Trova y algo más...

miércoles, 9 de septiembre de 2009

La reforma fiscal y otras reformas...

— Qué linda mi todtuga —dijo el Guille y abrazó a su tortuga, Burocracia…
— No, Guille —le corrigió Mafalda—, no se dice todtuga, se dice tortuga…
Todtuga —pronunció el Guille…
— Tortuga —dijo Mafalda…
Todtuga —repitió el Guille…
Torrrtuga —le subrayó Mafalda…
Y ante la imposibilidad fonética de pronunciar el maldito sonido de la r vibrante múltiple, el Guille dijo con cierto desconsuelo, mirando a la tortuga y después a Mafalda:
¿Y zi mejod la pateo…?
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Bueno, el caso es que así nos quedamos todos cuando ayer vino el Gordo Carstens a tratar de explicar a nosotros, la perrada más perra del universo, de qué se trata esa reforma tributaria que tanto han manoseado Calderón y demás grupo de expertos en hodernos la existencia.
En uno de sus párrafos, Carstens señala:
“Sobre el ISR se propone ajustar el régimen de consolidación para hacer exigibles los saldos con antigüedad mayor a 5 años del ISR diferido, por los grupos sujetos a la consolidación fiscal, y se propone elevar de forma temporal la tasa marginal máxima para personas morales y personas físicas de mayores ingresos en 2 puntos porcentuales, con lo que pasaría de 28 a 30%.
Posteriormente se procederá en 2013 y 2014 a su reducción gradual un punto cada año para volver a su tasa actual de 28%. Carstens recordó que se mantiene sin cambio la tarifa del ISR vigente para ingresos equivalentes a 4 salarios mínimos o menores…”
Yo, que tengo nomás tres neuronas que más o menos funcionan, me quedé viendo al infinito y más allá pensando si aquello será bueno, malo o todo lo contrario, y después le pregunté a la Araceli, la dueña de mis quincenas (nótese el aire mamonesco y estulto de ese enunciado, porque no puede ser en serio nunca de los nuncas nunca esa expresión, ni aunque la diga la Virgen de Guadalupe), que si qué trataba de decir nuestro colosal secretario de Hacienda, y ella (Araceli, no la Guadalupe) nomás me vio con esa mirada que tienen los humanos cuando a alguien lo llevan y lo internan en el siquiátrico, meneó la cabeza, me volvió a ver con aquella dulce mirada que descongelaría el ártico, y luego volvió a sus números y cuentas presupuestales…
— Bueno —díjeme myself volviendo la vista a la declaración del Gordo Carstens—: ¿Y zi mejod la pateo…?
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