Trova y algo más...

jueves, 17 de septiembre de 2009

Las piedras rodando se encuentran...

Yo también tengo piedras en los riñones, como mi mamá y mis tíos, y como cientos de millones de personas más en el mundo y planetoides que le rodean.

Y qué ironía, ¿no?: Pienso que en algunas sociedades de la edad de piedra esto podría ser una bendición. Hasta podríamos ser dioses o semidioses. Quizá tener nivel 13 en algunas administraciones.

Pero en la vida real, en estos tiempos actuales por los que transitamos con una felicidad más mocha que el águila foxista, crear piedras dentro del cuerpo es como una maldición porque provocan dolores parecidos a fallar un pénalti o derramarse el café justo en el arco del triunfo. Imagínese usted, frenado lector con licencia, si una piedra en el zapato arde y duele, una piedra en la vesícula o en el riñón es una larga agonía, nomás que en abonos nada chiquititos...

En fin, hermanos de piedra somos. Andamos por la vida loca (¿o la vida, loca?) con rocas en la vesícula o en los riñones, pero nos aguantamos como los meros machos, y sé de muchas mujeres que además de estar preñadas de críos nonatos, neonatos y/o naonatos, también están embarazadas de piedras o cálculos o litiasis (depende de la región en que usted viva), pero se aguantan como las machas y nunca de los nunca nuncas se hospitalizan para que les hagan cirugías con el terapéutico fin de extraerles las piedritas (o piedrotas, según sea el sapo).

Y no se crea, amigo lector, que uno genera piedras por andar de cortesano por la vida. El asunto no es como dijo una vez el pinchi Cantúa, que eso se saca uno por andar metiéndose con albañiles, sino que se requieren de muchas circunstancias para que se dé la feliz coincidencia de que se forme una piedra en algún órgano o víscera que tiene otras funciones muy alejadas del infeliz encargo de formar piedras, piedritas y piedrotas, como si fuera uno criba a la vera de un río caudaloso: ¡Caramba y samba la cosa, que vivan los albañiles!

Imagino que si esos órganos fueran sindicalizados, nunca tuviéramos piedras, porque saldrían con la máxima corporativista: "Formar piedras no es parte de mis funciones..." (¡Qué fermosura!, hobiera dicho Xorge Manrique, el que escribiera aquello de "cualquiera tiempo pasado fue mejor...").

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Para los que hemos investigado las causas y azares de estas dolencias, sabemos que un cálculo (también llamado perrunamente “piedra”) renal es una masa sólida y dura que se forma en el riñón, obviamente.

Puede ser tan pequeña como un grano de arena o tener el tamaño de una piedra machín, técnicamente hablando en la jerga de los geólogos, claro: algo así como un hueso de aguacate.

Está compuesta de algunos productos de desecho de la orina que se van sedimentando en las diversas oquedades del riñón; puede permanecer en su re(n)al alojamiento o descender por el tracto urinario.

Y si el cálculo es lo suficientemente grande, puede quedar atrapado dentro de la vejiga o del tracto de marras... y ahí te quiero ver, Ramón...

Imagínense: querer sacar una sandía por donde entra un limón... algo así como parir... pero sin tanto eufemismo genealógico.

Como sea, donde quiera que se encuentre el cálculo de marras, puede llegar a producir dolores espantosos que hacen que los seres humanos le reclamen a dios cosas que la Ley de Acceso a la Información ha clasificado como confidencial, por lo que no puedo hacerla pública en esta empedrada columna. ¡Mtamá!

De hecho, se sabe, según me comentó un día de hace muchos años el doctor Estrada Arras, Porfirio, que existen cuatro tipos de cálculos renales: cálculos de oxalato de calcio, que es el tipo más común de cálculo renal, y que se forman cuando el calcio que no es utilizado por los huesos y músculos se va a los riñones y cae como verdadero invasor de Nuevo León y provoca lo que provoca.

"Comúnmente --dijo el galeno del renal porfiriato--, los riñones se deshacen del calcio en exceso, pero en las personas propensas a crear cálculos de calcio algo de este mineral se sedimenta formando uno o más cálculos que se forman lentamente con el paso del tiempo... o sea, ya te tzingaste", subrayó en un lenguaje parecido al náhuatl pero que era vil mezcla de yaqui con ópata...

Eny, wey: También existen los cálculos de estruvita, que nomás porque la palabra es más fea, son más comunes en la mujer; usualmente se forma después de una infección crónica del tracto urinario, y están compuestos de magnesio y amonio.

En cambio, los cálculos de ácido úrico se forman cuando hay demasiado (¿adivinen qué?: ¡exacto!) ácido úrico en la orina, y se corre el riesgo de formar este tipo de piedras si la dieta tiene un contenido alto en proteína o si se ha recibido quimioterapia.

Por último, existen los cálculos de cisteína, que no son tan comunes ("son como las gallinas que ponen huevos en lunes", pensé yo parafraseando a Renato Leduc); es más bien una enfermedad hereditaria llamada cistinuria lo que hace que algunos miembros de una familia formen este tipo de piedras, que igual provocan dolores espantosos que sólo los ("y las", para estar a tono con el ramplón e incorrecto discurso político) muy machos (y machas, pues) soportan con estoicismo. Mjú... y pa'mí que todo el catálogo santoral está repleto de mártires con piedras de cisteína, según puedo inferir.

Bue... pues así como hay jinetes enamorados de su caballo, lo que es bastante respetable mientras no quieran andar cambiando de caballo (porque "no son tiempos de cambiar de caballo", según se dijo no hace mucho), también hay hombres enamorados de albañiles. Y créame que yo conozco muchos de esos muchachos enamorados (de caballos y/o de albañiles) que no tienen piedras en los riñones, acaso en el corazón, pero no en los riñones, ciertamente.

Como sea, eso de tener piedras en los riñones (o en la vesícula, que también cuentan) no es algo inusual. De hecho, las piedras han sido parte fundamental de la cultura humana, por ello se habla de la piedra filosofal, que podría convertir los metales (y hombres) corrientes en oro (y en personajes célebres); se habla de la edad de piedra, el hombre de piedra y encontramos piedras en todas partes donde el hombre ha estado a través de los años y de los siglos.

Hasta en las canciones hay piedras, como esa del Tri, que dice:

Compartimos el mismo anhelo,

compartimos el mismo cielo,

compartimos el mismo tiempo y el mismo lugar,

fuimos parte de la misma historia,

íbamos en la misma prepa,

yo siempre fui una lacra y tú eras el cuado de honor.

Las piedras rodando se encuentran,

y tú y yo algún día nos habremos de encontrar,

mientras tanto cuídate y que te bendiga Dios,

no hagas nada malo que no hiciera yo...

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Y no: uno ya con la piedra no hace nada malo, pues una piedra en el riñón paraliza todas las funciones, hasta las cerebrales, para terminar pronto... y es cuando uno se pregunta: ¿cuántos en el gabinete legal del Calderón tendrán piedras en los riñones? (Que conteste el Porfirio Estrada, ¡ja!).

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