Un día me llegó esto al correo y yo nomás lo comparto…
Queridos amigos: los quiero mucho a todos. Pero me importa un bledo si están teniendo “un lunes pesadísimo”, si su niño “se tardó media hora en cepillarse los dientes”, si su perro “se acaba de comer una trampa para hormigas” o si quieren “salvar a los cerdos”. Y de verdad, de verdad, no me interesa a qué miembro de la familia Adams se parecen más (yo pude habérselos dicho antes de que tomaran el test en Facebook).
El problema es el siguiente: trasladamos nuestra amistad a Internet. Primero empezamos a comunicarnos más por teléfono que personalmente, y luego más por correo electrónico que por teléfono. Luego adoptamos la mensajería instantánea, o los mensajes de texto. Luego nos hicimos “amigos” en Facebook y después empezamos a expresar nuestros pensamientos en 140 caracteres vía Twitter. O sea, entramos de lleno a la web 2.0.
Se suponía que toda esta red social en línea debía acercarnos. Y de cierta forma así es. Gracias a Internet, muchos hemos reencontrado viejas amistades del colegio o la universidad, compartido fotos nuevas o del recuerdo, y conocido mejor a gente a la que quizá no nos habríamos acercado fuera de la Web.
Aun así, existe también un peligro: Si no somos cuidadosos, nuestra interacción en línea puede dañar nuestras relaciones de la vida real.
Como muchas personas, estoy experimentando una fatiga de Facebook. Estoy cansado de que seres queridos que dicen que están muy ocupados para hablar por teléfono o escribir un email decente, se pasen horas en comunidades virtuales subiendo fotos de sus hijos o de fiestas, reenviando tests tontos, colocando líneas estrafalarias y a veces disparatadas, o dejando saber por Twitter cada uno de sus movimientos (”¿Alguien conoce un buen restaurante en Berlín?”) .
Uno de los mayores problemas es cómo conversamos.
Al teclear no podemos transmitir el lenguaje corporal o cambios en nuestro tono de voz. “En Internet, la gente no puede ver su bostezo”, dice Patricia Wallace, una psicóloga del Centro para Jóvenes Talentosos de la Universidad Johns Hopkins y autora de The Psychology of the Internet (algo como La psicología de Internet).
Sin embargo, hay que aceptar que el problema va más allá de qué herramientas usamos para comunicarnos.
Es lo que decimos lo que en realidad está burlándose de nuestra amistad.
Por ejemplo, hace poco una amiga mía se quejó de que una ex compañera de la universidad había dicho que le ¡urgía limpiarse los dientes con hilo dental! Eso me animó a revisar mi página en Facebook y encontré que tres amigos, que no se conocen entre sí, tenían en su estatus “Zzzzz”. Leer esto me puso a “zzzzzz”.
Esto nos remite a nuestro primer dilema: en medio de toda esta comunicación, no estamos diciendo muchas cosas interesantes. Sino que estamos quebrando una regla cardinal de la amistad: no aburrirás a tus amigos.
¿Merece contarle al mundo?
“Se llama narcisismo”, dice Matt Brown, un gerente de salones de belleza y spas de 36 años. A él le irrita de manera especial un amigo que trabaja en un concesionario de autos y envía tweets cada vez que vende un vehículo. “¿Es su vida tan importante y entretenida que tengo que enterarme de esto?”, pregunta.
Por su parte, Gwen Jewett está harta de las actualizaciones de sus amigos sobre qué han comido: “Estoy disfrutando de un brownie con helado”, le dijo uno hace poco a la asesora de carreras de 49 años. “Mi pregunta es, ¿si antes no nos llamábamos para contarnos qué habíamos comido, por qué ahora necesitamos saber?”.
Para otros, el mayor reto de manejar relaciones en Internet no es el aburrimiento. Está también el hecho de que la gente parece comportarse distinto en línea, no sólo parece más pulida en algunos casos sino también más atrevida, y exterioriza lados de su personalidad que nunca antes usted había notado.
James Hill, por ejemplo, descubrió a través de Facebook que uno de sus colegas era gay. Eso no le molestó, dice, pero agrega que no necesitaba saber que su amigo es miembro de un grupo de hombres velludos. “Pensaría lo mismo si es un amigo heterosexual que se une a un grupo de cueros y encajes”.
También está el tema de los celos.
Hay gente que sentirá envidia si usted informa que salió de vacaciones o que lo ascendieron en el trabajo. Cuando se trata de relaciones de pareja, esas revelaciones en Internet pueden dificultar que las personas sigan adelante con sus vidas después de una separación.
“Facebook prolonga el tiempo que toma superar un rompimiento porque usted tiene una ventana abierta a su vida, quiéralo o no”, dice Yianni García, un consultor en Nueva York que ayuda a las empresas a usar redes sociales. “Puede ver sus actualizaciones, sus fotos, si su estado civil cambia”.
Entonces, ¿cuál es la solución para dejar de ser “amigo” o “seguidor” de quien lo irrita? Puede usar el botón de “ocultar” en Facebook para dejar de recibir las actualizaciones de estatus de sus amigos, ellos nunca se enterarán. También puede usar TwitterSnooze, un sitio Web que le permite suspender de manera temporal los tweets de alguien a quien usted sigue (aunque recibirán una notificación de Twitter cuando usted regrese a leer los tweets).
Pero esto son sólo pañitos de agua tibia.
Para mejorar de verdad las interacciones con amigos, necesitamos cambiar nuestro comportamiento, no sólo encubrirlo. Antes de colocar algo pregúntese a sí mismo si es algo que a usted le gustaría saber. Recompense estatus interesantes con un comentario y no diga nada si son irritantes (si responde de manera negativa sólo iniciará una guerra pública).
Y mire usted que para eso somos muy buenos…
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