno pantanoso y bastante amplio, pues casi todo lo que hacemos, pensamos y/o decimos bordea peligrosamente, si no es que mete los pies en el lodo, las aguas negras de lo politizado.
Lo que no se vale es atacar a algunos con un argumento y hacerse de la vista gorda cuando otros caen en lo mismo. En politizar la tragedia.
Eso pasó ayer, cuando el gobierno del Estado premió a más de 30 ciudadanos hermosillenses con la medalla “Orgullosamente sonorense” --que recibieron de manos del gobernador Eduardo Bours, el alcalde Ernesto Gándara y el arzobispo José Ulises Macías Salcedo--, en reconocimiento a su generosidad y valentía al participar en el rescate de niños durante el incendio de la guardería ABC el viernes 5 de junio.
Este acto, por más que tenga de reconocimiento social, en rigor es un acto político. Politizar la tragedia, pues. Y los alineados no dijeron nada al respecto.
En palacio de Gobierno, vecinos, empleados de una gasolinera, una estilista, abogados, un joven de 16 años y empleados de un supermercado, entre otros, recibieron el reconocimiento. Se reconoció también la labor de los socorristas de Cruz Roja, oficiales de Policía y Bomberos, así como del personal de los hospitales que trabajó intensamente el día de la tragedia.
Según se explicó en la ceremonia, algunos de los llamados “héroes anónimos de Hermosillo” ingresaron a la siniestrada guardería para sacar bebés, otros participaron en el traslado con sus carros particulares mientras que el resto ayudó en el cuidado de los niños ilesos hasta que fueron recogidos por sus padres.
Francisco Manuel López Villaescusa, quien ya es conocido a nivel internacional por haber abierto boquetes en las paredes de la guardería con su vehículo, habló a nombre de los galardonados al explicar todo lo que hizo y vivió ese día.
El joven expresó sus condolencias para los padres de familia que ese día perdieron a sus pequeños y enfatizó que quien lo motivó a su acción, ahora heroica, fue su padre Héctor, quien en esos momentos recibió aplausos de los asistentes.
Eduardo Bours Castelo enfatizó que los laureados mostraron una extrema generosidad e incluso algunos arriesgaron sus vidas por las de los niños. Y hasta aquí la crónica social de la politización de la desgracia.
Indudablemente que los héroes anónimos de Hermosillo demostraron un interés sublime por las vidas ajenas, por los niños desconocidos que corrían peligro dentro de la Guardería, y arriesgaron su propia vida por la de los pequeños. Es un acto que enaltece al ser humano.
Ellos demostraron una civilidad a toda prueba, pusieron en marcha ese mecanismo interior que hace que los seres incursionen en el terreno del heroísmo sin más herramientas que su propio cuerpo y sus habilidades innatas, y muchos de ellos dejaron de lado el terreno de la comodidad para meterse a una guarida de fuego sin saber qué encontrarían ni si saldrían con vida.
Lo menos que podemos hacer todos los demás, los que vivimos la tragedia de lejos pero que la sentimos como propia, es reconocer con honestidad a estos ciudadanos y aprovechar su ejemplo.
Por ello, desde estas modestas líneas, propongo que elijamos a Francisco Manuel López Villaescusa como próximo gobernador: ya demostró que tiene el suficiente valor e interés por los demás como para arriesgar su propia vida, algo que los personajes que ahora cuelgan de lonas y mantas en los cientos de miles de postes del estado nunca han demostrado.
Dejémonos de vaqueros torpes y de azules mentirosos, de amarillos trepadores y de naranjas sin luz; de esa mayoría imbécil que pide el voto desde las megalonas con una sonrisa fingida y una mirada hueca, de esos pocos bienintencionados que buscan salvar al país, de esa ínfima cantidad de inteligentes y racionales que tejen su esperanza por el día, como Penélope, para destejerla en la noche de la realidad…
Dejémonos de esos políticos profesionales que han demostrado el desprecio por la vida ajena, sobre todo por la de aquellos que no tienen apellidos ilustres ni fortunas en el banco; dejémonos de maloros y de bebos, de mundos y de patos que nunca han demostrado nada…
Ya tenemos a los mejores candidatos, ahora avalados por el gobierno del Estado como los mejores ciudadanos de hoy por su valor a toda prueba, su interés por la vida ajena y sus actos sin discursos de por medio.
Ya tenemos a quienes podrían gobernarnos con actos, no con demagogia; con interés supremo por los semejantes, no con el desprecio de los políticos; con el fuego y la ceniza quemando su piel, no con el glamour elitista que abre más la brecha social; con hechos, no con carteles ni lemas ni lonas ni el derroche obsceno y criminal de recursos que bien podrían haberse aplicado en medidas de seguridad para salvar la vida de 45 niños…
Ya sé que los alineados no van a entender esto. Pero tú, lector, creo tú que sí lo entenderás. Por eso desde aquí propongo que elijamos a Francisco Manuel como gobernador, y a los demás héroes nuestros de cada día como alcaldes y diputados: ellos ya se han ganado con creces nuestro voto, nuestro reconocimiento y nuestra eterna gratitud.
LOS HÉROES... YA NO MÁS ANÓNIMOS
Esta es la lista de las personas que de una u otra forma ayudaron a rescatar a pequeños del incendio de la guardería ABC. No son todos los que participaron ese día, pero sí son la mayoría:
Martín Vázquez Mendoza. Supervisor de marketing telefónico, vecino de la colonia Akiwiki, ayudó a más de 8 niños retirándolos de la zona de riesgo.
Ángel García Valdez. Vecino de la colonia Akiwiki, sacó a varios niños y los atendió mientras llegaban las primeras ambulancias.
Alejandra Estrada y Luis Ángel Carrillo. Padres de una niña de la guardería. Ayudaron a cuanto niño pudieron y los llevaron en una patrulla de la Policía Estatal, al hospital más cercano.
César Said Romo Noriega. Abogado de profesión. Al ver la tragedia y pensando en su hijo, no dudó en entrar a la guardería logrando sacar a tres pequeños.
Jorge Maldonado. Trabajador del Súper del Norte, corrió con un extinguidor y rescató a tres niños al entrar por una ventana que rompió.
Roberto Bustamante Rodríguez. Vive frente a la guardería y fue uno de los primeros en llegar. Gracias a que abrió con su herramienta un boquete en el muro, lograron salir al menos 10 personas, entre niños y adultos.
Juan Carlos Castro Durán. Trabajador de la gasolinera. Él y cinco de sus compañeros, Ricardo Escalante Ibarra, Odón Mendoza Solís, Cristian Ruiz Ontiveros, Antonio de Jesús Castro Quintana y Rosario Beltrán López, acudieron a la guardería en cuanto se percataron de la tragedia. Varios niños se salvaron gracias a su ayuda.
José Luis García Villegas. Vive frente a la guardería. A pesar de tener tan sólo 16 años, ayudó para abrir un hueco en el muro por donde elementos de las corporaciones y voluntarios entraban a rescatar niños.
José Heriberto Soufflé. Pasaba por el lugar, camino a su casa. Sin detenerse a pensarlo, se sumó a las tareas de rescate de un número indeterminado de niños.
Manuel Gutiérrez Amaya. Jefe de almacén de una empresa cercana, fue de los primeros en llegar y formar parte de un improvisado equipo de rescate, que procuró ayuda a los pequeños.
Samuel Junior Valenzuela Méndez. Trabajador del Súper del Norte que acudió a rescatar a su sobrino, y pese a saber que ya estaba a salvo, se sumó a los voluntarios poniendo a salvo a dos niños.
Héctor Medina Ríos. Acudió a recoger a su esposa al trabajo y al ver la tragedia, se unió a la labor de rescate, logrando sacar al menos entre 14 y 15 niños.
Francisco Manuel López Villaescusa. Trabajador de un taller de herrería. Junto con su padre, no dudó en abrir un hueco en la pared con su pick up, por donde poder entrar a rescatar a los pequeños.
Ofelia Quintero Guerrero. Vecina del lugar, prestó su casa como el primer refugio de los niños que se iban rescatando, protegiéndolos y alimentándolos mientras llegaban sus familiares.
Francisca Moreno. Estilista de profesión, salvó a varios niños y no paró, hasta dejarlos seguros en un hospital.
Alejandro Guadalupe Ibarra Gutiérrez. Integrante del Centro Integral de Alcohólicos y Drogadictos Cananea, A.C., junto con 10 compañeros, participaron activamente desde el comienzo del incendio rescatando aproximadamente a 30 niños.
Jesús Díaz Ruelas. Aun cuando estaba en su día de descanso, es el primer bombero en llegar al lugar del siniestro y empezar con las labores de rescate.
Luis Becerra. Socorrista voluntario. Estuvo en todo momento apoyando las labores de rescate y recibe el reconocimiento en representación de todos los socorristas de la Cruz Roja.