Trova y algo más...

jueves, 22 de octubre de 2009

La fiebre y House...

No sé ustedes, pero ya vi House en su nueva temporada y me sigo sintiendo igual: flaco, ojeroso, cansado y sin ilusiones...
De hecho, el Cruz Teros me tomó esa foto de arriba hoy por la mañana y mi fiebre recontraporcina no quiere dar su brazo a torcer, como dice mi amá cuando la invade el espíritu científico.
Ya tengo todo lo que va de la semana tomando medicinas del mismo modo que el Gregory se zampa sus Vicodins... y nada, pescadito.
A veces me imagino a la fiebre como personaje de guerrillas gritando por todas esas cavidades grisáceas y desgarradas que a estas alturas de la vida es mi garganta: "Ni un paso atrás... hasta la victoria siempre", y enseguida le sube al termostato para que mi cuerpo empiece a achicharrarse a solas, que es la peor manera de achicharrarse por dentro.
Ya sé que la combustión humana espontánea (CHE) existe y creo firmemente en ella.
A veces me imagino que un día voy a terminar como viejo caso de Alarma!
Y es que entre todos los destinos inexplicables que pueden aguardar a una persona, quizá el más extraño sea el de "arder" inesperadamente sin que ninguna causa aparente lo justifique.
En los casos de la combustión humana espontánea, las víctimas son devoradas por unas llamas tan terribles que en pocos minutos la persona queda reducida a un montón de cenizas carbonizadas.
Estos casos han provocado un gran conflicto entre médicos, investigadores y científicos en cuanto a su origen, y se ha llegado a la conclusión de la causa de este fenómeno esté en el mismo cuerpo humano.
Y ya ven, fogoso que es uno (aunque por fuera no aparente ser más que un trozo gelatinoso de individuo hastiado de las peripecias carnales, no así de las espirituales), pues siempre hay riesgo inminente de arder...
Bueno... el caso es que la fiebre me trae como donador en ayunas, arrastrando el pañal sin el menor decoro...
Y no, ni House me salvó esta vez...
(“Me encanta el olor a pus por la mañana. ¡Huele a victoria!”, diría ese asqueroso).
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