Trova y algo más...

jueves, 1 de octubre de 2009

De las depres, la de octubre es más hermosa...

Hoy es jueves 1 de octubre, día de Santa Teresita de Jesús, según mi pequeño calendario del más antiguo Zamora.

Hoy comienza el mes de las lunas más hermosas, según dice la canción.

También comienza el cambio abrupto de temperatura: no sólo el clima en el ambiente, también el corporal y, el más drástico, el anímico (o del alma, si es que nos ajustamos a la raíz etimológica, pues).

Y es que octubre, nos guste o no, es el mes de la depre, como le dicen los españoles a la depresión.

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Depre: Estado de melancolía que hace perder el ánimo. Ocurre, ciertamente, cuando sucede una descompensación arterial, meteorológica, pasional y salarial. Dícese del estado anímico al que era muy propenso Rodrigo de Triana en su canasta de vigía. Confúndese con el chorrillo amoroso.

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No, no hay un estudio sociobiológico sobre el hecho en nuestra ciudad, a menos que algún medio local publique un sondeo con su respectiva estaradística al respecto.

Octubre es el mes de las depres, no sólo para quienes vienen pita, pita y caminando desde un rincón luminoso de los cuarenta, también para los que vagan con su alma a cuestas como flautista de Hamelin, tratando de apantallar a cuanto ratoncito tierno se encuentre a su paso. Y ni qué decir de aquellos que están con un pie pisándole los zapatos a San Pedro.

Octubre es el mes de más cuidado, sobre todo para los artistas: se convierten en hombres lobos, aunque algunos sólo en lobos (los menos, en hombres).

Los pintores visten de negro radical para significarle a la vida su paso fugaz por la etapa anual de los oscuros, de los grises grises y los amarillos cáusticos.

Los danzantes segregan coreografías infinitas por las glándulas sudoríparas, todas ellas (las coreografías, no las glándulas sudoríparas) con pasos firmes, equinos y pesados, para demostrar que octubre es la nave que la esperanza ha quemado al menos por este año.

Los músicos componen sinfonías de un solo movimiento a los héroes civiles caídos en el fragor de la campaña: ¿quién —oh, Dios— nos levantará el ánimo de cumbia norteña que nos invade de enero a septiembre, hasta justo después del grito, y nos reinvade como tropa norteamericana pasado el dos de noviembre (y ayer fue día primero)?

Los escultores se acercan al busto de la Emiliana y le buscan los ángulos que la plastilina y el cincel respetaron inconscientes, los rasgos que se le escaparon a las manos de los hados malignos que se atrevieron a destrozar los gestos perfectamente definidos de la maestra.

Los escritores (¡ah, los escritores!) sufren la transformación más radical entre toda la zoología artística: escriben obras interesantes, se les entiende, respetan la ortografía, les da por el soneto, abrevan en Dante y Petrarca, leen La Biblia Mormona en busca de ese opusdeísmo que les abra las páginas de algún diario, rondan cantinas sin entrar a ellas para reservar fuerzas y sedes insaciables para la recta final del año, invariablemente plagada de posadas, posaderas y poses de amargura.

Octubre es un mes que se ha de tomar en serio: en este mundo matraca de la depre nadie se escapa, ni reyes ni vacas, ni curas ni papas, ni feas ni guapas, ni los reporteros locales, que han hecho de un rumor, un festín de caníbales para vender más páginas, que no más noticias, más objetividad, más ética.

Así es octubre, justo el mes de los aniversarios, de la luna más llena y la depre más sangrienta: cuídese, lector, no vaya ser que en estos precisos momentos un relámpago de depre le atraviese el alma y decida amarrarse al fin a la reina de sus quincenas...

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