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Aun cuando no habla de amor, Luis Eduardo Aute habla de amor.
En un amplio y generoso recorrido musical que en tres horas deshojó 32 temas y abarcó una mínima parte de su extensa discografía, Aute llevó de la mano a los casi cuatro mil asistentes al concierto de anoche por las diversas formas que adopta la ternura y la belleza.
Coreado por buena parte del público, el breve catálogo musical que ofreció el cantautor español, quien había prometido como loco enamorado entonar 220 canciones y que por obvias razones no fue posible cumplir: sí, como loco enamorado, pues, llenó las horas con esa mezcla de sentimientos que, aunque es difícil describir, es muy fácil definir: felicidad, una breve pero sólida felicidad que se queda habitando acaso para siempre en el costado izquierdo de la memoria, justo donde habitan el corazón y el alma.
La heterogeneidad del público se conjugó bajo un cielo medio nublado y una noche fresca que respetaron el frágil aleteo de las canciones como puente colgante por el cual iban y venían las miradas, los suspiros, los aplausos, la energía febril de los universitarios y comunidad sonorense que se dio cita en el estadio Miguel Castro Servín para celebrar el 67 aniversario de la máxima casa de estudios.
No es mentira si digo que la noche fue toda de Aute, quien dedicó el concierto a la memoria de la cantante Mercedes Sosa, “una de las voces más importantes de la canción latinoamericana —señaló y agregó—: Nos ha dejado físicamente, pero sus canciones nos quedan para siempre”.
La llorada “Negra” Sosa, Mercedes de todos los aires, había estado hacía unos instantes en el mismo escenario en alma y voz: a través de las grandes pantallas que bordeaban el templete se reprodujo la imagen y la voz inconfundible de la recién fallecida, la canción de María Elena Walsh “Como la cigarra”, que motivó algunas lágrimas furtivas entre los espectadores, pues Mercedes S osa volvió a cantar desde la inmortalidad aquel verso puntual: “Gracias doy a la desgracia y a la mano con puñal porque me mató tan mal que seguí cantando…”
A las 8:30 inició el caudal de canciones: “Invisible”, “Yesterday”, “Me va la vida en ello”, “De paso”, “De la luz y la sombra”, “Pasaba por aquí”, “Hafa café”, “Te quiero”, “400 golpes”, “Aleluya 5°” y “Mojándolo todo”.
El público se animó con la divertida introducción ("La otra siempre es una puta... o el otro siempre es un hijo de la gran puta.. ¿que tienen los casados contra las putas?", preguntó con un cierto aire de inocencia colgado de una sonrisa ladeada y socarrona) y magistral interpretación de “Una de dos”, misma que el artista de origen español bailó y aplaudió, mientras el tecladista y cantante de ópera de origen ucraniano, Igor Tukalo, hizo gala de su destreza musical.
Después el romanticismo volvió al ambiente: “Siento que te estoy perdiendo”, “Cada vez que me amas”, en la que el director y productor musical de Aute, Antonio Carmona, demostró su habilidad sobre el escenario con la guitarra: como en los viejos tiempos del rock pesado, tocó la guitarra con los dientes, y “Giraluna”, precedida por una hermosa introducción que habla de fe y tenacidad para ser diferentes y de que todos tenemos la contraparte: del día, la noche; la vida, la muerte; dios, el papa...
El final del concierto pareció llegar con “Dentro”, pero las ovaciones del público y el deseo del cantante de ir sólo por un cigarro, lo hicieron volver al escenario para iniciar con el último bloque de canciones, las más esperadas.
Solo en el escenario, acompañado únicamente por su guitarra y el monumental coro del público, interpretó “Sin tu latido”, el estreno universal de una canción que acababa de terminar de componer hacía unos cuantos minutos en el camerino y que no era otra que “Rosas en el mar”, “Anda”, “Las cuatro y diez”, “De alguna manera” y, acompañado por Tukalo de nuevo, “La belleza”: "Y ahora que se cayó el muro ya no somos tan iguales, tanto vendes, tanto vales, ¡viva la revolución!"
El evento cerró con broche de oro con “Al alba”, misma que cantó a capela, demostrando la potencia de su voz a sus 66 años de edad, y que sus canciones aún están vigentes entre las nuevas generaciones.
Y no, la luna no se apareció: quizá estaba iluminando a su giraluna particular con aquella tonada de Sabina, que en un descuido le pidió prestada a Aute:
Peor para el sol
que se mete a las siete en la cuna
del mar a roncar
mientras un servidor
le levanta la falda a la luna...
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