“Los lunes ni las gallinas ponen”, dice el viejo y conocido refrán, que no por viejo y por conocido deja de ser cierto. No, señor.
Hoy es lunes, y supongo que el lugar donde habitan las gallinas, ha de ser algo así como zona de desastre porque no hay actividad. Me imagino que las emplumadas señoras han de estar tirando una hueva magnífica, llena de toda esa flojedad que dilata no sólo el vientre, también el deseo de que la vida se vuelva un lunes eterno…
Mi primo el Chato Peralta me llamó hace rato por teléfono y no sé qué me dijo, porque entre la flojera con la que hablaba él, y la flojera con la que escuchaba yo, podría haberse expandido el universo quién sabe cuántas veces, casi tantas como las que nos dicen en los canales del Discovery Channel cuando quieren espantarnos con eso de que dentro de 114 millones de años el sol se va a apagar: “¿Y’”, como dijera Lucero, la ex mujer de Mijares, que le pidió prestado el look a su mami para verse joven, dijo la Oyuki con una envidia que casi le atragantaba el bocado del burro de carne con chile que se estaba comiendo “para hacer hambrita”. ¡Mírala, pues!
El caso es que de las pocas cosas que le entendí al Chato fue que él ya sabía que era una pandemia global esto de recibir la nueva semana con una flojera espectacular, pero que no pensaba que la ciencia moderna consiguiera al fin una cura.
Y luego subrayó: “Si, como yo, eres de aquellos que sienten una dolorosa resignación el domingo en la noche pensando en lo que les espera el lunes en la mañana, entonces te podría interesar el resultado de esta investigación”, wey, me dijo como si nos conociéramos desde toda la vida… y sí: nos conocemos de toda la vida. Ni modo.
Según mi primo, los científicos han descubierto una cura para la terrible flojera de los lunes en la mañana: Dejar de dormir los fines de semana.
Un nuevo estudio, dijo, ha mostrado que los deliciosos descansos a pierna suelta de los sábados y domingos pueden perturbar el reloj biológico, dejándote fatigado al inicio de la semana siguiente.
El experto en sueño Óscar Polacas© Holguín, de la Universidad de Zoonora, dice que la gente suele utilizar los fines de semana para recuperar las horas de sueño perdidas a lo largo de la semana.
Pero, dijo el Polacas© en la mesa 6 del Pluma Blanca, aunque esto podría ayudar a pagar una “deuda de sueño”, viene con un costo adicional: “Hemos descubierto que estas largas jornadas de sueño en realidad estan descoordinando el ritmo de tu cuerpo lo suficiente como para cambiar la hora de dormir del domingo en la noche, preparándote para la flojera del lunes”.
Su equipo de investigación probó esta teoría llevando un registro de 16 personas durante un fin de semana, pidiéndoles que vayan a dormir un poco más tarde de lo que harían en una noche normal, pero durmiendo dos horas extra.
Comparando muestras de saliva y exámenes hormonales, hallaron que los relojes biológicos de los participantes se habían retrasado 45 minutos: “Esto puede no parecer mucho pero significa que a la hora de dormir no estás tan soñoliento el domingo en la noche y como lo estarás al día siguiente”, dijo investigador universitario.
Los cuestionarios completados los lunes y martes mostraron niveles mucho más altos de fatiga consciente y cansancio comparados con los días anteriores de descanso prolongado. Esto se debió a que los ritmos circadianos de los sujetos –que determinan los patrones de alerta y cansancio– fueron perturbados, creando un efecto similar al jet lag.
A media semana, la mayoría de los sujetos se las arregló para restablecer su reloj biológico, pero entonces empezaron a quedarse despiertos hasta tarde, quedando “en deuda” de sueño una vez más, y perpetuando el ciclo.
“En estos días nos presionamos a nosotros mismos hasta el límite, particularmente durante la semana, y el fin de semana es nuestro único refugio”, señaló académico de la Universidad de Zoonora. El problema es que esto viene con un precio: “Es un poco como pagar un préstamo: haces un gran retiro y luego tienes que pagar mucho más”.
Porque el primer paso para vencer al enemigo siempre es comprenderlo, con esta revelación científica podemos tener una idea mejor del funcionamiento del cuerpo y tomar las medidas para corregirlo… “pero yo –subrayó el científico hermosillense– empiezo el martes... si dios quiere…”
Yo no sé cuándo voy a empezar, porque en este momento traigo el alma de gallina… y siendo lunes, pues es como prenderle la mecha al big bang, una mecha que dura 24 horas en llegar a poner todo en movimiento…
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