El cuento es muy sencillo, aunque es el mismo de siempre: en México, en el terrero de la política, lo verdaderamente importante se vuelve literalmente pan y circo.
Y eso sucedió ayer con la presencia del secretario del Trabajo Javier Lozano Alarcón, quien se presentó en la Cámara de Diputados para realizar un análisis del Tercer Informe, aunque, sin embargo, para muchos legisladores de la oposición, particularmente del PT y del PRD, el asunto de la extinción de Luz y Fuerza del Centro era el punto más relevante.
De entrada, el secretario de marras fue recibido entre gritos de “¡fascista, fascista!”.
Y más adelante, el ministro se sacó la lotería: “Nos sale más barato, señor Secretario —díjole el diputado Adán Augusto López Hernández, enseguida le lanzó un fajo de billetes al rostro y le espetó—: tenga, cóbrese su liquidación y váyase” (eufemismo por lárguese a la tzingada).
El Secretario Lozano nomás se guardó los billetes en el saco —como lo hiciera el tristemente recordado Niño Verde aquella vez en Cancún con ese cinismo que guarda el ser dueño del Verde Oportunista— y clarito se le vio en el rostro que pensó: “Pues lo caido caido y ya se tzingaron, que gavilán que agarra y suelta no es gavilán…” y después quiso seguir con su comparecencia pero la llegada de miembros del extinto SME cortó de tajo con lo que Porfirio Muñoz Ledo había anticipado como un debate “duro y difícil porque agresivos habían sido los actos del gobierno”.
Total, como en esas cosas curiosas que nos pasan en México, la llegada de los rebeldes hizo suspirar con alivio a la presidencia de la Cámara, porque llegado el difunto ahí se quebró una taza.
Al final, como dijo el Carlos Ramírez, el más sonriente fue el secretario del Trabajo. Y Lozano Alarcón debería estar agradecido con los lopezobradoristas Noroña, Muñoz Ledo, López Hernández y —oh paradojas de la política— el propio ex líder electricista Martín Esparza, porque ellos impidieron que fuera sentado en el banquillo de los acusados del Congreso.
Y luego no quieren que haya sospechosismo en todos estos espectáculos que antes se daban a puerta cerrada, pero ahora se han vuelto bochornosas exhibiciones públicas…
(Ingado, y ahora… ¿quién podrá defendernos…?)
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