Trova y algo más...

viernes, 18 de septiembre de 2009

La verdad verdadera y la razón razonada...

Según Nietzsche (aquel chinche alemán que en 1879, después de un declive de salud, se vio forzado a abandonar su puesto como profesor, y es que ha de saber Usted que desde su juventud —la de Nietzsche, no la de Usted, no se haga, eh— había padecido frecuentes momentos de debilidad generalizada, con épocas de carencia visual que rozaba la ceguera, fuertes migrañas, y violentos ataques estomacales, condiciones persistentes que se agravaron al caerse de un caballo en 1868, lo que detonó finalmente —a la altura de su 44 cumpleaños— en un colapso mental que lo marginó de toda actividad), la fuente original del lenguaje y del conocimiento no está en la lógica sino en la imaginación, en la capacidad radical e innovadora que tiene la mente humana de crear metáforas, enigmas y modelos.

Luego entonces, si tomamos como cierto lo dicho por Friedrich Wilhelm —que así se llamaba el tal Nietzsche—, todos aquellos que no han sabido cultivar —ya por infortunio, ya por desidia, ya por decisión— la habilidad innata de la imaginación, están condenados a repetir no sólo las palabras sino la conducta de vida impuesta por otros, en una amenidad obscena que hoy por hoy hemos llamado manipulación, y que se da en diferentes escalas y a través de diversas herramientas, incluidos por supuesto los medios de comunicación y los sistemas políticos, educativos y religiosos, que inseminan sus particulares dosis de verdad entre la ciudadanía desprotegida con fines casi siempre canallescos.

Y, bueno, tocado el punto de la verdad, el mismo Nietzsche se preguntaba: “¡Ficken! Dime, oh diosa (¿o sería odiosa?): ¿qué es entonces la verdad, sino una hueste en movimiento de metáforas, metonimias, antropomorfismos; en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes?"

Es sabido, pues que las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal gacho. ¡Voy, que te quedó jabón!

Jenófanes a finales del siglo VI a.C., escribió: "Por lo que respecta a la verdad absoluta ningún hombre ha sido capaz de llegar a ella, ni nadie lo logrará, ni tan siquiera los dioses, ni nada de lo que yo diga conseguirá alcanzarla, y ya que en el supuesto de que alguien lo logrará, nunca tendría constancia de haberlo conseguido. La realidad no es más que una telaraña entretejida con conjeturas".

Para él, pues, toda idea tenida por cierta podría sustituirse por otra que estaría más próxima a la verdad absoluta: ¡Tirititito nomás: la tenía, era suya... y la dejó ir…!

Yo, que ni soy marinero ni filósofo ni alemán ni cronista deportivo, me pregunto con el mismo ahínco: ¿Acaso es por eso que se dice que el edificio de la ciencia se alza sobre las arenas movedizas de ese metafórico origen, habida cuenta que se basa en verdades en comprobación constante...?

“Pudiera ser, cochito —me respondió un sábado el Polacas© en la mesa 6 del Pluma Blanca Bar, y agregó ya a medios chiles—: y quizá por ello el hombre, como animal social, ha adquirido el compromiso moral de mentir gregariamente, pero con el tiempo y el uso inveterado de ese recurso mediático se ha olvidado de su situación, por tanto miente inconscientemente, y en virtud de hábitos seculares y precisamente en virtud de la inconsciencia de este olvido, adquiere el sentimiento de verdad”, y luego se empinó mi erveza, lo que me dio así como asquito, por lo que hube de otra pedir, mientras que nuestro filósofo local, ya en calidad de distribuidor vial en construcción, emitió su característica risa de hiena.

En fin: miénteme más que la vida es una mentira...

--

--