No sé si existan las palabras perfectas para describir el dolor de los padres que han perdido a un hijo. Se dice que cuando la muerte de un muchacho o de un niño se da en circunstancias ajenas al curso natural de la vida, cambia la percepción sobre la muerte, pero creo que el dolor es el mismo: un sentido de desgarramiento, un vacío en la vida, un hueco en el alma... yo no sé exactamente...
Recuerdo ahora una entrevista que Víctor Trujillo le hiciera a Rosario Ibarra de Piedra en febrero de 2005, en la que la señora evocó toda la angustia, todo el dolor, toda la desesperación que ha contenido durante más de 40 años, los mismos que su hijo Jesús ha sido mantenido en los oscuros laberintos de la impunidad gubernamental en calidad de desaparecido.
Quizá las palabras de Doña Rosario pudieran reflejar, al menos en parte, el dolor, la angustia, la incertidumbre, la desazón de los padres y familiares de los niños que fallecieron y de los muchos hospitalizados a causa del incendio de la Guardería ABC, el pasado 5 de junio. Y por ello vale aplicarlas en esta percepción personal sobre la tragedia y el movimiento ciudadano que ha derivado de ella.
En su búsqueda de justicia, los padres, en compañía de miles de personas, han marchado por las calles de Hermosillo y de otras ciudades del estado exigiendo lo que por consecuencia lógica habrían de hacer las autoridades: una investigación a profundidad, buscar a los responsables del incendio y que paguen en su justa medida de culpabilidad: que no se fabriquen culpables ni se vuelva a hacer otro burdo simulacro de detenidos al vapor como ya lo ha hecho el gobierno estatal para acallar la indignación civil.
A diferencia de lo que opinan algunos medios serviles y los partidos políticos mayoritarios en el estado, las marchas han sido verdaderos actos de amor en defensa de la memoria de los niños, porque aun las fieras defienden a sus hijos.
Decía Doña Rosario: "No nos quitaron cualquier cosa, usted puede negociar un terreno, un aumento de salario, pero jamás la vida de un hijo, sus ilusiones", y en el caso de las familias que perdieron a sus hijos en el incendio el agravio va mucho más allá, pues las víctimas fueron bebés, en su mayoría, que ni siquiera supieron cómo ni porqué les llegó una de las muertes más horrendas que pueden existir.
"La muerte de un hijo es un motor que no deja de trabajar nunca, no puede usted quedarse tranquilo ni dormir, aunque finalmente uno lo hace por sobrevivencia; pero a veces hasta sueña que está con sus hijos; sin embargo, hay una frustración permanente al pensar que la ley no existe, que la justicia es sólo para unos cuantos y que hasta las voces religiosas se rentan para fines extraños”, agregó Rosario Ibarra, palabras más, palabras menos.
Como en el movimiento "Eureka", que busca encontrar a los desaparecidos por el gobierno de México en 1968 y 1970, encabezado por la señora Ibarra de Piedra, en la movilización ciudadana nacida el 5 de junio, las razones eran, inclusive, hasta un poco egoístas, pues se centraban exclusivamente en los niños fallecidos porque lógicamente esa ha sido la cima de la tragedia, pero hoy los pronunciamientos son otros: la búsqueda de justicia para todos —fallecidos y sobrevivientes—, que se le dé celeridad al caso, que se detenga a los responsables, se llamen como se llamen y trabajen donde trabajen, y que se revisen las condiciones de todas las guarderías en México, porque ahora la lucha es por todos los niños, por todos los padres de familia y por depurar un sistema político que se ha corrompido hasta el absurdo en la más grosera impunidad. Y eso nos beneficia a todos.
“Tristemente la justicia en México casi siempre llega tardíamente, cuando llega, porque a veces no llega nunca. Y yo no se sí nuestros representantes se fijen en lo que pedimos, porque más bien parece que lo que el gobierno quiere es que nos vayamos muriendo poco a poco, y finalmente queda claro que hay una historia negra detrás de todo esto”, concluyó Rosario Ibarra de Piedra aquella vez.
Y esto es indudable: de que en el incendio de la guardería hay una historia negra, la hay. Una historia que todavía no termina porque la investigación, si llega hasta sus últimas consecuencias, como han dicho, podría dejar al estado en la orfandad total.
Y ahí sí: los medios al servicio del estado no tendrían argumentos para disfrazar la realidad, como lo han hecho hasta hoy.