Trova y algo más...

miércoles, 7 de octubre de 2009

Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo...

Puede que esto de vivir consista en disfrazarse de veleta y de girar según que viento, y de celebrar el triunfo de las estrategias sobre la caducidad del sentimiento…
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No sé si sea que el otoño está en franca lid contra la canícula feroz de un verano que no quiere irse, que quiere quedarse con justa razón, pero en el aire amarillo de las tardes, si uno afina el oído y abre las ventanas de la ternura, se alcanza a escuchar una melodía lejana que se levanta apenas sobre un océano plagado de monstruos marinos, atlánticos y antiguos, y aletea cadenciosa para llegar puntual a la cita: Di que el cielo tiene granos y que afuera hace mal día, cuéntame el chiste del gato, dame aquella medicina, cuéntame una tontería cuando llegue la agonía…
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El verano no se quiere marchar, acaso desea cobrar su derecho de pernada en punto de las ocho de la noche del 11 de octubre, instalarse tal vez brevemente entre el público en el estadio Miguel Castro Servín —al fin que el concierto será gratuito—, para escuchar la Alevosía y otras rutas alternas de Luis Eduardo Aute en el marco de los festejos del 67 aniversario de una Universidad de Sonora que ahora abre sus puertas para celebrar con la comunidad, con los múltiples colectivos sociales que le dan vida y sentido, un año más de la máxima casa de estudios.
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Aute se ha declarado enemigo de la guerra y su reverso la medalla, y así, como ese perpetuo, funámbulo, utópico, desgarrado paseante de los caminos del inconformismo que es, que siempre ha sido, vendrá a ofrecernos un concierto que promete rasgar la intimidad del alma, bordear los sueños y las esperanzas, hacer la semblanza punzante del ser humano, la especie más triste y desafiante que habita el planeta, porque al tenerlo todo no tiene nada: Antes iban de profetas y ahora el éxito es su meta; mercaderes, traficantes, más que nausea dan tristeza, no rozaron ni un instante la belleza...
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Cierto: habitamos un mundo en crisis constante, una realidad que nos ha vuelto y desenvuelto en seres que agonizan permanentemente, animales con rumbo incierto en las oscuras rutas de la historia, fuente inacabable de aquellos individuos luminosos que han rescatado de las sombras las múltiples voces de ese otro plano existencial que nutre la parte espiritual de la humanidad: el plumaje de Luis Eduardo Aute es de esos.
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Nacido el 13 de septiembre de 1943 en Manila, Filipinas, hijo de padre catalán y madre filipina de ascendencia española, nacionalizado español, Aute inició su carrera musical a los 16 años: participó en los grupos Los Tigres y Los Sonor, en los que tocaba la guitarra como divertimento y como método seguro para ligar chicas, según sus propias palabras.
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De entonces a ahora ha corrido mucha agua bajo los puentes, el mundo ha girado miles de veces, decenas de países han nacido y muerto producto de golpes de Estado o barridos por los vientos del totalitarismo, y ha cambiado la visión del caudillismo militar hacia el ejercicio del oportunismo legislativo: Y me hablaron de futuros fraternales, solidarios, donde todo lo falsario acabaría en el pilón. Y ahora que se cayó el muro ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales: ¡viva la revolución!
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Esa transición del ser humano —por tanto, sensible— en economía cosificada y políticamente incrustada en los grupos de poder, ha sido consignada por Luis Eduardo Aute en la mayoría de sus canciones, desde las míticas “Rosas en el mar” y “Aleluya No. 1”, que él mismo y Massiel hicieran éxito en 1967, hasta su más reciente disco, después de 40 años de carrera, 28 álbumes publicados y cinco años sin enseñar nuevas canciones, “A día de hoy”, que inicia con los versos: A día de hoy podría decir que la sombra que arrastro se me escapa, que perdí el tesoro de los mapas, que la nada fue el fin de cada etapa, que no sé de donde vengo ni a donde voy.
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Él es el gran escéptico que va por el mundo, y hoy viene con ese nuevo disco bajo el brazo, un álbum largo (más de 65 minutos de duración) con 14 nuevas canciones que continúan una de las trayectorias más fértiles e inspiradas de la música española, canciones que parecen escritas y grabadas al margen del tiempo, enlazándose con aquellas melodías de 1967, que precedieron los movimientos sociales y estudiantiles que se multiplicaron por todo el mundo en 1968: Francia, Checoslovaquia, Italia, España, México, Japón…
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Contemporáneo de la Universidad de Sonora —es apenas un año menor que la máxima casa de estudios—, Luis Eduardo Aute vivió esos movimientos en su hora y lugar, y al igual que nuestra alma máter, ha sido testigo activo del quehacer social de los grupos humanos que buscando permanecer con dignidad, han encontrado en la sombra artística y académica de uno y otra las motivaciones para escalar los peldaños de la sensibilidad y la inteligencia puestas al servicio de los demás: Pero yo, que no pretendo fortalezas ni fortuna, sólo un sueño soñaría: entre un mar de girasoles buscaría un giraluna que velara y desvelara cada noche la otra cara de la luna...
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Y así, hermanados por la edad y por su presencia generosa, Luis Eduardo Aute y la Universidad de Sonora nos extienden una cálida invitación para hacer de la noche del 11 de este mes una velada inolvidable bajo esa gigantesca moneda amarilla que octubre nos regala para atesorarla en la memoria… la luna la pone Antonio Sánchez; el corazón lo pone usted; la ocasión, la Universidad, y la belleza, Aute: Reivindico el espejismo de intentar ser uno mismo, ese viaje hacia la nada que consiste en la certeza de encontrar en tu mirada la belleza…
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Bien como dicen por ahí, las mejores cosas de la vida son gratis: las lunas de octubre, el rumor del mar, la mirada de la hermosura... el concierto de Aute... y hay que tomar lo que nos llega así...
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