Algunos los identifican como la Sub 17, sus actas de nacimiento indican su nombre completo pero ellos, por razones que sólo su terapeuta pudiera explicar, prefieren que los llamen por sus nada agraciados epítetos.
Luego entonces, cual si usted leyera la nota roja, podrá identificarlos como “El Pano”, “El Maloro”, “El Bebo”, “El Pato” y “La Flor”.
Además, componen está fórmula o este rebaño o esta tropilla, Benjamín Basaldúa y Ulises Cristópulos, pero sinceramente, con esos nombres ya no hay ninguna necesidad de ponerle apodos.
Son, pues, la nueva generación creada por Jose Eduardo Robinson Bours Castelo para desplazar a la vieja clase política del PRI que le pudiera hacer sombra y así perpetuarse él en Sonora como emperador absoluto al menos durante los próximos veinte años.
Es a él, precisamente, a quien este grupo de chavales le deben su carrera política, y como criaturas suyas las ha formado a su placer y a su antojo.
Cuando constituyó el rebaño no les exigió talento pues no le podía pedir peras al olmo, pero sí le reclamó sumisión, mucha sumisión.
Tampoco les pidió capacidad sino obediencia, mucha obediencia.
No le han fallado porque son sumisos y obedientes hasta la ignominia: Qué sopor y qué bochorno, diría el Piporro.
Pero estos muchachitos se han creído el juego que los pusieron a jugar, y ahora, inaguantables, van por el mundillo electoral llevando consigo demasiadas ambiciones, pero muy, muy pocas aptitudes, sin percatarse, gracias a su avaricia, que para Bours siempre serán residuales y desechables.
Durante estos meses está claro que no han querido ser los mejores, sino los más populares: han visto esto como una gran madrugada de farra y hay que embriagarse de poder mientras llega el amanecer.
En lo personal me recuerdan a Los Cachunes, aquellos estudiantes preparatorianos que protagonizaban una serie de televisión en los años 80's y que se la pasaban todo el tiempo en el divertimento frívolo, como si eso fuera la vida, y sin hacer ningún esfuerzo que pusiera a prueba su temple intelectual, si es que acaso lo tenían.
Un amigo muy querido que acaba de fallecer, haciendo gala de su demoledora, lapidaria opinión que lo caracterizó siempre, alguna vez llegó a definir a estos famosos Cachunes como el “tipo de estudiante amongolado que se reía de su propia estupidez”.
Llevado al terreno electoral, justamente eso me parece que son estos muchachos que componen la llamada Sub 17: un tipo de político joven y amongolado que se ríe de su propia estupidez.
Se han paseado enloquecidos por la gran alfombra de las campañas electorales, creyendo que esto es un fútil, un anodino concurso para elegir a la reina de una secundaría y no una elección constitucional para ocupar un cargo público de tan alta responsabilidad, de ahí que su “penetrante” cruzada mediática y de a pie se haya basado en una excesivo uso y despilfarro del marketing político pero, llevando en su pecado la penitencia, hasta ahora lejos de dar pie con bola: sólo han puesto de manifiesto una descomunal orfandad de ideas.
Nada de esto parece importarles.
La aviada que traen les da para eso y más, no importa que sean el hazmerreír de los parroquianos concientes de este agravio que produce el ir y venir de dichos jóvenes en sus imágenes y en sus discursos y en su palabrería idiota, llenos todos de un humor involuntario que, por lo menos, ante tanta tarugada, no nos harán aburridos estos días que le faltan a la contienda.
Le tupen al idioma, abofetean a la dicción, apuñalan a la sintaxis, le pasan por encima a la oratoria, maltratan al lenguaje corporal y nomás teniendo una apoplejiíta gesticulación como su único recurso, nos saturan noche y día con su bárbara estridencia.
Todo para tratar de hilvanar lo que termina por ser un galimatías o, a lo mucho, una infausta oda a su pastor... o lo que queda de él.
Ahí van en manada “El Pano”, “El Basaldúa”, “El Ulises Cristópulos” “El Maloro”, “El Bebo”, “El Pato” y “La Flor” cual niños que se divierten en el recreo jugando a la Víbora de la mar.
Uno los ve y es cuando le da toda la razón a Benedetti, cuando éste reflexiona, resignado, en torno a las infinitas variantes de la imbecilidad humana…
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EL DIVÁN
Miguel Ángel Avilés (avilesdivan@hotmail.com)
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