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domingo, 9 de agosto de 2009

Nagasaki, 9 de agosto de 1945...

Después de la explosión sobre Hiroshima, los norteamericanos esperaban la rendición inmediata de Japón. Pero esto no sucedió.
La versión de los norteamericanos es que presumían que el alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en armas.
Sin embargo, esta actitud de los japoneses fue prevista por los estadunidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza destructiva, arrojaron una segunda bomba.
Pero Japón prácticamente ya estaba fuera de la guerra desde mucho antes de que se lanzara la primera bomba.
Aún con ello, el 9 de agosto de 1945, a las 11:02 de la mañana, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en una de las islas menores de Japón llamada Kyushu.
El bombardero B-29, “Bock’s Car”, lanzó sobre esa ciudad industrial a Fat boy, una bomba de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.
Con ello, cinco días después, los japoneses oficializaron su rendición incondicional ante las fuerzas aliadas.
Así, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada.
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Tormentas de Fuego
Las bombas nucleares devastaron Hiroshima y Nagasaki.
Sin embargo, los efectos del bombardeo sobre cada ciudad no fueron iguales: la situación geográfica de cada lugar influyó sobre el grado de destrucción. En Hiroshima, emplazada sobre un valle, las olas de fuego y radiación se expandieron más rápidamente y a mayor distancia que en Nagasaki, cuya orografía montañosa contuvo la expansión de la destrucción.
Dos kilómetros a la redonda de donde explotaron las bombas, la catástrofe fue absoluta: el fuego y el calor mataron instantáneamente a todos los seres humanos, plantas y animales.
En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto.
Las ondas expansivas de la explosión hicieron estallar vidrios de ventadas situadas incluso a 8 kilómetros del lugar de la explosión. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor.
En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las “sombras” de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por la explosión.
El fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó una “tormenta de fuego” con vientos de hasta 60 kilómetros por hora.
Había incendios por todos lados.
Miles de personas y animales murieron quemados, o bien sufrieron graves quemaduras e incluso heridas por los fragmentos de vidrio y otros materiales que salieron disparados por la explosión.
Las tejas de barro de las casas se derritieron y la gran mayoría de las residencias de madera ardieron en llamas. Los sistemas telefónicos y eléctricos quedaron prácticamente arruinados.
Se calcula que en Hiroshima desaparecieron cerca de 20 mil edificios y casas, y en Nagasaki quedó destruida el 40% de la ciudad.
Los daños fueron inenarrables, pero la verdadera tragedia fue la pérdida de vidas humanas.
Hiroshima, con una población de 350 mil habitantes, perdió instantáneamente a 70 mil y en los siguientes cinco años murieron 70 mil más a causa de la radiación.
En Nagasaki, donde había 270 mil habitantes, murieron más de 70 mil antes de que terminara el año y miles más durante los siguientes años.
Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil personas. La mayoría murió en el acto pero otros yacían retorciéndose en el suelo, clamando en su agonía por el intolerable dolor de sus quemaduras.
Quienes lograron escapar milagrosamente de las quemaduras de la onda expansiva, murieron a los veinte o treinta días como consecuencia de los mortales rayos gamma.
Generaciones de japoneses debieron soportar malformaciones en sus nacimientos por causa de la radiactividad.
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Deambulando como Fantasmas
Según los testimonios de quienes presenciaron la devastación, los sobrevivientes de la explosión parecían fantasmas que deambulaban entre cenizas y humo. Fantasmas sin pelo, pues se les quemó en la explosión, o fantasmas ciegos, que lo último que vieron fue el resplandor nuclear.
Como la mayoría de los médicos y enfermeras estaban muertos o heridos, mucha gente herida no tenía a dónde ir, así que permanecían frente al lugar donde estuvo su casa, desolados.
La gran mayoría de los habitantes de Hiroshima y Nagasaki estuvo expuesta a la lluvia radioactiva y las consecuencias de esta exposición sobre sus cuerpos no fueron perceptibles de inmediato, en muchos casos pasaron días, meses y hasta años antes de que es manifestaran los síntomas del daño.
El efecto psicológico inmediato a la destrucción fue la parálisis. La población entró en una especie de inacción. La limpieza de las ciudades y el rescate de cuerpos se organizó en algunos sectores hasta algunas semanas después de la explosión.
Otro de los efectos que causó la explosión fue la sensación de terror constante. La incursión de un solo avión en el cielo provocaba el pánico colectivo.
En la conciencia histórica de Japón, la explosión de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki dejó una cicatriz imborrable.
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¿Por qué se usó la Bomba?
Harry Truman fue el presidente norteamericano que tomó la decisión de lanzar la bomba atómica sobre Japón. Tanto Truman como el aparato militar y gubernamental alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a salvar miles de vidas, mismas que se hubieran perdido si la guerra hubiera continuado durante más tiempo.
Otro argumento fue que los alemanes estaban desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada contra los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a usarla en contra de Japón.
También dijeron que las bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado que Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera y una fábrica de torpedos.
Asimismo, la memoria de Pearl Harbor sirvió de justificación. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses habían tomado por sorpresa a los estadunidenses, atacando el puerto de Pearl Harbor. Ese día se hundieron 19 barcos y murieron cerca de 2 mil 400 soldados y marineros.
El 6 y 9 de agosto de 1945, los norteamericanos sorprendieron a los japoneses, destruyendo las ciudades de Hiroshima y Nagasaki con dos bombas nucleares. Sin embargo, el saldo de muerte entre los japoneses fue de 240 mil personas, 100 veces el daño causado en Pearl Harbor.
Estados Unidos sabía que si usaba la bomba atómica no sólo incidiría determinantemente sobre la guerra, con el resultado a su favor; sino que la posesión de un arma con la capacidad de exterminio de una bomba nuclear lo colocaba a la cabeza de las naciones del mundo.
El uso de la bomba fue una demostración de poder tan efectiva, que sus efectos disuasivos se han prolongan hasta nuestros días.
Los móviles, por supuesto, fueron políticos. Se buscaba la rendición total del Japón antes de que la Unión Soviética entrara de lleno a la guerra en Asia, y el país socialista fortaleciera su posición sobre esta zona.
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La Diplomacia Atómica
A pesar de que no se ha vuelto a usar una bomba atómica contra otro país, no se ha disipado el temor de que alguna potencia nuclear use su armamento. La desolación causada por las dos bombas detonadas en Japón, es menor si se compara con el poder destructor de las tecnologías bélicas actuales, además de que ahora hay suficientes bombas para hacer desaparecer al planeta.
En la conmemoración del 56 aniversario de las explosiones nucleares en Japón, el primer ministro de este país, Junichiro Koizumi, dijo:
“Como el único país que ha sufrido un ataque nuclear, pedimos a la comunidad mundial que erradique las armas nucleares para construir una paz duradera, para que la devastación de un ataque nuclear no vuelva a repetirse jamás”.
De 1945 a la fecha ha habido varios intentos para conseguir la erradicación de armas nucleares pero hasta la fecha no hay un acuerdo de desarme que haya sido suscrito por todas las potencias nucleares.
Hay quienes piensan que un desarme nuclear generalizado es imposible, por razones de “seguridad nacional” y estrategia política de cada país. Sin embargo, se cree que si las naciones con armamento nuclear ponen sus arsenales bajo estricta vigilancia internacional, en sitios dispersos, estas medidas pueden salvaguardar al mundo de una catástrofe bélica nuclear.
La conmemoración de los terribles sucesos ocurridos en Hiroshima y Nagasaki en 1945 nos recuerda los extremos de destrucción a los que puede llegar el ser humano si la comunidad internacional no pone un límite al uso militar de la energía nuclear.
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