Un refrán popular hindú dice: "Tener una hija es como plantar una semilla en el jardín de otra persona".
Una frase que no hace más que recoger la dura realidad de la India, país castigado por el feticidio femenino generalizado durante dos décadas en las que han perdido a más de 10 millones de niñas.
Allí nadie quiere tener hijas, ni los ricos ni los pobres; y las madres abortan una y otra vez hasta concebir un varón. A pesar de la ilegalización de los abortos 'selectivos' y de las continuas campañas del Gobierno —la última medida anunciada pasa por una ayuda monetaria de 3.000 dólares por niña—, nadie tiene una solución capaz de terminar a corto plazo con esta tragedia y en algunas aldeas del norte del país ya se ven afectadas miles de familias que no consiguen novias para sus hijos.
La preferencia por los hijos varones está provocando un gravísimo déficit de mujeres en todo el país. Si en Occidente el número de féminas supera al de varones al menos en un 3%, en la India hay un 8% más de hombres que de mujeres, y ya ha surgido una generación de adultos que son incapaces de encontrar esposa, lo que está provocando un creciente descontento social.
Existe una relación entre la proporción de sexos y la incidencia de delitos violentos perpetrados por grupos de hombres jóvenes llenos de testosterona que se dedican al saqueo y a sembrar el caos.
Incluso, un líder local del estado de Haryana equiparó la falta de mujeres casaderas con la escasez de cereales y hambrunas.
Un símil acertado, si tenemos en cuenta que se está extendiendo la práctica de traficar con mujeres de las zonas pobres —en muchos casos, niñas— para casarlas con los jóvenes 'desesperados', y adinerados.
Así, algunas familias humildes de Bihar, West Bengal y Madhya Pradesh reciben alrededor de 10,000 rupias (unos 3,000 pesos mexicanos) por una hija que será sometida a trabajos forzosos y tratada como esclava sexual una vez que contraiga matrimonio.
¿Podrán por fin la India proporcionar a sus niñas las opciones que sus propias madres nunca tuvieron? No lo sabemos.
No sabemos siquiera qué pasará con las niñas que nacen en estados sumamente pobres de México, como Oaxaca y Chiapas, en los que se dice que por menos de 3,000 pesos se pueden “comprar” niñas para llevárselas al norte y convertirlas en empleadas domésticas esclavizadas para siempre.
O, bien, detener los camiones donde viajan mujeres indocumentadas —que buscan llegar a los Estados Unidos— para secuestrarlas y prostituirlas por nada.
Eso pasa en México.
Y quien diga que no es cierto, miente, señaló José Narro, el rector de la UNAM, al referirse no sólo a este fenómeno, sino a todas las irregularidades que pasan en México mientras las autoridades están de vacaciones...
--
--