Trova y algo más...

domingo, 20 de septiembre de 2009

Dormido como lión despierto...

Se los juro, amigos et al, que el otro día medio desperté en la madrugada y nomás miré los ojos de la Araceli como tizones de carbón de la taquería que usted quiera y guste, y le pregunté que si qué hacía despierta a esas horas, y nada más me respondió que no podía conciliar el sueño.

“¿Qué te pasa, cariño?”, pregunté con ese acento tipo Madre Teresa que a todos nos invade cuando intentamos entablar un diálogo en plena madrugada, con la garganta reseca y los labios como dos bolsas retacadas de colágeno —como bubies de la Sabrina, pues—, por la hinchazón de la inmovilidad.

“Nada —respondió la niña de mis ojos—, lo que pasa es que tú duermes como lión despierto —me dijo en una suerte de paradoja desvelada en medio de la selva—: roncas como la hipopótamo cruzado con orangután; o sea, como una verdadera bestia peluda”, y luego se quedó calladita calladita…

“Vamos —le respondí con toda aquella sabiduría acumulada en tres y media neuronas entumidas por el semisueño de la agonía—, eso no puede ser tan grave si tomamos en cuenta que en México ronca más del sesenta por ciento de la población, incluso muchos bebés… Acuérdate que si bien casi un veinticinco por ciento de los hombres roncamos, las mujeres no cantan mal las rancheras, pues 15 por ciento lo hacen; es decir, por cada dos varones bien nacidos que roncan como tren frenando en cuesta abajo, una mujer mejor nacida también ronca. Además, no olvidemos que la intensidad del ronquido en decibeles es igual entre hombre y mujeres…”, y después ya no recuerdo qué más dije porque, según me comentó Araceli al otro día, justo en los puntos suspensivos y antes de las comillas, yo ya estaba roncando otra vez… mmm…

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