Yo suelo quedarme solo en la casa durante un par de semanas al año. Mejor dicho, suelen dejarme (que no es lo mismo ni es igual) a ver si me encuentro conmigo mismo… o algo así…
El caso es que durante un par de semanas, los perros y yo, solos en nuestro pequeño territorio Telcel (ése que ahora que están peleadas las televisoras con el Slim, dicen los empresarios de la televisión que el territorio es de todos los mexicanos... hasta ahora se dan cuenta de eso: mmm... ¡qué huleros!), tratando de organizar el paraíso a como dios nos da a entender, que no es mucha ayuda, ciertamente, porque dios en estos días anda en la playa tratando de que no se ahoguen algunos descarriados, y en Libia, intentado darles fuerza moral a los marines gringos para que de una vez barran con el país, entren victoriosos, planten la bandera embarrada y estrellada, como si estuvieran en la luna, y se apoderen de los pozos petroleros que tanta lata les están dando... en fin: ésa es una lectura válida de todo esto, aunque un tanto particular, ya sé...
Bueno. Pero lo que yo les decía es que en ciertas épocas del año, las aves tiernas que habitan la casa que me deja sobrevivir en su interior elevan su vuelo rumbo a donde haya corazones queridos y van a derramar su cariño familiar a domicilio, llueva o truene, como debe de ser.
Alguna vez me preguntaron si no me afectaba estar solo, y yo respondí que no, pero no es cierto: a todos nos afecta estar solos. "Rodeado de voces estoy solo", decía un poema que leí en mis años de vagabundo estudiantil, allá en la ciudad de México, donde vivía en un cuarto de azotea, en una especie de celda mínima donde sólo cabían mis sueños y unos cuantos libros.
Pero no me importa la soledad si puedo servir para algo, al menos como referencia de esta ciudad y de esta calle que parece semillero de fantasmas. Alfredo Zitarrosa, en su canción Dile a la vida, señala para tanta soledad me sobra tiempo… y es lo mismo que canta mi colesteroso corazón en estos momentos.
Leyendo unas páginas virtuales miré que precisamente este día sacan a pasear allá en San Luis Potosí a la Virgen de la Soledad, que —según la nota periodística— es una imagen bella de rostro y alma y que cada Viernes Santo, finamente ataviada, es una de las figuras principales de la Procesión del Silencio.
La Virgen de la Soledad —agrega el texto—, intermediaria para los milagros de cientos de devotos y madre de los toreros; “en realidad madre para cualquiera que sufre y quiera encontrar consuelo y abrigo”, subraya.
Yo subrayo que la soledad no es tan mala (me refiero a la soledad soledad, no a la Virgen): uno aprende a conocerse poco a poco, recuerda, busca, se explora cuerpo y alma lentamente, y al final se queda uno rumiando la letra de aquella canción de Gilbert O’Sullivan que le gusta tanto a la Araceli:
-.-
In a little while from now,
If I'm not feeling any less sour
I promised myself to treat myself
And visit a nearby tower,
And climbing to the top,
Will throw myself off
In an effort to make it clear to who
Ever what it's like when your shattered
Left standing in the lurch, at a church
Where people 're saying,
"My God that's tough, she stood him up!
No point in us remaining.
May as well go home."
As I did on my own,
Alone again, naturally…
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