A este inseguro servidor le han dicho de casi todo en la vida, de frente y a sus espaldas: he recibido críticas bien fundadas sobre lo que escribo, y mal fundadas sobre cómo escribo…
Está bien: dice la canción que nadie es monedita de oro, ni siquiera Roberto Madrazo en sus más corruptos tiempos.
Me han calificado de muchas maneras, la mayoría de ellas muy cercanas a la realidad, y he tenido que cargar con el estigma de poeta durante gran parte de mis años: “Vaya, ser poeta no es nada extraordinario”, he pensado siempre, “más bien es algo así como una degeneración de la sensibilidad ganadera de aquellos hijos de la cultura del esfuerzo”, o algo así.
Me han bañado con los peores calificativos al grado tal de que he llegado a emanar olores más propios del licenciado Holguín que de un cualquiera como soy… en fin, hay que probar de todo.
Pero existen límites y niveles, como dijera Don Manuel, el maistro albañil que levantó una barda en el patio de la casa que me deja habitarla, un muro tan chueco que ni en Berlín lo hubieran aceptado.
La dignidad me empuja a pintar una raya necesaria, así que aquí me planto con valor (?) y me deslindo públicamente de los rumores que algunos perversos de la política han dejado correr entre el pobrerío intelectual de nuestra ciudad: Ni soy ni he sido nunca asesor del Alfonso Elías Serrano, y menos ahora que goza como chiquillo en juguetería de su folclórico regreso a la senaduría.
Yo he escrito (y dicho, claro) muchísimas locuras, pero de eso a aceptar que he asesorado al Alfonos de marras hay un buen trecho. Las declaraciones que el también calificado Vaquero ha hecho durante los últimos días, son responsabilidad de: a) él mismo, o b) los verdaderos asesores que tiene y que mantiene, y que malamente le han aconsejado hablar sobre lo que sea con tal de darle a algo.
Yo, como dijo antes Pedro Infante y dice ahora Pedro Fernández, no fui quien asesoró esas locuras al Vaquero Elías. Así que si les vienen a contar cositas malas de mí, manden a todos a volar y díganles que yo no fui, a menos que les digan que sigo escribiendo bodrios cursis porque ahí sí, ni para dónde me hago.
Pero de lo otro, ni máiz palomas: ni soy ni he sido nunca asesor del senador de multimarras… aunque por una corta feria… ¡bah: olvídenlo!
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