Trova y algo más...

sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Qué te pasó, Eduardo...

Yo tengo ya muy atrofiada la memoria de corto alcance, pero no me pregunten por cosas que pasaron hace dos, tres o más años, porque ahí sí tengo mucha claridad, sobre todo en lo que me conviene... en lo que no pues no: Por ese oído no escucho, hubiera dicho mi abuelo...
Los heraldos de la boñiga, hoy viudas de Bours, decían con estusiasmo que José Eduardo Robinson Bours Castelo, cuyo acrónimo era y seguirá siendo Eduardo Bours, vino a inaugurar un nuevo estilo de gobierno y a darle un aire renovado y fresco a la transparencia informativa porque cada lunes, tempranito, lloviera o nevara, el gober daba su conferencia de prensa en la que invariablemente regañaba a uno o a otro reportero por lo que escribían, comentaban o preguntaban, y todos soltaban la risa porque en un principio Bours Castelo era como esos galanes de películas que hagan lo que hagan, bueno o malo, le caen bien a la gente.
Así era Eduardo Bours Castelo.
Y así era a tal grado que yo puedo apostar que durante su primer año, Bours era el tío que todos hubiéramos querido tener, el hijo que todos hubiéramos querido llevar de la mano, el hermano mayor al que todos hubiéramos querido contarle nuestras penas amorosas, el compadre con el que todos soñamos alguna vez para irnos de parranda, el amigo que no nos hubiera dejado tirado en el carro por falta de gasolina...
N'ombre: Bours era lo que otrora era el Taquico Vizcaíno; o sea, la ley...
Y todo porque el hombre era un tipo con mucho carisma.
Y a casi todos les caía bien.
Bueno, el caso es que en una de aquellas conferencias de prensa, quizá la primera, quizá la segunda, el gobernador Eduardo Bours Castelo les dijo a los representantes de la prensa: "Yo sigo siendo el Chapito..." y todo mundo se lo creyó...
Era el tiempo en que el gober salía a correr todas las mañanas por las calles de Hermosillo.
Era el tiempo en que se detenía en cualquier taquería de la ciudad a echarse unos tacos.
Cuando se embarraba las manos y le salpicaba la salsa, pero que le seguía entrando con fe a los tacos.
Era el tiempo en que andaba de arriba para abajo todo el día, y que saludaba a la gente como si la conociera de toda la vida.
Y eso le caía bien a la gente... Nos caía bien.
Pero algo pasó.
No sé si fue el enfado, el cargo o los asesores.
O no sé si fue el enfado y el puesto y los asesores.
El caso es que de un día para otro el chapito dejó de ser el chapito, y pasó a ser el señor gobernador.
Y así lo consignaron en los hechos sus propios vocingleros:
Ya nada de correr por las calles de Hermosillo.
Ya nada de detenerse en cualquier taquería de la ciudad.
Ya nada de apapachar a los ciudadanos como si fuera Santoclós fuera de temporada.
Y entonces empezó a verse lo que tal vez siempre hubo detrás de aquella imagen llena de simpatía, de aquel carisma, de aquel dinamismo, de aquel discurso salpicado de expresiones facilonas: una soberbia que los periodistas ahora trataban de ocultar inútilmente.
Y después se destaparon cuestiones imperdonables, asuntos de gobierno que terminaron por derrumbar la imagen de un joven abuelo que la prensa incondicional no pudo siquiera remendar...
Y encima del montoncito de cenizas de lo que fue quedando de aquella imagen, se amontonó todo eso que pasó durante los últimos meses de gobierno: la soberbia y la mala decisión a la hora de nombrar candidatos, más soberbia y el incendio de la guardería y los 49 niños muertos, soberbia y soberbia y el tráfico de influencias, más soberbia y el PSP que ha enriquecido a un círculo muy cerrado y todo lo que inevitablemente saldrá a flote...
¿Qué te pasó, Eduardo?
¿En qué curva del tiempo o en qué rincón del Palacio de Gobierno dejaste de ser el chapito y le hiciste caso a tus nefastos asesores...?
¿Bajo qué lema de tu gobierno se perdió el hombre abierto que fuiste y surgió el hombre cerrado que eres, enredado en las líneas de oropel de los merolicos de la prensa que nunca dejaron de alabarte...?
¿Dónde quedó aquel individuo que se perfiló como un gobernante que pudo construir una sociedad diferente y que se quedó en la superficialidad de las obras faraónicas, construidas con sangre, sudor y lágrimas del pobrerío...?
¿Donde...?
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Foto tomada de http://www.sanfelipedejesusson.com/ -- --