
Mirar alrededor y comprender
que uno ha vivido con corbatas de amargura
y camisas de tristeza.
Después arrancar de la pared la última foto
y guardarla en un álbum de polvo y silencio
para seguir amontonando soledad con la punta del zapato
y nostalgia en el pañuelo de la noche.
Recordarte de repente
y volverte a recordar cada tarde
con tu figura exacta y los ojos fijos.
Luego volver a soñarte
y a perderte en un callejón del pasado
dejando una sonrisa olvidada
en el perchero del tiempo.
Y casi a la medianoche
pronunciar tu nombre sin querer,
y darse cuenta que la noche y el amor
son conceptos diferentes de otoño y soledad.
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