Trova y algo más...

domingo, 13 de septiembre de 2009

Ya sé, no te hace gracia este país...

La noche del sábado, un grupo de supongo jóvenes inquietos pasó por una calle de la colonia Santa Fe arrojando huevos contra algunos vehículos estacionados y contra las paredes (también estacionadas, ni modo) de la casa de inocentes vecinos que, de boca propia (mmm: pues sí), declararon a este infeliz cronista que desconocen la razón por la que fueron víctimas de ese literal desaguisado, considerando, pues, que los huevos los arrojaron crudos aquellos chamacos que de seguro iban en camino al susodicho estatus de crudez orgánica.
Me imagino que esos muchachos (porque no me entra en la cabeza que sea un puñado de “viejunotes” cincuentones, como nos decía mi abuela en aquellos años desquiciados de la prepa, el que anda por las calles con una lata de cerveza fría en la mano izquierda y lanzando huevos con la derecha, o viceversa), al no tener cosa alguna de provecho que hacer las noches sabatinas, las dos neuronas que habitan su cráneo se ponen de acuerdo y, en “compló” tabasqueño, se lanzan por las calles haciendo tropelías que en ciertos países bananeros desatarían guerras civiles que terminan con dictadores tipo Idi Amín en su versión de Chente Fox con botas de avestruz tercermundista, o al menos con líderes de barrio que a la vuelta de tres años son diputados por partidos que todavía no nacen ni siquiera en los sueños de esos perversos afrancesados que manejan los hilos de la seguridad interna del país (asesorados por nuestra paisana en frugal amasiato con Televisa), pero que igualmente ya están presupuestados para dividir a la oposición…
El caso es que el domingo, a las cinco de la madrugada, en mi habitual caminata matutina (mjú), me encontré con el triste espectáculo que menciono en el párrafo inicial y nomás me quedé pensando, haciendo un cigarro de hoja, qué canijos (o sea, hijos de can, o sea, de perra) los que hicieron esta babosada, pues por un lado andan perjudicándole la existencia a gente que ni siquiera conocen (eso, ya se sabe, lo hacen los políticos, “pero-ese-es-mi-trabajo”, dirán los defensores del pueblo punteando cada palabra), nomás por el simple gusto de darle vuelo a la hilacha (le dicen los sicólogos en su jerga técnica a la circunstancia simple de encontrar satisfacción lúdica, casi anal, en el hecho de cometer actos silvestres, que están basados más en un instinto animal que en la razón de la inteligencia); y por el otro lado, andan desperdiciando huevos que bien podrían servir de alimento para una familia de escasos recursos, o de recursos limitados, como le dicen ahora a la jodidez, en un neologismo propio del eufemismo enfermizo de los aspirantes a puestos de elección popular, mientras acá, los pelados, seguimos prefiriendo puestos de erección popular, como dijo el Polacas© en su memorable discurso del tres de marzo de 2006 ante una veintena de seguidores del PUS, encabezados por la presidenta de su club de fans, Porfirio La Jacaranda Jiménez. Lo que es el amor y sus patrañas, ¿no?
Sé que mis vecinos santafesinos, anónimos y enfadados, ciertamente, no hicieron del conocimiento de las autoridades tal tropelía, pese a que no es la primera vez que sucede en la calle Santa Fe, pues saben bien que los genízaros hermosillenses poco harán para descubrir a los malhechores dada su escasa capacidad de convocatoria. Pero, supongo, si aquello le hubiera sucedido a funcionarios, faranduleros y/o legisladores, sus adláteres diputados ya estuvieran firmando desplegados contra la delincuencia común que asuela las calles de nuestra ciudad o pidiendo un helicóptero por el amor de dios o lo que sea su voluntad.
Al menos, ya hubieran colgado una manta en el Congreso y un video en YouTube para hacer del conocimiento del respetable público beisbolero de la ciudad, el estado, el país, el continente y el universo entero, que no se vale tirarles huevos a los huevazos ni mancillar con producto de gallina una carrera legislativa cuya improductividad está a toda prueba del ácido úrico.
Yo, que soy de natural reflexivo, me quedé dándole vueltas al asunto, me senté en la piedra de los sacrificios en el fondo del patio de la casa y no sé porqué recordé de pronto al mamón del Fito Páez cantando Un vestido y un amor, sobre todo en esa estrofa que dice: “Me fui, me voy de vez en cuando a algún lugar; ya sé, no te hace gracia este país…”, porque con mucha frecuencia tampoco a mí me hace gracia este país de gente que se esconde detrás del muro de la impunidad y de la ineficiencia policíaca en estos casos, y que al amparo de la noche se va por las calles destrozando la paz ciudadana, esa por la que muchos trabajan (porque digamos que a mí me están reseteando) todos los días, y el bienestar común y la armonía social, cualquiera que sea el concepto filosófico que tengamos Usted et moi de eso, pero que en su más elemental definición es simplemente no me tires huevazos para que yo no te tire. Y ya ni mencionemos las cuerno de chivo e insectos similares, que son palabras mayores, según el diccionario de las armas de uso exclusivo del ejército, narcos y mafia circunvecina.
Ya se sabe que hasta en la delincuencia hay niveles, pero sería bueno pensar en que un helicóptero, un curso de capacitación o mejor armamento para los efectivos del orden son simplemente un recurso más para combatir a los malosos (mientras que los perversos continúan encerrados en sus oficinas refrigeradas o en sus cheyennes, apá), no la estrategia que hay que poner en práctica para supuestamente acabar con el montón de ratas de dos patas que se sienten también dueños de la tranquilidad de toda una ciudad.
Por fortuna el sábado nomás tiraron huevos. Por suerte esas manchas se lavan con un poquito de agua y de jabón. Pero el coraje nadie se lo quita al agraviado. En esos momentos, justamente, es cuando menos gracia nos hace este país. Y acaso por ello puede uno seguir la estrofa de la canción con toda justicia aunque no con justeza: “Todo lo que diga está de más, las luces siempre encienden en el alma, y cuando me pierdo en la ciudad, tú ya sabes comprender que es sólo un rato no más: Tendría que llorar o salir a matar… Te vi, te vi, te vi… yo no buscaba a nadie y te vi…”
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