Hoy por la mañana, cuando abrí los ojos no sé a qué horas, estaba lloviendo.
Me gusta que llueva así, sin viento y sin truenos, sólo que caiga el agua lentamente, y que sin prisas vaya mojando las calles, los techos, los patios y los transeúntes que se atreven a salir de sus casas.
Aún tirado sobre la cama, volví a cerrar los ojos e imaginé que el rumor de la lluvia es como una máquina extraña que lava el rostro de la ciudad y le va cambiando los rasgos por otros más gentiles, más humanos, más besables... ¡vaya!, más amables, diría el Silvio y después colocaría como cuatrocientas arañas con sus dedos sobre la guitarra en siete segundos planos...
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Es sábado 3 de octubre: Amanda cumpliría años este día pero ya no está con nosotros, sólo tenemos su memoria acumulada en recuerdos generosos, en pasajes sin voces, en una especie de película cuyas imágenes cada uno guarda de manera diferente, pero todos con el mismo cariño y reconocimiento a su fortaleza, a su vitalidad y a esas corajudas ganas por vivir que se fueron extinguiendo como la luz del día cualquier tarde de invierno...
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Y sigue lloviendo suavemente, como si el agua tejiera una vaporosa cortina de silencio con la que cubre las calles de la ciudad.
Llueve y me acuerdo inevitablemente de La zamba de las estatuas, de María Elena Walsh, que en voz de Mercedes Sosa dice cadenciosamente, como si canción de cuna:
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Cuando llueve me dan no sé qué las estatuas,
nunca pueden salir en pareja con paraguas
y se quedan como en penitencia, solitarias.
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Señalando la fatalidad en las plazas
miran serias pasar cochecitos y mucamas,
no se ríen porque no tuvieron nunca infancia.
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Marionetas grandes, quietas, con ellas no juega nadie,
pero si una sombra mala para siempre las borrase
qué dolor caería sobre Buenos Aires.
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Cuando llueve y me voy a dormir, las estatuas
velan pálidas hasta que llegue la mañana,
y del sueño de los pajaritos son guardianas.
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Su memoria procuran decir sin palabras
y nos piden la poca limosna de mirarlas
cuando quieren contarnos un cuento de la patria...
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...y entonces me quedo callado, tratando de retener los ecos de la voz de Mercedes Sosa, que allá en Argentina se debate entre la vida y la muerte...
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