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martes, 1 de septiembre de 2009

Septiembre y el falso bicentenario...

Septiembre, dicen, es el mes de la patria, y yo no tengo porqué objetarlo, aunque razones no faltan...

Dicen los puristas que el 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla —un cura criollo que quería que los criollos, no los indígenas mexicanos, gobernaran la Nueva España— se levantó en armas contra la Corona española. Y hasta ahí el purismo... ¿hasta ahí...? ¡No, qué va!

Se supone que todos los mexicanos —incluyendo a los criollos y a los futbolistas naturalizados para que jueguen en la selección mexicana— ya sabemos cómo le fue al cura y como terminó aquello.

Pero, por lo que uno ve y escucha en los medios, parece que a ciertos altos funcionarios y a los dueños de la televisión, que son los que realmente mandan en el país, les faltaron muuuuuuuchas lecturas y lecciones de historia nacional durante su estancia en los diferentes niveles de su educación... porque si tuvieron educación, ¿o no?

Y luego se agüitan porque uno anda escribiendo por ahí que gracias a tantas burradas nacionales que se hacen públicas —y que se basan en la ignorancia de los gobernantes... y de los dueños de la televisión, de paso—, septiembre ha dejado de ser el mes de la patria para convertirse en el mes de los parias. En fin...

Ahora andan tirios y troyanos (y también algunos mexicanos) con que el 2010 debemos —por decreto, según se ve— celebrar los 200 años de patria independiente, de país libre, de nación autónoma, y cantarle las mañanitas y luego emborracharnos gritando estúpidamente los goles de la selección...

Pero tope en eso, que el 2010 no se celebrarían 200 años de patria independiente ni nada de país libre ni mucho menos de nación autónoma... porque si las matemáticas y la historia no fallan, no fue en 1810 cuando oficialmente terminó la lucha independentista, sino en 1821, once años después de que Miguel Hidalgo se echara el grito de Dolores llamando al pueblo a la lucha, grito que según los libros de primaria fue abrazado con fervor por los cientos de desvelados ciudadanos que se acercaron a la iglesia al escuchar el alboroto de las campanas, se restregaron los ojos, se quitaron las legañas, carraspearon en la fría oscuridad del alba y se embuchacaron la apresurada arenga de Hidalgo, que finalizaba con las aladas palabras: ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, ¡Abajo el mal gobierno!, ¡Viva Fernando VII! ((llamado también el Deseado o el Rey Felón, rey de España a quien José Bonaparte, alias Pepe Botella o Rey plazuelas, por las plazas que construyó dondequiera en España, hermano mayor de Napoleón del mismo apellido, le dio golpe de Estado en 1808, y tras la expulsión del Botellitas reinó nuevamente desde 1813 hasta su muerte, en 1833; o sea, 22 años después de la muerte de Hidalgo: ¡Uta, qué ironía!).

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Bueno, decía: algo estará pasando en nuestro país cuando por todos lados escuchamos que el 2010 celebraremos el bicentenario de la Independencia de México…

Lo que está pasando es que ya no encuentran cómo hacerle para lograr la unidad nacional que antes se lograba con sólo invocar a la Virgen de Guadalupe: ni los deportistas ni los artistas, mucho menos los intelectuales han logrado ese efecto mágico sobre los demás, aquellos que vivimos en el sótano de este país tan rico que nomás produce pobres...

Y tú, ¿qué le vas a regalar a México?, decía un comercial de televisión de hace unos cuantos meses pagado por el gobernador del Estado de México en su acelerado afán por candidatearse para la presidencia, aunque todavía falten algunas lunas, alguna sangre y algunos gritos de independencia y soberanía…

Como esta celebración se ha programando a nivel nacional, en nuestro estado ya se conformó un comité de funcionarios culturales, personajes importantes y expertos en historia para celebrar dignamente el presunto bicentenario de la Independencia y, de paso, el centenario de la revolución mexicana.

Y, a ver… tú, estimado lector, ¿qué le vas a regalar a México el 2010?

Yo, por lo pronto, le voy a regalar un texto que encontré por ahí, en el que podemos darnos cuenta que no es el 2010 cuando debemos celebrar el bicentenario de la independencia, sino el 2021.

Y es que, si se me permite la analogía, todos nosotros no celebramos nuestro cumpleaños cuando nuestros padres hicieron chaca-chaca y pegaron el chicle del cual nacimos todos, sino justamente cuando las mamás dieron a luz a los seres que fuimos, somos y seremos.

Así, no podemos celebrar el aniversario de la Independencia cuando inició, sino cuando finalizó, que es cuando formalmente aquel país dejó de ser dependiente y se convirtió en independiente, se supone.

El texto en mención, redactado digamos que para que cualquier niño de primaria pueda entender (y de paso algunos legisladores, con perdón de los niños de primaria), es el siguiente:

El período histórico que se conoce como Independencia empieza, estrictamente hablando, el 16 de septiembre de 1810 cuando Miguel Hidalgo da el llamado "Grito de Dolores" y termina el 27 de septiembre de 1821 con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México. La idea detrás de este movimiento revolucionario era liberarse del gobierno español y dejar de ser un virreinato. Esta etapa da fin a la llamada época colonial mexicana.

Como es lógico, antes de 1810 hubo ya antecedentes importantes de la nueva ansia libertaria que operaba, principalmente, en los criollos. Se dice que, antes de estallar la lucha, el ideólogo del movimiento fue el fraile Melchor de Talamantes, que hacía circular escritos subversivos en los que afirmaba que el territorio mexicano, por tener "todos los recursos y facultades para el sustento, conservación y felicidad de sus habitantes", podía hacerse independiente y que, además de posible, la independencia era deseable porque el gobierno español no se ocupaba del bien general de la Nueva España, como se ocuparía un gobierno libre, constituido por mexicanos.

Puede intentarse una división del movimiento independentista en cuatro etapas:

La primera, que iría desde el Grito de Dolores hasta la batalla del Puente de Calderón en 1811, donde la muchedumbre dirigida por Hidago, con su famoso estandarte guadalupano, peleaba con más pasión que estrategia. En este momento, cuando el cura de Dolores llegó a la batalla del Puente del Calderón, sus fuerzas se calculaban en cien mil hombres, todos ellos criollos, indios, mestizos o pertenecientes a las llamadas castas. Los realistas, defendieron la causa con tibieza y se calcula que el ejército era de menos de 50 mil hombres.

La segunda sería la etapa en la que José María Morelos y Pavón entra en escena, desde principios de 1811 hasta la toma del fuerte de San Diego en Acapulco, en agosto de 1813. En este período los insurgentes se anotan varios triunfos militares.

La tercera etapa se caracteriza por un cierto desorden. Con la muerte de Morelos hay cierto vacío en el mando insurgente y los realistas, al mando del temible Calleja logran rehacerse y recuperar la ofensiva. En este período se rinde el último reducto insurgente de importancia y, técnicamente, los realistas han ganado la guerra. Sólo unas cuantas partidas, como la que comandó Vicente Guerrero, siguen luchando sin tregua. Este periodo terminaría hasta febrero de 1821 cuando se firma el Plan de Iguala.

La cuarta, la que transcurre del 24 de febrero de 1821 hasta el 27 de septiembre de ese mismo año cuando el Ejército Trigarante, al mando de Agustín de Iturbide, entra triunfante a la Ciudad de México, compuesto principalmente por la totalidad del ejército realista, ya convertido, y los últimos insurgentes, todos ellos formarían el ejército mexicano...

Así, en tres patadas se resume una lucha de once años que inicia en 1810 y finaliza en 1821, cuando México se inaugura como país independiente, por lo que vamos poniendo orden en este asunto de la celebración del bicentenario de nuestra independencia y digamos las cosas como son, que celebraremos (si es que en realidad habría que celebrar) el inicio de la guerra de independencia, y cada año, hasta el 2021, celebremos las acciones más notables dentro de las cuatro etapas generales de la guerra, y al final, para cerrar con broche de oro todo el fandango, el 2021 que se desate la gran celebración del bicentenario entre quienes todavía respiren en este mundo, incluyendo a Enrique Peña Nieto... ¿qué no?

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Bueno, el caso es que ni bicentenario ni nada de nada. Sólo demagogia simple y barata.

Y para reforzar la idea, traigo hasta acá un breve texto de Sergio Sarmiento (¿otro?: mta... qué flojera...) que leí no hace mucho y que comparto con los tres lectores que se asoman a esta bitácora:

Celebramos dos siglos, pero no de la independencia sino de un engaño.

El supuesto momento fundacional de la nación mexicana es falso por varias razones. No es el inicio de la nación mexicana. No es el comienzo de una época de mayor prosperidad y libertades. No es ni siquiera la fecha real de nuestra independencia.

Es verdad que en la madrugada del 16 de septiembre de 1810 el cura Miguel Hidalgo hizo sonar las campanas de la iglesia de Dolores, en la provincia de Guanajuato, de la cual era párroco. Pero no lo hizo para llamar a la independencia de México sino para preservar la corona de la Nueva España para Fernando VII. El monarca Borbón había sido desplazado del trono español por las tropas francesas de Napoleón Bonaparte, quien había declarado rey a su hermano, José Bonaparte.

Hidalgo, como otros liberales, veían en el joven rey Fernando a un monarca afín a sus ideales.

Pero tenía además otras motivaciones para la rebelión: era hijo de una próspera familia criolla cuyas propiedades habían sido confiscadas por el virrey José de Iturrigaray en 1807. Esto le generó un odio al gobierno virreinal.

La idea de la independencia no la planteó Hidalgo en 1810 sino José María Morelos en su documento “Sentimientos de la Nación” de 1813.

Han pasado 200 años desde el momento en que Hidalgo convocó a la rebelión en contra del mal gobierno. Es importante entender el malestar que había en el país y que le permitió levantar un ejército popular de 80 mil efectivos en unos cuantos meses. También debemos saber, sin embargo, que la guerra de independencia llevó a la postración económica del país. La historia nos enseña que la real independencia política sólo puede darla la independencia económica. Pero a 200 años del grito de Hidalgo, aun no la hemos alcanzado...

Así que... ¿tú que le vas a regalar a México el 2010, amigo lector...? ¿Un grito con sabor a bicentenario...?

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