Dice Alejandro Santiago —compositor del corrido, y a todos pide disculpas— que una vez un pseudo productor del sur, que también existe, le pidió que compusiera una canción de ésas de amor que se escuchan en la radio, y que él sin pensarlo mucho, apostando por la fortuna de la fama y la gran notoriedad, compuso esta canción (aitá lo dicho: www.youtube.com/watch?v=CnrOcC6jIlE). Any, wey…
Por su tono de voz al decir lo que dijo, supongo que no le gustó mucho el producto ni su génesis —el de la canción, no el del artista, eh—, pero de todas maneras se echó la rola que a más de dos personas les fascina (y yo soy una de ellas).
Creo que el tal Santiago bien podría quedarse callado y cantar la canción así nomás. Después, agradecer el aplauso, y luego a interpretar las melodías que faltan… Por último, cobrar lo que bien se ha ganado con el sudor de su frente… y el de los pseudo productores, ¿no?
¿Para qué el discursito ramplón y con cierto matiz intelectualoide si de todas formas va a cantarla, compuesta o no compuesta gracias al pseudo productor del sur?
Pero, ¿qué necesidad?, preguntaría el divo de Juárez, don Johan Gatbriell… o Juanga, como le dicen en el congal.
Como sea, la historia nacional registra casos como el del Santiago de marras.
Y si no me cree, ahí está lo que le pasó a Francisco de Paula González Bocanegra, como unos 150 años antes del encuentro entre el Alejandro de nuestra historia y nuestra histeria… y el productoroide citado anónimamente… o sea, no hay tanto encono con él, no vaya a ser que mañana o pasado puedan hacer negocio el trovador y el comerciante musical… lo dicho: tontos no son…
El caso es que el 12 de noviembre de 1853, bajo la presidencia de Antonio López de Santa Anna, el Ministerio de Fomento, a cargo de Joaquín Velázquez de León, publicó una convocatoria para la creación de un Himno Nacional, que firmada por el oficial mayor, Miguel Lerdo de Tejada, ofrecía un premio “a la mejor composición poética que pueda servir de letra a un canto verdaderamente patriótico”, y señalaba un perentorio plazo de veinte días para presentar el trabajo.
González Bocanegra no intentaba tomar la pluma para concursar, arguyendo que no era su estilo, que una cosa era escribir versos para la mujer amada y otra muy distinta tener la inspiración para escribir un himno a la patria, pero Guadalupe González del Pino (Pilli) tenía una fe inmensa en la calidad poética de su novio. Como Francisco se negaba a presentarse al certamen, a pesar de la insistencia de Pilli y de sus amigos, ella, con un pretexto lo guió hasta una pieza aislada de su casa, lo encerró, y se negó a abrirle ni a prometerle aquellito mientras no le pasara por debajo de la puerta la composición que iría al concurso.
Mucho trabajo le costó a González Bocanegra empezar a escribir su canto a la Patria.
Tuvo que repasar mentalmente todas las vicisitudes que había vivido México, los logros, los fracasos, los ideales… y, despertada la inspiración, fluyeron los versos casi sin corrección, casi sin dudas… y después de cuatro horas de trabajo, esos versos, improvisados en cuanto a su forma, pero detenidamente pensados y sentidos en cuanto a su contenido, pasaron por debajo de la puerta cerrada de las manos del poeta a las de su musa, y de las de ella a la historia… y suponemos que hubo negocio con aquellito...
En fin, así pasó lo del himno, y así pasó lo de “Por si no te vuelvo a ver” de Alejandro Santiago… porque hay una obra homónima —aunque a mi parecer más bella— escrita por María Greever… que habría que investigar cómo se escribió, o si recibió la invitación de algún pseudo productor de entonces… mmm…
Como sea, debo decir que esta canción me la prestó hace muchos años mi queridísima Karla (que es, a saber, la otra persona a quien le fascina la rolita), tantos que ya ni me acuerdo cuándo me pasó el archivo para que la incluyera en mi rocola fiestera de música pirata del Caribe que tengo en la computadora desde lustros ha (así he compilado el montón de canciones que escucho a diario y todos los días, agradeciendo la gentil contribución a quienes me rodean, que todas las canciones han sido bienvenidas, excepto las cumbias norteñas y las quejas del grupo Camila, que me parecen particularmente repulsivas por varias razones que algún otro día podría compartir aquí, no hoy).
Y para mí todo fue muy fácil: escucharla, agradecerla y dejarla conmigo para siempre fue todo en uno (sin incluir el discursillo barato del Santiago, se entiende), y ahora ya puedo regresarle el archivo a mi querida Karlinha porque ya tengo la canción y el momento en que me la recomendó a buen recaudo…
La dejo aquí por si alguien quiere escucharla antes de que venga el duende inquieto y se la lleve… (recuerden poner en pausa al Silvio y sus secuaces).
Si les gusta, qué bien; si no, el desgraciado pseudo productor tiene la culpa...
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